Para un Hermano Maryknoll, el servir a los marginados es lo más importante
Para el Hermano Maryknoll Loren Beaudry, Jesús es el mejor ejemplo a seguir. Durante más de 30 años de servicio en África, ha tratado de imitar sus acciones.
“Ser Hermano significa crecer en compasión con todas las personas, especialmente los pobres y marginados de la sociedad”, dice el Hermano Beaudry, quien nació y creció en Albertville, Minnesota. “Jesús dijo: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’”.
Beaudry, de 62 años, ha puesto eso en práctica en su misión en Kenya, Namibia y Tanzania. Actualmente, él vive en Mabatini, un asentamiento pobre en Mwanza, Tanzania, donde visita a personas con enfermedades mentales, enseña a jóvenes con problemas de aprendizaje, apoya a ancianos y jóvenes, y ayuda a inspirar vocaciones a la vida consagrada.
Para él, un modo de compartir el amor y la compasión de Dios es visitando el Centro Bukumbi de Rehabilitación para Enfermos Mentales, que alberga a unos 20 pacientes, incluyendo adultos y niños. Él trabaja para promover un principio básico: Cada persona merece respeto, independientemente de cualquier condición o enfermedad que pudieran tener.
En sus primeras semanas como voluntario en Bukumbi, el Hermano Beaudry notó que a dos pacientes adultos los llamaban “niño sordomudo” y “niña sordomuda”, debido a que la gente nunca supo cuáles eran sus nombres. Él alentó a los pacientes a que les dieran nuevos nombres para evitar los apodos que los reducían a su condición médica. Ahora a esos adultos se les conoce como María y José.
Al principio, José “solía quedarse sentado como si no le importara nada; no sonreía”, dice Beaudry, pero ahora José muestra iniciativa, incluso salió a buscar a un nuevo paciente que se había ausentado y lo guió de vuelta a su juego semanal de bingo.
Además de dedicar tiempo a los pacientes, el Hermano Beaudry inició un proyecto para prevenir la desnutrición en el Centro Bukumbi. Kariba Deogratias Ngerega, una enfermera y psiquiatra, dice que antes del proyecto, el único alimento disponible para sus pacientes era ugali (un platillo que consiste de masa hecha con harina de maíz y a veces harina de yuca) y frijoles proporcionados por el Ministerio de Salud. Ahora, los residentes crían pollos, conejos y cabras, y cultivan un pequeño huerto.
Una mejor nutrición beneficia el estado mental de los pacientes, dice Ngerega. “Cuando uno llega aquí, (los pacientes) vienen a saludar. Esto significa que ahora son conscientes de su entorno”, dice ella.
Si ellos no tuvieran un centro para recibir tratamiento, añade, muchos residentes terminarían en las calles. “La mayoría de los pacientes en el centro son estigmatizados, así que no pueden volver a casa”, dice. “Ellos dicen que ésta es su casa”.
El Hermano Beaudry también es voluntario en Tunaweza (que significa “somos capaces” en swahili), un centro de actividades donde jóvenes adultos con problemas de aprendizaje desarrollan habilidades que los ayuden a ser autosuficientes, incluyendo cómo lavar platos y ropa, cocinar y entablar amistades. En Tunaweza, los estudiantes también aprenden swahili, lenguaje de señas y otras habilidades, incluyendo costura, jardinería y fabricación de papel.
El Hermano Beaudry va a Tunaweza dos veces por semana para enseñar escritura, lectura y matemáticas a 17 jóvenes adultos. También donó materiales y contrató a dos maestras que apoyan los esfuerzos de los estudiantes.
El misionero dice que este centro beneficia en gran medida a los jóvenes adultos, quienes a menudo no han sido enviados a la escuela y dependen de las personas que los cuidan. “Una niña que patrocino, Consolata, vive con su abuela”, dice. “Cuando la abuela muera, ¿qué va a pasar? Así que, (Consolata) está aprendiendo habilidades básicas para sobrevivir, y tal vez esta capacitación pueda ayudarle a ganarse la vida”.
Cuando no está trabajando en el Centro Bukumbi o en Tunaweza, el Hermano Beaudry acompaña a dos Hermanos del Sagrado Corazón de la Arquidiócesis de Mwanza y a 15 jóvenes interesados en convertirse en Hermanos del Sagrado Corazón. Él les ayudó a pintar su casa, construir gallineros, reubicar su estufa de leña e instalar paneles solares. También conversó con los jóvenes sobre su vida como Hermano religioso.
