Sacerdote Maryknoll, uno de los primeros voluntarios el 11 de septiembre 2001, recuerda a los héroes que conoció.
¿Cómo pudo suceder esto? era la pregunta que escuchaba una y otra vez en la Iglesia de la Transfiguración, en la ciudad de Nueva York, y en las calles del Bajo Manhattan. Era el 11 de septiembre, 2001. Nadie comprendía cómo dos aviones comerciales se habían estrellado contra las torres gemelas del World Trade Center. La pregunta resumía el miedo, incredulidad y rabia que sentimos cuando nos dimos cuenta que estábamos siendo atacados.
Hoy, 15 años después, y en un mundo amenazado por el terrorismo, recuerdo el horror de ese 11 de septiembre. Pero, también tengo otras recuerdos en mi mente y en mi corazón.
Veo al personal del Hotel Millennium ministrando a personas quemadas, magulladas y desorientadas que huían de la torre norte en llamas cuando llegué a darles consuelo espiritual. Veo a la mujer seriamente quemada siendo sacada del edificio, quien me dijo: “Padre, por favor llame a mi hija y dígale que estoy viva”. Fue la primera de varias víctimas que me dieron sus números de teléfono.
Veo a otra mujer en una camilla con tan graves quemaduras que sólo una parte de su cara era visible a través de los vendajes. Recé el Padre Nuestro con ella mientras sus ojos se movían en respuesta.
Recuerdo haber corrido a agarrarme de la reja de hierro del cementerio de la Iglesia de St. Paul cuando colapsó la torre sur y que otras tres personas se agarraron de mi pierna, mientras quedamos sumergidos en la oscuridad de los escombros. En silencio nos apoyamos unos a otros, luchando por respirar.
Recuerdo haber visto la luz de nuevo y la devastación alrededor, mientras muchos buscábamos otros sobrevivientes. Nunca olvidaré al policía que surgió de los escombros y gritó órdenes para que saliéramos inmediatamente ya que la torre norte también estaba por colapsar. Le hice caso y me dirigí a la Avenida Broadway. Cuando la presión del aire de repente me empujó hacia adelante, supe que la torre había colapsado. Ese oficial salvó mi vida.
Mientras caminaba a tropiezos, cubierto en ceniza y con mi nariz sangrando, recuerdo las ambulancias que pararon para llevarme al hospital. Me rehusé y lentamente regresé al barrio chino. Cuando pasé por el tribunal federal y del condado en Foley Square, recuerdo que los auxiliares de justicia que asisten a la Misa de mediodía en La Transfiguración me reconocieron. Los veo subiendo corriendo las escaleras y volviendo con un contenedor de agua de refresco y virtiendo el agua sobre mí para intentar limpiar, sin éxito, el misterioso material cenizo que me cubría de pies a cabeza. Veo cada vez a más personas, con y sin uniformes, apareciendo para ayudar a los necesitados en esta situación caótica y confusa.
Recuerdo las miradas de horror y compasión de las personas que me vieron, cubierto en cenizas, subiendo la colina adyacente a la iglesia. En la escuela, donde los niños habían sido deliberadamente mantenidos desinformados de la tragedia, algunos de ellos lloraron al verme. Yo también lloré. El personal de la parroquia estaba visiblemente aliviado que yo había sobrevivido.
Luego vinieron los días y más días de funerales para bomberos, ejecutivos, oficinistas, y de aquellos a quienes conocíamos. En medio del indescriptible dolor y luto, recuerdo a los rescatistas, voluntarios y visitantes de todo el mundo quienes vinieron a echarnos una mano y a llorar con nosotros.
Hoy en día, cuando visitas el sitio donde ocurrió el desastre, verás que la belleza de los espejos de agua es una expresión de lo que queremos recordar de ese 9/11: que el sacrificio y el heroísmo de las personas superan con creces el odio de los que intentaron destruirnos.
Creo que cada uno de nosotros en nuestra propia manera tendremos la oportunidad de experimentar un 9/11 en nuestras vidas, cuando estemos llamados a arriesgar todo lo que tenemos para el bien de los demás, sabiendo que ellos también van a hacer lo mismo por nosotros. Para mí esa es la historia y el significado del 9/11.
El Padre Nobiletti, de Brooklyn, Nueva York, ha sido párroco de la Iglesia de la Transfiguración desde 1991. Previamente, sirvió en Hong Kong.
Foto principal: las torres gemelas del World Trade Center el 11 de septiembre, 2001. Gulnara Samoilova/U.S.