Ayudando a Ver en Sudán del Sur

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: Jul 1, 2015

Misionero establece clínica oftalmológica en país donde tres de cada cuatro personas carecen de atención médica

Hace dos años, el Padre John Barth vio a un grupo de personas en Juba, capital de Sudán del Sur, tratando a pacientes con infecciones de los ojos bajo un árbol, sin equipo médico, sólo con una linterna, dos sillas y algo de medicina. El edificio detrás de ellos era una clínica que fue saqueada durante la guerra.

“Era un esqueleto de edificio”, dice Barth. “Hablé con el ministro de salud y le dije: ‘Creo que puedo hacer algo para ayudar’”.

El misionero, cuya experiencia incluye edificar y administrar el Hospital de Ojos Takeo en Camboya, buscó servir a quienes necesitaban cuidado de la vista desde que llegó a Sudán del Sur en el 2011.

“En la actualidad sólo hay tres oftalmólogos en este país de (más de) 9 millones de personas”, dice.

Como resultado de décadas de guerra y falta de recursos para tratar enfermedades endémicas, muchas personas en el país están perdiendo la vista.

Poco a poco, este sacerdote de Maryknoll y una creciente red de organizaciones están cambiando la vida de personas que sufren de ceguera prevenible. El Padre Barth usó donaciones enviadas a Maryknoll para comprar medicinas, muebles básicos, productos de limpieza y equipos menores. Como resultado, la Clínica de Ojos Buluk reabrió sus puertas en el 2013. Con una nueva infraestructura y 14 empleados, la clínica tuvo 6,000 consultas en el 2014 y 150 operaciones. Dos oftalmólogos egipcios en visita examinaron a cientos de personas e hicieron las primeras operaciones en la clínica. El Padre Barth tiene esperanzas que vengan otros doctores para cuidado oftalmológico de corto tiempo.

El Dr. Mohamad Kamal, de Egipto, operando una catarata. (Cortesía del Padre John Barth)

El Dr. Mohamad Kamal, de Egipto, operando una catarata. (Cortesía del Padre John Barth)

“Espero poner el tapete de bienvenida para que vengan doctores y enfermeras con experiencia”, dice.

Debido a que el personal calificado es escaso, se pidió que trabajadores retirados regresen a ayudar. Encontrar a profesionales de salud calificados para que estudien oftalmología es un desafío, comenta el Padre Barth, quien previamente trabajó con el Instituto Católico de Entrenamiento de Salud de Sudán del Sur para entrenar a enfermeras y parteras.
El analfabetismo y la educación interrumpida son parte del problema. “Una joven tiene más probabilidades de morir al dar a luz que terminar la primaria”, dice Barth.

Sudán del Sur obtuvo su independencia de Sudán en el 2011, tras décadas de guerra. Mientras el país trataba de sanar, comenzó otra guerra civil inter étnica en el 2013, matando a más de 10,000 y desplazando a 1.5 millones de personas.

El Padre Michael Bassano, el otro sacerdote de Maryknoll en Sudán del Sur, tuvo que huir de Malakay cuando en el 2013 surgió un enfrentamiento entre rebeldes y fuerzas del gobierno; y trabajó periódicamente en los campos de desplazados. Con los bandos firmando—y rompiendo—acuerdos de paz, no hay un final claro a la vista.

“Las probabilidades son pocas, pero permanecemos esperanzados”, dice el Padre Barth, cuya misión es lejos de las áreas en conflicto, pero puede ver los efectos de la crisis en los pobladores. “Como sacerdote católico tengo que tener esperanzas”.
El conflicto también afecta la producción de petróleo, que significa más del 95 por ciento de su economía, lo que resulta en menos fondos del gobierno para el cuidado médico.

Lugares como la clínica Buluk ofrecen un rayo de esperanza. Christian Blind Mission, una organización que colaboró con el Padre Barth durante nueve años en Camboya, ofreció en marzo una financiación por tres años. Estos fondos ayudarán a construir un pabellón, cavar un pozo para tener agua fresca, expandir la sala de operaciones y comprar una camioneta para visitas de campo.

“El entrenamiento y la infraestructura son esenciales para obtener soluciones de largo tiempo”, dice Barth. Hasta ahora, las donaciones de Maryknoll también han ayudado a entrenar enfermeras y muy pronto a un cirujano especializado en cataratas, quien se encuentra estudiando en Tanzania. Las operaciones de cataratas pueden solucionar una de las mayores causas de ceguera prevenible en Sudán del Sur.

El tercer doctor en el país, un oftalmólogo de Sudán del Sur recién graduado de la Universidad de Nairobi en Kenya, se unió al personal. “Ahora oficialmente somos un hospital”, dice Barth. “Podemos ayudar a muchísimas más personas gracias a él”.
El misionero recuerda a los primeros tres niños que vinieron al centro con tumores en los ojos. Lamentablemente, la retinoblastoma, una forma rara de cáncer, estaba muy avanzada para curarla.
“Desde entonces, hemos enviado a Mamo, una niña, al Hospital Nacional Kenyatta que tiene una sala especial para niños con retinoblastoma”, dice el Padre Barth.