La vocación del Hermano Beaudry comenzó en la Escuela Católica San Alberto en la Arquidiócesis de Saint Paul y Minneapolis, donde Hermanas de Notre Dame le hablaron sobre los pobres en África. De niño, soñaba con ir a África y ayudar a esas personas necesitadas. Sin embargo, cuando creció, se concentró en trabajar en construcción y soldadura.
Cuando tenía 23 años, compró una casa en Big Lake, Minnesota, y se sentía feliz y satisfecho. Pero al ver ejemplos de personas que dedicaron sus vidas a los más necesitados, como la Madre Teresa de Calcuta y un sacerdote que trabajaba con adolescentes desamparados en Nueva York, reavivó su sueño de ayudar a otros. “Empecé a buscar qué era lo que el Señor me estaba llamando a hacer”, dice.
Durante esta búsqueda, uno de sus hermanos le dijo que un sacerdote Maryknoll de Minnesota había visitado su parroquia para hablar de su misión en Tanzania. Esto llevó al Hermano Beaudry a indagar más sobre la labor de la sociedad misionera.
“Siempre me ha gustado su objetivo de misión, que no es sólo servir a los pobres, sino plantearse la pregunta de porqué son pobres, tratando de llegar a la raíz de los problemas”, dice.
El Hermano se unió a Maryknoll en 1982, y fue asignado a Kenya, donde aprendió swahili y se desempeñó en diferentes ministerios pastorales. Después de obtener un título universitario en comunidad y servicios humanos de Empire State College en Estados Unidos, regresó a Kenya y fundó en Mombasa Los Nietos de Abraham, un refugio de rescate para que niños y adolescentes que vivían en las calles volvieran a sus hogares y escuelas. En 2003, el Hermano Beaudry se trasladó al norte de Namibia, donde continuó trabajando con la juventud.
“Cuando viene un sacerdote, se involucra en la parroquia, la parte sacramental. Como Hermano es necesario ver en dónde encajas”, dice. Generalmente siempre se necesitan ministerios para jóvenes y ancianos, añade.
Desde el 2010, se ha desempeñado en Tanzania, dedicándose a los feligreses de la Iglesia de La Transfiguración, una parroquia fundada por los Padres y Hermanos Maryknoll. Él y la feligresa Marygoreth Gervase son walezi, o asesores del grupo juvenil. El Hermano Beaudry también organiza actividades para los adultos mayores de la parroquia incluyendo bingo, excursiones y charlas.
Natalia Kadio, quien trabaja en la parroquia, dice que ella admira la dedicación del Hermano Beaudry a los jóvenes, los ancianos y las personas con problemas de aprendizaje. “Él realmente tiene un corazón compasivo”, dice ella. “Él tiene un corazón para ayudar a las personas que están completamente desesperadas”.
En respuesta al llamado de Jesús a servir a los marginados, el Hermano Beaudry se ha propuesto buscar cómo aliviar un problema que se está agudizando: la cantidad de personas sin hogar en Mwanza, la segunda ciudad más grande en Tanzania.
Él explica que cuando va a la ciudad, cada vez ve a más niños, ancianos y personas enfermas pidiendo dinero.
El misionero añade que a menudo, la pobreza, la imposibilidad de pagar colegiaturas, conflictos familiares, la muerte de los padres, o el deseo de ganar dinero en las grandes ciudades para apoyar a sus familias empuja a los niños a las calles. Según una organización sin fines de lucro que trabaja en la zona, en el 2013 se contaron alrededor de 1,500 niños y jóvenes que viven y trabajan en las calles de Mwanza.
El Hermano Beaudry espera reunir al gobierno local, las iglesias cristianas, las mezquitas y los negocios locales para discutir cómo ayudar a esta población desamparada. Puede que tome mucho esfuerzo, dice, pero juntos estos grupos pueden enfocarse en la raíz de este problema y encontrar soluciones duraderas.
Las comunidades unidas para ayudar a los pobres ponen en práctica las enseñanzas del Evangelio, dice.
Foto principal: El Hermano Maryknoll Loren Beaudry posa con pacientes, familiares y personal del Centro Bukumbi de Rehabilitación para Enfermos Mentales en Mwanza.