Hermana Maryknoll empodera a personas en extrema pobreza a superarse a pesar de su difícil entorno en Tanzania
Upendo, que significa amor en swahili, es el nombre de dos grupos de personas vih-positivas con quienes Natividad se reúne con regularidad. Los 50 miembros se reúnen para orar, compartir alimentos y hablar de sus preocupaciones, dolores, alegrías y tristezas. Uno de los sufrimientos que deben soportar es la pobreza, dice, porque a menudo se les niega el trabajo debido a su enfermedad. “Hay un estigma asociado a tener el vih/sida”, dice Natividad.
En una de las reuniones de Upendo, Natividad preguntó a los miembros, que son en su mayoría mujeres, si estaban interesados en hacer algo que les ayudaría a ganar dinero. “Decidieron que si podían hacer jabón, no costaría demasiado para producir y es algo que todos en la comunidad necesitan”, dice Natividad. ¡Así nació el proyecto! Los miembros no sólo comparten los beneficios, dice ella, sino que hacen algo útil y productivo que levanta sus espíritus y les da coraje.
El deseo de servir a la gente atrajo a Nati-Vizcaya en el norte de Filipinas. “Cuando leí el libro Lo Hacemos por Jesús, un libro sobre la obra de la Madre Teresa de Calcuta, se encendió mi pasión por servir a los más pobres de los pobres”, dice, añadiendo que se unió a las Hermanas Maryknoll porque su carisma es “llegar a la gente en las periferias, en donde se encuentren por todas partes del mundo”.
Además de su ministerio en Upendo, ella va una vez por semana al centro para niños maltratados Karibu (Bienvenido). Allí se reúne con niños cuyos sufrimientos incluyen ser golpeados, quemados, violados, rechazados y abandonados. Ellos participan en un programa que utiliza diversos métodos para calmarlos y curarlos de los traumas. El programa incluye música, ejercicios físicos, ejercicios de respiración y psicoterapia. Natividad trabaja con un grupo de 21 niños y 14 niñas. “Es muy triste ver a los niños sufriendo tanto dolor y, a veces han sufrido atrocidades tan horribles que es difícil contar, y en sus propias familias”, dice Natividad.
Ella habla de dos niñas que estaban tan traumatizadas por sus madres que ninguna podía caminar o hablar cuando comenzó a trabajar con ellas. “Aisha fue gravemente golpeada por su madre”, dice la misionera. “Mwajuma estaba tan hambrienta y abandonada por su madre que cuando la encontraron, sólo era piel y huesos”. Después de trabajar con las chicas, dice: “Ahora, cada vez que me ven, vienen corriendo a mi encuentro, abrazan mi pies y sólo quieren ser abrazadas y ¡sentarse en mi regazo! Estas dos ángeles preciosas me dan tanta alegría, ya que he visto como se han transformado de víctimas heridas de abuso en alegres, dulces y amorosos niñas”.
El centro Karibu también trabaja con los abusadores, a menudo uno de los padres o tutores, con la esperanza de que a través del asesoramiento, también ellos pueden ser sanados de la profunda ira que llevan dentro de ellos, lo que hace que abusen de sus hijos. El abuso, dice, está a menudo relacionado con la pobreza. “Los padres y tutores no tienen los medios para apoyar a sus hijos y se enojan”, dice ella. “Algunos adultos fueron abusados ellos mismos y ahora abusan de sus hijos”. El programa de Karibu, informa, ha tenido cierto éxito en felizmente reunir a los niños con sus padres, abuelos u otros familiares.
Natividad también colabora con Costansia Mbogoma, una afiliada Maryknoll de Tanzania y ex alumna de las Hermanas Maryknoll. Juntas proporcionan libros, uniformes, zapatos y otros artículos a 60 jóvenes pobres entre 7 y 16 años de edad, para que puedan ir a la escuela.
Mbogoma, viuda y madre de siete hijos adultos, ha abierto su hogar para que ella y Natividad enseñen a las madres y abuelas de estos jóvenes habilidades de generación de ingresos para mantener a sus familias. “Quiero compartir lo que he recibido, especialmente de las Hermanas Maryknoll”, dice Mbogoma. “Maryknoll es parte de nosotros”.
Natividad y Mbogoma contrataron a alguien para que enseñe a teñir ropa para vender. “Le enseñé a las mujeres como convertir retazos de ropa en artículos vendibles, como tarjetas de felicitación, delantales, agarradores y colchas, cortando los trozos y cosiéndolos”, dice la Hermana Maryknoll. Las mujeres se han vuelto expertas en esto: reparten las ganancias entre todas y han abierto una tienda llamada Creaciones con otros tres grupos de caridad, lo que les permite vender sus productos durante todo el año.
El grupo de mujeres lleva el nombre Chanua, que significa flor y florecer, dice Natividad, es lo que han hecho. A medida que su éxito aumenta, sus relaciones se profundizan dice, lo que comenzó como una empresa sencilla se ha convertido en una misión de ayuda y desarrollo mutuo.
Reflexionando sobre sus ministerios, Natividad dice: “He aprendido que misión es construir relaciones con Dios y los demás. Jesús nos enseña: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’. Estar con ellas, mostrarles el camino, ha ayudado que estas mujeres descubran que juntas y con la ayuda de Dios son capaces de mover montañas. Descubrieron esta verdad sobre ellas mismas; como resultado ahora son verdaderamente capaces de sostener y celebrar la vida”.
Foto principal: La Hermana Maryknoll Genie Natividad (centro) brinda consejería a un grupo de apoyo para personas con vih/sida en Mwanza, Tanzania.