Jóvenes latinos levantan la Pastoral Juvenil Hispana en su arquidiócesis
A pesar que Newark, Nueva Jersey es una de las 10 arquidiócesis más grandes en Estados Unidos—con un promedio enorme de jóvenes hispanos—no contaba con una pastoral juvenil hispana a nivel arquidiocesano. Pero desde hace tres años cambió de rumbo para responder mejor a las necesidades de los jóvenes a través de la oficina de Pastoral Juvenil Hispana (PJH). Para hacerlo, encontró apoyo en los jóvenes líderes quienes—por su propio ímpetu y de manera voluntaria—por años ya estaban levantando la pastoral juvenil en sus propias parroquias.
Andrés Felipe Gutiérrez, un joven colombiano de 30 años, es uno de esos líderes. En su tiempo libre, Gutiérrez ha liderado la Pastoral Juvenil Hispana en su parroquia, Nuestra Señora de Fátima en North Bergen, Nueva Jersey, por los últimos tres años. De lunes a viernes él trabaja en construcción en Manhattan y los sábados trabaja en un restaurante, así que el tiempo libre para este carismático joven adulto es un lujo sin precio. De cualquier modo, decidió entregar su poco tiempo disponible para apoyar los jóvenes de su parroquia.
Actualmente, de las 210 parroquias de Newark, 78 tienen algún tipo de ministerio hispano; incluyendo a 30 grupos de pjh con 50 jóvenes líderes latinos activos—la mayoría de ellos voluntarios.
De su trabajo voluntario Gutiérrez dice: “La recompensa más grande es que un joven esté contento”. Antes de llegar a Estados Unidos en 2011, él enseñaba catecismo a jóvenes en Colombia y estudiaba ingeniería eléctrica. Ahora en Newark, sigue sembrando fe. “Mi meta principal es formar más y mejores líderes,” dice él. “Líderes con formación en la Palabra, que tengan una relación íntima con Jesús. Porque donde no está Jesús, no hay amor, no existe la esperanza”.
Formar jóvenes católicos latinos no es nada fácil en Newark debido a problemas de inmigración, discriminación, pobreza y pandillaje. Gutierrez señala que hay jóvenes que sienten temor de participar en sus parroquias por amenazas de las pandillas, y que muchos se unen a las pandillas por falta de amor, por la búsqueda de un sentido de familia que de alguna manera encuentran en las pandillas.
Gutierrez ha ministrado a chicas que fueron echadas de sus casas por quedar embarazadas; a jóvenes que se han querido suicidar. “Se sienten solos y lloran por horas porque sus padres no fueron capaces de darles el amor que necesitan,” dice él.
El Padre Bismarck Chau, originario de Nicaragua, fue el primer director asociado de la pjh de la arquidiócesis. Cuando llegó, encontró algunas parroquias con fuertes ministerios juveniles, como la de Gutiérrez, pero nada coordinado a nivel arquidiocesano. “Aunque los jóvenes latinos son bilingües, no respondían a emails en inglés”, dice. “Empezamos a escribirles en español, y de repente, el ministerio juvenil empezó a florecer”.
El sacerdote explica que estos jóvenes—que les gusta las hamburguesas tanto como los tacos y a veces hablan mejor el inglés que el español—no se sentían cómodos yendo a las reuniones juveniles en inglés. “No se trata del lenguaje”, dice el Padre Chau, “se trata de la cultura”. Después de unir a los diferentes grupos hispanos de la arquidiócesis, de pronto el Padre Chau se encontró patrocinando eventos para 200 jóvenes latinos.
Como muchos inmigrantes, el Padre Chau llegó a Texas como “mojado” en 1984. Tenía 16 años y escapaba el servicio militar que en Nicaragua es obligatorio a los 17 años. Aquí se reencontró con su madre y poco después, fue invitado a un encuentro juvenil en Nueva York. La experiencia iluminó su camino al sacerdocio. “No sé porqué el Señor me eligió”, dice Chau, pero respondió al llamado de Dios, y fue ordenado sacerdote en 2008.
Hace siete meses, el Padre Chau fue designado a dirigir dos parroquias en Newark y entregó el cargo de director asociado de la pjh al Padre Estermino Chicas, conocido como “Padre Mino”, originario de El Salvador. Ahora, Gutiérrez ayuda al Padre Mino a coordinar todos los líderes de la pjh de Newark.
“Andrés es mi jefe”, bromea el Padre Mino, “él es mi mano derecha. Admiro su entrega”. Juntos planean cómo responder a las necesidades de los jóvenes—desde fiestas a programas de formación—mientras se preparan para eventos como el V Encuentro Nacional Hispano que se llevará a cabo en 2018.
El Padre Mino, quien ha sufrido robos en Newark varias veces, dice: “Esta cultura es bastante fuerte para inmigrantes. La delincuencia y las pandillas en Newark cada vez suben. Muchos jóvenes caen en la depresión, el alcohol o las drogas. Demasiados alumnos dejan de ir a la escuela”.
El Padre Mino sabe lo que es sobrevivir una cultura de violencia. Él es de El Mozote, un pueblito salvadoreño donde el ejército asesinó a más de 1,200 personas. “Perdimos todo—tierra, casa; 15 familiares fueron masacrados por el ejército salvadoreño”, dice. Él y su familia lograron escapar antes de la masacre. “Nos refugiamos de lugar en lugar, apenas existiendo”, dice. Su familia huyó a Honduras y luego a México, hasta que un tío les convenció que se mudaran a Newark.
Cuando llegó en 1988 a Estados Unidos, no había terminado el 5º grado. “Trabajé en un restaurante lavando platos y cocinando”, dice. En 1994 fue a un encuentro católico donde se encontró con una comunidad de latinos de la misma diáspora. Aquí empezó a sentir su llamado vocacional.
“Dios me hizo ver que la gente hispana necesitaba sacerdotes hispanos. Y de repente sentí la fuerza que lo podía hacer”, dice. Se puso a estudiar de noche para obtener su diploma equivalente a la secundaria; después, con la ayuda de su iglesia, logró entrar a la prestigiosa universidad Seton Hall donde se recibió en teología y filosofía.
Después de 12 años sin papeles, cuando al fin recibió su ciudadanía y pudo viajar, empezó a organizar viajes misioneros a El Salvador con estudiantes de Seton Hall. “Por la guerra habíamos perdido todo sentido de Iglesia”, dice él. Es su sueño poder llevar a los jóvenes de Newark en viajes misioneros también, pero muchos no pueden viajar.
“Hay mucha fe en esta generación de jóvenes hispanos que vinieron como migrantes, tienen una experiencia de Iglesia bastante profunda,” dice él. “Pero el miedo—de manejar, vivir sin papeles y en peligro de redadas—los ancla”.
Pero la recompensa, dice Andrés Gutiérrez, es mucho más grande que la cruz. “Si estamos aquí, fuimos creados para hacer algo bueno”, dice. “Quiero mostrar a los jóvenes lo que es posible, para que tengan esperanza. Quiero sembrar más y mejores líderes. Porque un buen líder preparado tiene una buena comunidad. Y hay mucho que hacer”.
Foto principal: Jóvenes hispanos de Nueva Jersey compartieron logros y retos que enfrentan los jóvenes del país durante la reunión anual de La Red, National Catholic Network de Pastoral Juvenil Hispana, que se llevó a cabó en Elizabeth, Nueva Jersey en septiembre del 2015.