Perdón y misericordia entre los aymaras

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Francis McGourn, M.M.
Fecha de Publicación: Sep 1, 2016

Para los foráneos, el pueblo aymara en los Andes de América del Sur no es conocido por ser un pueblo misericordioso; algunos incluso los han pintado más bien como personas vengativas.

Sin embargo, durante mis muchos años de trabajo entre el pueblo aymara de Perú y Bolivia, a mí no me parecieron otra cosa que misericordiosos.

Las primeras veces que celebré la Misa con ellos, empecé a preguntarme por qué algunas personas salían de la iglesia cuando recién empezaba. Después de un tiempo de indagar sobre esto, descubrí lo que estaba ocurriendo. Los aymaras estaban tomando las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo, literalmente: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. (Mateo 5: 23-24)

Esta actitud sobre la misericordia y la reconciliación no se limitaba a la Misa. Los aymaras tienen muchos rituales y ceremonias de oración que se realizan en el hogar, en el campo o en las cumbres de las montañas. Cada una de estas ceremonias se inicia con una invocación a toda la creación y a todos los poderes del cielo y de la tierra para acompañarlos en su oración. Esa invocación es seguida por una “ceremonia del perdón” en la que todos los presentes están llamados a pedir perdón y perdonar a todos los demás, especialmente a quienes los han ofendido. Para los casos de graves disputas, las partes enfrentadas salen de la ceremonia y para reconciliarse entre ellos tal como lo hacen en la Misa.

Fui testigo de esto de una manera dramática cuando me llamaron para dar los “últimos ritos” a un joven al que llamaré Pedro. Se había roto la pierna y se esperaba que no se iba a recuperar. Yo necesitaba saber por qué pensaban que un joven que sólo se había roto una pierna iba a morir. Para su sorpresa, yo sustituí el ritual de curación aymara con el Sacramento de la Unción de los Enfermos. Tomé la vasija para el incienso, que se utiliza para llamar a toda la creación, y se la di al yatiri local, un líder aymara de la oración, quien me acompañó. Él hizo un llamado a los campos, los cultivos, la clínica de salud, las escuelas y hasta el nuevo camino para que nos acompañen en nuestras oraciones. Estábamos en un espacio sagrado.

Después que hice algunas preguntas de una manera discreta la situación se aclaró. Pedro, quien no poseía ninguna tierra, se ganaba la vida trabajando los campos de otras personas y haciendo trabajos ocasionales. Al romperse la pierna, ya no podía hacer nada de eso. En lugar de ser un miembro productivo de su comunidad, se había convertido en una carga. Dado que para el aymara el equilibrio y la armonía con el universo son absolutamente necesarios, la incapacidad de Pedro para contribuir a la vida y el trabajo de la comunidad sólo podía ocasionar desastres. Y por eso él ya no tenía derecho o la voluntad de vivir. De eso modo, fue que me llamaron para darle “los últimos ritos”.

Pero en lugar de darle la unción y brindarle la Santa Comunión a Pedro, continué con el rito aymara y empezamos la “ceremonia del perdón”. Y había un montón de cosas por perdonar. Me pidieron que vuelva a casa mientras que duraba la ceremonia del perdón. Tomó tres días.

Pedro tuvo que pedir perdón por meterse en esa situación y su familia y la comunidad tuvo que perdonarlo por no ser capaz de cumplir con sus responsabilidades. La comunidad y su familia tuvo que pedirle perdón a Pedro por querer negarle la ayuda que necesitaba y él tuvo que perdonarlos por rechazarlo en su momento de necesidad. Todo el mundo pidió perdón a todos los demás, y todos fueron perdonados. Todos tuvieron que pedirle a Dios que los perdone por haber obstruido la misericordia y el perdón y por permitir que la armonía y el equilibrio del hogar, la comunidad y el mundo llegaron a distorsionarse. Fue un gran trabajo.
La curación se llevó a cabo; todo lo que faltaba era que la pierna de Pedro mejore.

Eventualmente, me llamaron de nuevo a la casa, ya no para administrar los “últimos ritos”, sino para celebrar la curación, la reconciliación y la misericordia de Pedro y esta familia y comunidad aymara.

Foto principal: Calixto Quispe, un yatiri aymara, celebra un ritual aymara en el Centro Misionero Maryknoll en Cochabamba, Bolivia. Sean Sprague/Bolivia

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Sobre la autora/or

Francis McGourn, M.M.

El Padre McGourn, de Philadelphia, Pennsylvania, sirvió en Perú y Bolivia, y es un ex vicario general de los Padres y Hermanos Maryknoll.

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