Dar la bienvenida a Jesús como extranjero
Al continuar la celebración del Año Jubilar de la Misericordia, les invito a reflexionar y recordar ejemplos concretos en su vida en los que fue bendecido por la misericordia de los pobres. Una de las muchos “rostros” que tiene la pobreza es evidente en los millones de refugiados y desplazados internos en todo el mundo, así como en las innumerables personas sin hogar que viven en las calles, en nuestras áreas urbanas aquí en Estados Unidos, cuyas historias escuchamos y vemos a diario en los noticieros de la noche.
En el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, Jesús se identifica a sí mismo como el Hijo del Hombre, y recuerda a sus oyentes: “…estaba de paso y me alojaron”. Jesús explica, además, que brindar a los demás compasión y misericordia es en realidad brindársela a él quien está presente en los demás. Se nos recuerda aquí que todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Quienes se ven obligados a abandonar sus hogares debido a la guerra, persecución religiosa o social, o por otras razones legítimas, también se ven obligados a buscar una vida más segura y pacífica para sus familias y seres queridos en otro lugar. En esta edición les presentamos cómo tres misioneros laicos ministran a refugiados en Brasil; cómo un sacerdote Maryknoll sirve a desplazados internos en un campamento de la ONU en Malakal, Sudán del Sur; y serán testigos del crecimiento de Edward Cheserek, un refugiado de Kenya que se ha convertido en uno de los principales corredores de distancia aquí en Estados Unidos.
Cuando lleguá como misionero por primera vez a Tanzania en 1976, yo era un extraño en una tierra extraña; y recuerdo que poco a poco fui recibido de una manera cálida en los hogares de las familias de los pobres. Fue sólo en la reflexión sobre esta experiencia, muchos años después, que reconocí mi propia pobreza y dependencia en otros cuando llegué a Tanzania. Necesité de mis anfitriones para que me enseñen su lengua, cultura, costumbres y tradiciones para comenzar a vivir mi vocación misionera allí.
Somos verdaderamente transformados y bendecidos por los pobres que nos reciben. ¿Cómo vamos en cambio a recibir y dar la bienvenida no sólo a los refugiados que buscan asilo aquí en Estados Unidos, sino también las personas sin hogar, hombres, mujeres y niños que viven en las calles en medio de nosotros y dentro de quienes Jesús está presente?