El verano pasado, tuve la dicha de reflexionar sobre la Biblia y la migración con mujeres jóvenes. Estas líderes laicas se reunieron por dos semanas en el Cornwall Grail Center en Nueva York. Procedían de África del Sur, Mozambique, Papua Nueva Guinea, Australia, Portugal, México, Brasil, Ecuador y Estados Unidos. Grail es un movimiento internacional de mujeres comprometidas con la búsqueda espiritual, la sostenibilidad ecológica y la transformación social. Fue fundado en Holanda en 1921, por el sacerdote Jesuita P. Jacques van Ginneken y cinco mujeres holandesas. Actualmente, cuenta con unas 1,000 integrantes que viven y trabajan en 17 países, realizando proyectos de pastoral, ecología, servicio social, educación y salud.
Flavia Olimpia Jose Duvane, 33, quien tomó parte en el programa, trabaja mucho en su comunidad de Maputo, Mozambique. Sirve como catequista en su parroquia, y también es voluntaria en un orfanato, donde desarrolla actividades para las niñas. Miembra activa del Grail, Flavia y sus compañeras abogan por las niñas de Mozambique—uno de los países más pobres del mundo—incluso llevando hasta Naciones Unidas un mensaje de respeto por los derechos humanos.
Con Flavia, las jóvenes del programa concordaron que la migración en sus respectivos países es una problemática actual. Pero como la mayoría de nosotras, ninguna había pensado que esa misma problemática se encuentra en la Biblia, en donde se observa que la movilidad humana es una fuente de desafío y también de bendiciones.
Durante las sesiones, hablamos de las historias de Adán y Eva, exiliados del Paraíso. Vimos el Éxodo, cuando los israelitas huyen de la esclavitud, viajando por el desierto hacia la Tierra Prometida. Aprendimos sobre el Exilio, y las deportaciones de tantos judíos de Jerusalén; leímos su lamento en el Salmo 137: “Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sion”.
Para las participantes, fue sorprendente darse cuenta que las historias bíblicas nos hablan—no sólo sobre hechos sucedidos hace 2,000 años, sino hoy en día. Dice Flavia: “Nunca pensé relacionar mi vida con las Sagradas Escrituras”. Continúa: “Cuando en el programa, hicimos un estudio sobre Agar, Abraham y Sara, sentí que estaba leyendo sobre mi propia historia”.
La historia de Agar en el Libro del Génesis cuenta de una esclava de origen egipcio, que era explotada por Abraham y Sara. No obstante, Dios le promete a Agar que su descendencia sería grande. Después de mucho maltrato a manos de Sara, por fin, es expulsada de la casa de Abraham (quien no la protege, aunque ella le ha dado un hijo). Sobreviviente de violencia psicológica, un embarazo forzado y pobreza, Agar es escogida por Dios.
Las mujeres jóvenes del programa se impresionaron. Preguntaron: ¿Cómo era posible que Sara pudiera tratar a Agar así? ¿Dónde estaba la solidaridad entre las dos madres? ¿Y cómo pudo haber rechazado Abraham a la madre de su propio hijo? Las preguntas nos hicieron pensar en momentos en los cuales necesitábamos que otra persona nos extendiera la mano…pero en los cuales nos quedamos defraudadas. Las jóvenes concluyeron que, hoy en día, las mujeres (¡y los hombres!) nos traicionamos unos a otros también. Por falta de solidaridad entre razas, culturas, y clases socioeconómicas, los migrantes de hoy—entre ellos, muchísimas Agares—buscan medios de sobrevivencia.
“[La historia de Agar] me tocó muy a fondo porque me recordó un episodio triste en mi vida”, dice Flavia. “Fui expulsada de la casa de mi madre a causa de conflictos en la familia”. Fue a quedarse en la casa de su hermano. Gracias al grupo del Grail, Flavia creció, se hizo más independiente y más segura de si misma. Relata: “Fue un choque muy duro pero con el tiempo, me fui superando. El Grail ayudó mucho, me dio mucho apoyo”. Se reconcilió con su familia. Con la fortaleza y perseverancia que aprendió por medio de sus vivencias, Flavia llegó a ser una líder en su comunidad. Como Agar, su lucha está dando fruto.
Que seamos personas de solidaridad en este caminar hacia el Reino.
FOTO PRINCIPAL: Líderes del movimiento Grail marchan en Nueva York por protección del medioambiente. Cortesía de Cornwall Grail Center.