Programa de Maryknoll ayuda a personas con VIH/SIDA en Camboya.
Texto y fotos por Sean Sprague
En occidente, la palabra “cricket” evoca el juego con una pelota y un bate aplanado, pero en Camboya, la palabra evoca al insecto, el grillo, frito en ajo y picantes, rico en proteínas y fibra—es un alimento popular y se come como aperitivo para acompañar una cerveza fría. A Leap Chantheoun, una mujer de 40 años y madre de tres, se le conoce como la “dama de los grillos”, ya que cría grillos para sostenerse. En un buen mes, ella y su actual esposo, Keo Mony, pueden ganar hasta $1000. Pero fue un largo y difícil camino llegar a donde está hoy.
“No estoy segura de cuándo me infecté, probablemente tengo VIH por mi primer marido… me sentí muy deprimida y avergonzada. Tuvimos dos hijos, nos divorciamos, dejé a los niños con su abuela, y me mudé a Phnom Penh para trabajar en una fábrica de ropa. La paga era sólo 2 dólares al día, y apenas podía vivir… Cada vez me sentía más débil y no sabía qué hacer, pero en 2010 me enteré del Programa de Maryknoll Semillas de Esperanza, y fui capaz de iniciar el tratamiento con medicinas antiretrovirales”, dice Chantheoun.
Muy pronto, ella se puso mucho mejor y más saludable. Maryknoll también la ayudó con una pequeña subvención para iniciar un negocio. Al principio, abrió una pequeña tienda en su casa y empezó a vender diferentes tipos de cosas que la gente necesita a diario. También recibió una casa de Habitat for Humanity, una organización no gubernamental, que trabaja en asociación con Semillas de Esperanza para proporcionar viviendas a personas con VIH/SIDA.
¿Cómo empezó a trabajar con grillos? “Mi tío criaba grillos, y eso me inspiró… entonces empecé a criarlos en mi casa, y como tuve éxito, añadí un cuarto adicional”, dice.
Durante una visita reciente, vimos los insectos criados en cajas de madera, cada una con grillos en diferentes etapas de crecimiento—desde huevos hasta adultos. Keo Mony rocía una fina niebla de agua y mantiene la alimentación con un suministro constante de hojas. Los grillos alcanzan la madurez en 30 días, tras lo cual se “cosechan”, se hierven, y quedan listos para el mercado.
La pareja tiene una niña que no ha sido infectada con VIH, como su padre. Es una de muchas historias de éxito en la prevención de la transmisión perinatal del VIH. Con información y educación proporcionada por el personal de Semillas de Esperanza, las parejas serodiscordantes (parejas en las que sólo una persona es VIH positiva) son conscientes de cómo pueden prevenir el VIH a través de comportamientos sexuales más seguros; y en caso que deseen un embarazo, los riesgos de transmisión para el niño son disminuidos de hasta un 45% a menos del 5%, a través del tratamiento ARV (antirretroviral) durante el embarazo y el parto. Además, debido a que Chantheoun ha estado tomando ARV durante muchos años, los niveles de VIH en su sangre son casi indetectables, y esto reduce aún más los riesgos de transmisión. También hay otras maneras de reducir aún más la transmisión del VIH al bebé, a través de las directrices proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud, tales como las prácticas seguras en el parto y las prácticas de alimentación infantil recomendadas, por lo general con un biberón con fórmula en lugar de lactancia materna.
La Hermana Maryknoll Len Montiel, una dinámica filipina-estadounidense de 40 años, es la actual directora de Semillas de Esperanza: “Camboya se ha convertido en una historia de éxito en la reducción de las tasas de transmisión de madre a hijo y ahora lo hace casi tan bien como Cuba, el líder mundial en este campo”, dice. “Hay un esfuerzo multinacional concertado para controlar el VIH y el SIDA en Camboya, con muchas organizaciones respondiendo: el gobierno, Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales internacionales y locales, organizaciones comunitarias y de la sociedad civil”.
Después de haber visitado Camboya como reportero varias veces en los últimos 25 años, recuerdo qué tan malas eran las cosas antes de la era de las medicinas antiretrovirales. Semillas de Esperanza tenía un hospicio para los indigentes que estaban muriendo de SIDA. Estaba lleno de gente demacrada, muchos de los cuales iban desapareciendo rápidamente para el horror de sus seres queridos que se sentaban llorosos en las cabeceras de las camas. Dejaron huérfanos, tanto con o sin VIH, lo que condujo a enormes problemas sociales. Maryknoll intervino con varios programas para ayudar. Hace unos 15 años, las medicinas antirretrovirales genéricas se hicieron accesibles. Las personas que habían estado muriendo de una enfermedad mortal e incurable, de repente empezaron a sobrevivir y llevar una vida normal. La vergüenza y el estigma del SIDA comenzaron a desaparecer y todo el vocabulario cambió. Ellos dejaron de ser “víctimas que mueren de SIDA”, y ahora son “personas que viven con el VIH/SIDA”.
Junto con el uso generalizado de fármacos antirretrovirales, la educación y la información sobre la enfermedad se hicieron comunes en Camboya, como en todas partes, y la gente comenzó a practicar el sexo seguro (o abstinencia) reduciendo así las tasas de transmisión global. En 20 años, el porcentaje de la población con VIH/SIDA ha disminuido, en cinco veces, de casi 2.7% a 0.5%. El hospicio del programa Semillas de Esperanza que abrió en el año 2000 cerró, con satisfacción, en el 2010 ¡por falta de clientes!
La gente ya no se está muriendo de SIDA, sino viviendo vidas normales y productivas, como la “dama de los grillos”. Ella es una de las más de 2,000 personas que viven con el VIH/SIDA que han recibido ayuda de Semillas de Esperanza en los últimos 20 años. Ella no es sólo una mujer de negocios exitosa, gracias a que recibió una subvención del programa de Maryknoll, es también una mujer sana, atractiva, casada con un hombre que no se alejó de ella debido a que tiene VIH. Son una familia sana, feliz y cariñosa, con una visión de esperanza para el futuro. ¡Y siempre habrá demanda de grillos fritos en Camboya!