Esta fue una de las primeras veces que enviaron a pacientes con casos complicados a otro país. Mamo, de sólo 3 años, necesitaba seis meses de quimioterapia, por lo que Maryknoll ayudó a que ella y su madre se hospedaran en Nairobi para evitar el agotador viaje mensual entre los dos países. Aproximadamente, el centro gastó unos $6,000 para que Mamo pudiera ver de nuevo. El centro también envía a niños que nacieron ciegos con cataratas congénitas a ser operados en Kampala, Uganda. “Los ponemos en un viaje de 10 horas en autobús para que los ojos de sus niños abran por primera vez”, dice el Padre Barth.

El Padre de Maryknoll John Barth con Natalina Itwari y Munira Fyagos, personal de la clínica de ojos. (Cortesía del Padre John Barth)

El Padre de Maryknoll John Barth con Natalina Itwari y Munira Fyagos, personal de la clínica de ojos. (Cortesía del Padre John Barth)

Millones están en riesgo de contraer enfermedades tropicales como la oncocercosis, o ceguera del río, la segunda causa infecciosa de ceguera en el mundo. Otra condición del ojo es la tracoma, que es epidémica en lugares secos y hacinados. Es causada por una mosca que transmite bacterias que afectan la córnea. “Puede prevenirse simplemente lavándose la cara con agua limpia, pero si se vive en barriadas eso es muy difícil”, dice el Padre Barth. La tracoma puede tratarse con una simple operación y antibióticos si se detecta a tiempo.

Pero debido a las pésimas condiciones de los caminos, las personas de aldeas remotas no reciben servicio. “Esperamos que cuando venga el nuevo cirujano podamos salir de nuestra base porque las personas no pueden venir donde nosotros”, dice el misionero.

A los 62 años, Barth maneja una motocicleta para atender a otros y dice que las oraciones lo han ayudado a estar a salvo. “No he tenido accidentes, sólo unos sustos”, añade.

Nacido en Buffalo, Nueva York, el Padre Barth descubrió su vocación cuando trabajaba en una organización de justicia social en la frontera con México. Tras su ordenación en 1991, fue asignado a Camboya donde sirvió al pueblo afectado por años de opresión. Allí él construyó el hospital de ojos Takeo para los pobres y fundó un Programa de Rehabilitación para Camboyanos Ciegos, entrenando a trabajadores sociales, oftalmólogos y enfermeras para atender a los ciegos incurables. Luego fue elegido al Concejo General de los Padres y Hermanos de Maryknoll del 2002 hasta el 2009, hasta que retornó a Camboya para codirigir el programa de Maryknoll en respuesta al VIH/SIDA.

Después fue a Sudán del Sur en el 2011 y ayudó a entrenar a enfermeras registradas. El Padre Barth también trabajó entrenando a masajistas ciegos y ahora los anima a escribir solicitudes de financiación para que puedan crear otros programas de entrenamiento. Después de más de tres años en el país, dice, continúa admirado de lo felices y positivos que pueden ser los sudaneses del sur, a pesar de los contratiempos.

Este año, el equipo de la clínica Buluk buscará escolares del área de Juba y darán entrenamiento básico a maestros y trabajadores de salud de lugares remotos para que ofrezcan exámenes de la vista y sepan quiénes necesitan espejuelos y quiénes tienen condiciones más serias.

“Espero que para el 2017 podamos tener varias ferias para el cuidado de la vista”, un sistema en el que pueden ir a lugares remotos para proveer cuidado gratis a cientos de personas.

Cinco adultos impedidos de la vista (sentados) muestran certificados como masajistas, que recibieron en un programa de entrenamiento laboral iniciado por el Padre Barth.

Cinco adultos impedidos de la vista (sentados) muestran certificados como masajistas, que recibieron en un programa de entrenamiento laboral iniciado por el Padre Barth.

El Padre Barth espera replicar el trabajo del centro en otros estados de Sudán del Sur.

Después de entrenar a un director administrativo para el centro, se pondrá en contacto con otros ministros o uno de los tres hospitales católicos en las afueras de Juba.

“Mi plan es ofrecer este tipo de asistencia en otras partes del país”, dice Barth. “Estamos hablando de establecer una clínica de la vista, entrenar al equipo y obtener el equipo con las donaciones de benefactores”. Barth es optimista, sabe que las cosas pueden ser desafiantes, pero no imposibles.

“La clave es crear las condiciones, como con este hospital. Sólo hay que darles la oportunidad que necesitan, para que ellos continúen”, dice el Padre Barth. “Sólo necesitaban un poco de ayuda, y eso es lo que Maryknoll hace”.

Foto principal:  Una mujer ciega frente a una casa construida por Caritas en Sudán del Sur, donde uno de cada cuatro habitantes carece de cuidado de salud y donde un misionero de Maryknoll ha establecido una clínica de ojos. (CNS/Sudán del Sur)

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Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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