Era época de lluvias cuando manejé por las praderas
hacia una capilla distante en Tanzania para celebrar la Pascua.
A mitad del camino el lodo de una llanura pantanosa se puso espeso.
Dejé mi camioneta y caminé la última milla y media.
Con lodo hasta mis tobillos llegué, mojado, sucio y cansado.
La gente corrió hacia mí, aplaudiendo y bailando.
“¡El Padri ha llegado! ¡Tendremos Misa!”
Al prepararnos para celebrar la Eucaristía de la Pascua,
me olvidé de mi ropa empapada y enlodada, y de mi cansancio.
Miré las caras felices y emocionadas de
esta comunidad que conozco.
Esto es la misión de Maryknoll.
¡Esto hace que todo valga la pena!
Acompaño una pareja joven y bendigo su matrimonio.
Bautizo a su primer bebé, una niña llamada
Virginia, en honor a mi difunta madre.
Más tarde, después de mudarme a otra parroquia,
a menudo me pregunto:
¿Cómo estará su matrimonio?
¿Vida cristiana? ¿Niños?
En el primer grado, Virginia me escribe una carta
llena de garabatos, dibujos… y amor.
¡Esto hace que todo valga la pena!
Chacha, director de nuestro consejo católico local,
queda atrapado en una disputa legal sobre vacas.
El juez, injustamente, le envía a la cárcel en el lejano Mugumu.
Nos apenamos y hablamos, hablamos y nos apenamos.
Viajes a la corte, al juez, a la prisión,
en un sinfín de intentos para conseguir su liberación. Silencio.
De repente él aparece en la rectoría y grita:
“Estoy en casa. Soy libre”.
¡Esto hace que todo valga la pena!
Envío copias a nuestros obispos católicos
de artículos e informes sobre trabajo misionero.
Durante meses e incluso años no hay respuesta,
ni gracias; nada.
Me pregunto: ¿Estoy perdiendo mi tiempo?
Por casualidad, el Obispo de Bukoba me ve
y dice: “No he podido escribirte
para agradecerte. Lo leo todo.
Por favor, continúa enviándolos”.
¡Esto hace que todo valga la pena!
En la ordenación diaconal de Sabinus
hablamos de cómo el viaje de 14 años
hacia su vocación comenzó cuando llenó
los formularios de solicitud cuando yo fui su párroco
Durante los largos años a través de la escuela secundaria y seminario,
hasta llegar a su último año de teología.
Él me recuerda que le di un libro con una inscripción
que decía: “Mis oraciones te acompañarán
en todo tu camino hacia el sacerdocio”.
Se acordó de esto, todos estos años.
Yo también.
¡Todo valió la pena!