La llave a la felicidad

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: James T. Keane
Fecha de Publicación: Ene 1, 2016

Visita del papa a Estados Unidos reanima la fe católica

 

Quiénes son estos millones de católicos alborotados, me preguntaba con asombro cada vez que miraba a mi alrededor las masas que siguieron al Papa Francisco en Philadelphia y Nueva York. ¿Por qué lo siguen?

El itinerario del papa incluyó 25 eventos en seis días, algo extenuante para cualquier medida, más aún cuando se considera que él tiene 78 años de edad y que su visita se produjo justo después de un viaje igual de ocupado a Cuba.

Escenas de la visita del Papa Francisco a Estados Unidos. CNS/Philadelphia

No obstante, parecía que él obtenía su energía de las multitudes en lugar de ser drenado por ellas. Decir que las multitudes tenían la misma reacción es poco. Las masas estallaron de emoción en cada lugar que visitó: la Casa Blanca, Central Park, Madison Square Garden e Independence Hall. Y no sólo los lugareños, sino también los peregrinos, como la familia Broek con cinco hijos, que vino desde Anchorage, Alaska para verlo; y no sólo entre católicos, sino entre muchos otros peregrinos que conocí cuyo entusiasmo por Francisco era casi igual al de su rebaño católico.

Como reportero, tuve el privilegio de ver al Papa Francisco toda la semana. Aprendí mucho de esa experiencia—lo principal es que nunca quiero llegar a ser papa, por si alguien me pregunta.

Escenas de la visita del Papa Francisco a Estados Unidos. CNS/Philadelphia

Durante su visita Francisco también nos dio lecciones valiosas sobre uno de sus temas favoritos: Misión. Aquí, algunas reflexiones sobre algunos de los puntos más importantes.

La misión no es “nosotros contra ellos”. Tal vez el momento más conmovedor de su visita fue el servicio de oración en la Zona Cero en el bajo Manhattan, el sitio del ataque el 9/11 a las Torres Gemelas. En los años transcurridos desde aquel horrible día ha habido momentos en los que más de uno de nosotros hemos visto la Zona Cero como un símbolo imaginario de una lucha global contra enemigos musulmanes. Pero Francisco no habló de cruzadas o amenazas externas a la civilización cristiana en la Zona Cero; en cambio, habló de la necesidad universal de respetar las diferencias y trabajar por una paz que nace de la justicia. “En las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir en un mundo de paz”, dijo Francisco. “Frente a todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos desde las diferentes lenguas, culturas, religiones y alzar la voz a todo lo que quiera impedirlo. Juntos hoy somos invitados a decir ‘no’ a todo intento uniformante y ‘sí’ a una diferencia aceptada y reconciliada”.

Escenas de la visita del Papa Francisco a Estados Unidos. CNS/Philadelphia

¿Qué significa esto para los que estamos involucrados en el trabajo de la misión? Es una lección difícil, y tal vez perturbadora, porque nos invita a reconocer que unidad no es lo mismo que uniformidad, y tal vez más bien la antítesis. Y que tal vez el plan de Dios siempre tuvo la intención de que la humanidad tenga formas únicas de vida, diversas formas de hablar, y, también, diferentes formas de creer.

La misión no es siempre hacia afuera, no siempre hacia una tierra lejana. A menudo nuestra tentación como estadounidenses es ver la misión como un reto en el extranjero. Uno “va en misión”, para usar la jerga tradicional. No es así, de acuerdo con Francisco: Para hacer misión sólo hay que mirar a la derecha o a la izquierda en las aceras de la ciudad. “En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo ‘el ritmo del cambio’, quedan silenciados tantos rostros por no tener ‘derecho’ a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad”, dijo Francisco en su homilía en el Madison Square Garden. Ellos son “los extranjeros, sus hijos (y no sólo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor”. Pero ellos también son merecedores del mensaje del Evangelio y de la atención de la comunidad cristiana. Nosotros no sólo tenemos que ver los enfoques tradicionales del trabajo misionero para encontrar oportunidades para vivir el llamado del Evangelio. Eso se puede encontrar sólo si tenemos ojos para ver.

Escenas de la visita del Papa Francisco a Estados Unidos. CNS/Philadelphia

Pocos días antes, el Papa Francisco demostró que no es sólo palabras: cuando se le dio la oportunidad de cenar con los líderes del gobierno después de su discurso ante el Congreso, Francisco prefirió cenar con los desamparados en un comedor de beneficencia en Washington, D.C.

La alegría del Evangelio es algo más que un título. Quizá asociamos la frase “la alegría del Evangelio”, cuando pensamos en la primera exhortación apostólica de Francisco, Evangelii Gaudium. Pero para todos los que vieron a Francisco en la calle, en una iglesia, o en otro lugar durante su visita de una semana (incluso en la televisión), algo quedó claro: este hombre no finge. Francisco parece aburrido a veces, otras molesto y se le ve cansado con cierta frecuencia. Pero cuando es feliz, todos lo notan: irradia alegría. Para mí fue un momento de enseñanza darme cuenta cuándo es que está más alegre. Su rostro se iluminó cuando se encontró con un desconocido, cuando abrazó y besó a una persona discapacitada, cuando estuvo rodeado en un salón de clases de niños pequeños.

El Sumo Pontífice saluda a uno de los reos en la cárcel Curran-Fromhold en Philadelphia.

¿Dónde encontramos esos escenarios encomendados a nosotros como oportunidades para la santidad? ¿Dar la bienvenida al extranjero, consolar a los afligidos y cuidar de los más vulnerables? Son temas bíblicos constantes, en las promesas y mandamientos de Dios al pueblo de Israel, en las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento, y continúan con nosotros como características de la vida cristiana. Lo que el rostro de Francisco insinúa, sin embargo, es que esto no debe ser visto simplemente como los deberes de una persona que responde a su llamado a la misión cristiana; sino que debe verse como la llave a la felicidad.

Foto principal: El Papa Francisco transmitió alegría durante su viaje a Estados Unidos. Aquí momentos después de dar un discurso en el Festival de Familias en Philadelphia, septiembre 2015.CNS/Philadelphia

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James T. Keane

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