Una iglesia sin edificio

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: Michael Bassano, M.M.
Fecha de Publicación: Mar 1, 2016

Un sacerdote Maryknoll sirve a los desplazados por la Guerra en Sudán del Sur

 

Cuando estalló la guerra civil en la recientemente formada nación de Sudán del Sur a fines de 2013, el Padre Maryknoll Michael Bassano fue evacuado de Malakal, en el noreste del país, donde cumplía servicio misionero. Regresó a Malakal el pasado septiembre y encontró la ciudad de 250 mil habitantes mayormente abandonada y destruida. Reanudó su ministerio con los más marginados mudánsose al campamento de la Organización de Naciones Unidas para desplazados internos, es decir, para refugiados que permanecen en su propio país. El Padre Bassano de Binghamton, Nueva York, envió estas reflexiones desde el campamento, que acompañamos con fotos del fotógrafo Paul Jeffrey.

Bassano celebra la Misa dentro del campamento de refugiados.

En movimiento
Estos últimos meses han sido momentos de cambio y transición en el campamento de la ONU. El campamento ahora da cabida a 48.000 personas. La mayor parte de nuestra comunidad católica se trasladó a este nuevo lugar, donde se les dio nuevas tiendas de campaña para sus familias.El lugar para la construcción de la Iglesia Católica aún no ha sido decidido por las autoridades; nuestra gente espera esperanzada.
Mientras tanto estamos celebrando la Eucaristía en el campus de World Vision School en la nueva sección del campamento. Todas las tribus—Nuer, Shelluck y Dinka—participant en conjunto en la celebración con coros y bailarines; todos unidos en la fe y la oración.

Compartiendo cucharas
Fue un día de fuertes lluvias, con mucho barro por todos lados. Cuando la lluvia paró, decidí ponerme las botas y dar un paseo para ver cómo la gente había capeado el temporal. Había tanta agua y barro que era difícil caminar, pero pude llegar a visitar a la familia de Julia. En la tienda de campaña donde vivían se había filtrado el agua y había barro en el interior, pero se las arreglaron para limpiar todo lo mejor que pudieron y me invitaron un vaso con agua. Me iba a quitar las botas, pero me dijo que estaba bien y que tome asiento. Después de saludar a la familia y beber el agua, me puse de pie para marcharme, pero me dijeron que debía almorzar con ellos. Pusieron un plato grande de espaguetis con queso en el centro y cuatro cucharas. Me dieron una cuchara y los niños y adultos iban a usar las otras tres. La madre dispuso que yo tenga una ración especial, pero yo pasé mi cuchara para que todos compartamos. Cuán agradecido me sentí al ver el reino del cielo visible en la tierra.

Bassano consuela en el suelo de una capilla improvisada a un desplazado que recién acaba de llegar al campamento de refugiados internos en Sudán del Sur.

Antepasados vivientes
Gabriel Chol fue asignado para la lectura de las Escrituras en el Día Internacional de la Paz en septiembre. A punto de iniciar la celebración, fuimos informados que habían llevado a Gabriel al hospital porque estaba enfermo. Después de la misa fuimos a visitarlo. Tenía malaria grave. Oramos juntos con él y su familia. Unas horas más tarde, murió. Gabriel tenía sólo 50 años de edad y dejó a su esposa y tres hijos. Al día siguiente fuimos al cementerio del campamento, donde Gabriel fue enterrado en una gran fosa con otras tres personas fallecidas, entre ellos un niño de 3 años de edad, quien también murió de malaria. Tres días más tarde tuvimos una ceremonia en memoria de Gabriel y dijimos esta oración africana:

Los muertos no están muertos.
Nosotros los escuchamos en el susurro
del viento y en toda la creación.
Viven en nuestros corazones
y nos vigilan y protegen.
Viven en nuestras familias,
especialmente en los recién nacidos
que llevan sus nombres.

El Padre Bassano bendice a Veronica Bol, una mujer desplazada, quien dio a luz a gemelos en un hospital provisto por el ejército de India en el campamento para refugiados dirigido por Naciones Unidas en Malakal, Sudán del Sur, 2015.

Partiendo dulces
De vez en cuando después de celebrar la Eucaristía en el campamento de la ONU, algunos jóvenes de la comunidad católica me acompañan a visitar a los enfermos en el hospital. Por lo general compramos algunos dulces, que ellos llaman halawa, para dar a los pacientes, especialmente los niños. Un día después de ir al hospital, los jóvenes y yo caminábamos de regreso a casa. Como quedaban unos dulces en la bolsa se los di. Los jóvenes quebraron el halawa en pedazos. Nadie se quedó sin un pedazo de dulce.

Ser vulnerable
Un domingo de octubre al celebrar la Eucaristía con la comunidad católica, me sentí resfriado y un poco débil. Al final de la celebración, quedé sin energías y me senté a descansar. Las mujeres de la Legión de María estaban preocupadas y me trajeron un poco de jugo de fruta para beber. Me sentí mejor después de tomar la bebida y regresé a casa.
El lunes por la mañana, Esteban, uno de los catequistas, vino a visitarme y me dijo que íbamos a comer toda la semana en la pequeña tienda de campaña de Verónica, una de los miembros de la Legión de María. Me resistí al principio, pero Esteban, dijo que Verónica había recibido parte del dinero de la colecta de la iglesia del domingo para cuidar de su sacerdote, y asegurarse de que estaba en buen estado de salud. Acepté su amor y preocupación, al reconocer que la vida se trata de dar y recibir.

Ser Iglesia
La comunidad católica se reunió para celebrar el Día de los Muertos el 2 de noviembre. Como todavía no tenemos un lugar asignado para construir nuestra capilla seguimos usando las facilidades de World Vision School Escuela Visión Mundial para celebrar la misa los domingos. Pero el día de los muertos era un lunes y la escuela estaba en sesión, por lo que decidimos celebrar la misa en un área abierta cerca del mercado. Todos los que vinieron cantaron y oraron juntos. Estábamos unidos en Iglesia como Pueblo de Dios sin necesidad de un edificio.

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Sobre la autora/or

Michael Bassano, M.M.

El Padre Michael Bassano llegó a la Región Africana de Maryknoll después de servir con Maryknoll en Chile y Tailandia. Nacido en Binghamton, Nueva York, fue ordenado en la Diócesis de Syracuse en 1975. Se convirtió en asociado de Maryknoll en 1987 y fue asignado a la región de Chile de la Sociedad durante 10 años, donde atendió a las familias de personas detenidas y desaparecidas en el distrito sur de Santiago. El Padre Michael hizo su juramento final a Maryknoll en 1998 y fue asignado a Bangkok, Tailandia, trabajando con pacientes con VIH/SIDA, así como con niños huérfanos y maltratados en los barrios marginales de Khlong Toey. Actualmente, acompaña a personas en un campamento de la ONU en Malakal, Sudán del Sur, que han sido desplazadas por la guerra civil.

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