Sanar la historia y el corazón

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Padre Alejandro Marina
Fecha de Publicación: Nov 1, 2016

Cuando lo que se sana es la historia y el corazón, la misión cobra el sentido de lo primordial para Jesús: “Yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10:10).

POR PADRE ALEJANDRO MARINA

POR PADRE ALEJANDRO MARINA

Abel es un hombre de 70 años que nació en el campo en el norte argentino. Es el menor de varios hermanos y su madre lo abandonó cuando tenía 8 meses de nacido. Su padre, quien era un peón golondrina, es decir, de aquellos que viajan de cosecha en cosecha, nunca lo envió a la escuela. Por eso, Abel no tiene documentos, no existe para la sociedad y no sabe leer ni escribir. Pero es el hombre más sabio que yo he conocido en mis recorridos misioneros por los barrios de Argentina.

Cuando el responsable de la edición del libro de mi tesis de teología, Misión, me pidió una foto para la portada, lo elegí a él. Su rostro expresaba para mí la sabiduría de presente en el pueblo, de la cuál debíamos aprender lo que significa seguir a Jesús. Mi aprendizaje mayor fue cuando le entregué a Abel una copia del libro. Él hizo fotocopiar la tapa para entregarle una fotocopia a cada uno de sus hijos y llevó el libro al depósito de chatarra, donde todos los días iba a vender lo que recogía en las calles, porque de eso vivía. La reacción de sus compañeros fue alegrarse y felicitarlo porque había llegado tan lejos y hasta figuraba en un libro. Abel, el hombre sin nombre, sin número de expediente en la sociedad, sin derechos, recuperaba su anonimato al figurar en la tapa del libro.

Ese día comprendí qué significa ser misionero o misionera: sanar historias, devolver el nombre, recuperar la dignidad, vendar las heridas del abandono, ayudar a descubrir lo valiosa que es una persona. También aprendí otra lección, y es que yo también tenía una historia que sanar, heridas que vendar, y necesitaba dejarme sanar por los demás.

Hemos creído durante muchos siglos que la misión era un camino de una sola vía, es decir, desde el misionero o misionera hacia la gente, hacia los necesitados. El misionero es el que lleva a Dios, el que acerca la ayuda, el que sana los corazones, el que devuelve dignidad. Hoy sabemos que esto no es verdad y que la experiencia misionera es un camino de doble vía en que sanamos y somos sanados, evangelizamos y somos evangelizados.

Cuando Jesús es interceptado por la mujer Sirofenicia (Mc 7:24-30), a quien parece ignorar y tratar con cierto desdén, como solían hacerlo los judíos, es sorprendido por la conciencia que tiene la mujer de un Dios que vino a sanar a todos y todas. También Jesús fue sanado, en su historia de siglos de discriminación y de una religiosidad que le hacía pensar que su prioridad eran los de su pueblo. A partir del encuentro con esta mujer, la misión y la vida de Jesús cambian, sale del territorio judío y cruza fronteras. No solamente es sanada la hija enferma, sino también la mujer a quién nadie socorría y el mismo Jesús, quien empieza su misión universal.

Hoy, el Papa Francisco nos invita a revitalizar la Iglesia desde una transformación misionera, y esta se produce cuando salimos de nuestra comodidad y cruzamos las fronteras, cuando nos dirigimos a los márgenes de la vida, allí donde la vida está amenazada. Sólo podremos vivir verdaderamente en misión cuando para el pueblo y para nosotros mismos sea una realidad la vida en abundancia.

Para mayor información: maryknoll.language@cmmalbolivia.org o www.cmmalbolivia.org

Foto principal: Abel es un ciruja, así le llaman a los recicladores de chatarra en Argentina. No obstante, desde su pobreza le dio un regalo evangelizador al Padre Marina. Cortesía Padre Alejandro Marina.

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Sobre la autora/or

Padre Alejandro Marina

Nacido en Buenos Aires, Argentina, el Padre Maryknoll Alejandro Marina fue ordenado sacerdote en 1993 en la Diócesis de San Isidro. Fue director de misiones en su diócesis y, como parte de dicho trabajo, fue enviado como misionero a Holguín, Cuba, por cuatro años. Es Licenciado en Teología Dogmática y se ha especializado en el área de la Misionología. Actualmente es el director del centro y residencia Maryknoll en Cochabamba, Bolivia, y coordinador del Programa de entrenamiento en el extranjero (OTP) para candidatos a hermanos y padres Maryknoll.

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