Una familia de inmigrantes indocumentados—Felipe, María y sus cuatros hijas bellas—tuvieron la dicha de conocer al Papa Francisco. (He cambiado sus nombres.)
En su visita a Estados Unidos, el Papa Francisco quiso conocer a las familias más pobres y marginadas de la sociedad. La familia de Felipe fue una de las elegidas para conocer al papa.
Vestidos con ropa típica mexicana, la familia de Felipe y María viajó desde su humilde hogar en una área rural al norte de Nueva York para recibir la bendición del Santo Padre. Estaban nerviosos y emocionados.
“Familias que están en la misma o peor situación que nosotros nos han dicho que van con nosotros en espíritu. Siento que representamos a todos”, dijo Felipe. Una de sus hijas, de 15 años, escribió una carta al papa. En ella, la joven le pide que hable por los millones de indocumentados quienes viven bajo una sombra migratoria que no les permite estar en paz.
En la dicha de su encuentro con el papa, Felipe y María le regalaron una copia de mi libro, Jesus Was a Migrant. Esta colección de reflexiones combina experiencias pastorales de unos 12 años, con espiritualidad bíblica. Las reflexiones describen la situación de los inmigrantes y trabajadores migrantes de hoy en día. Son historias de injusticias y sufrimiento, pero también de una gran solidaridad y profunda fe que caracteriza a inmigrantes latinos.
Al ver la portada, ¡el Santo Padre sonrió! La sonrisa seguramente era de reconocimiento, al vislumbrar la cara de Jesús atrás del alambre de púas que aparece en la portada del libro. Al entregarle el libro, Felipe le dijo al Papa Francisco: “Se lo regalamos porque nos sentimos parte de él. Relata nuestras historias”.
La visita del Papa Francisco marca un momento nuevo en la Iglesia de Estados Unidos. Me hace pensar en el Evangelio de San Lucas (4:14-21): “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.
El Santo Padre vino a compartir la Buena Noticia con todos, sin excepción; sin embargo, los corazones heridos—como los de Felipe y María—recibieron una gracia especial.
El papa nos recuerda que su propia familia migró de Italia a Argentina. El joven Jorge Mario Bergoglio creció en una comunidad de emigrantes europeos en Buenos Aires. Durante la crisis económica de la década de 1930, su abuelo compró un almacén con dinero prestado, y su padre también tuvo que luchar para establecerse en su nuevo país. Por eso, en varias ocasiones el Papa Francisco ha dicho: “Yo sé lo que es la migración”.
Y ante el Congreso de Estados Unidos, el papa también habló a favor de los inmigrantes: “Las personas de este continente no le tememos a los extranjeros porque muchos de nosotros fuimos extranjeros”.
Quién mejor para llevar las Buenas Nuevas a los pobres de la nación más poderosa del mundo; a los que viven en las calles, los campos, las cárceles, los centros de detención y los barrios peligrosos y violentos de Estados Unidos; y entre estos pobres, a los más marginalizados— los inmigrantes indocumentados.
El Papa Francisco nos invita, sobre todo a los poderosos, a dejar la ceguera a favor de los pobres. Nos recuerda que el Hijo de Dios llegó al mundo como un migrante sin hogar.
Foto principal: El Papa Francisco recibe obsequio en reunión con familias inmigrantes en la escuela Nuestra Señora Reina de los Ángeles en Nueva York durante su visita, septiembre 2015. CNS/Nueva York.