Protestas no violentas y a través de las redes sociales en Zimbabwe podrían señalar un nuevo día para la nación africana
En abril pasado, un amigo me mostró un video en medios sociales de un pastor bautista de 39 años que llevaba una bandera zimbabuense envuelta alrededor de su cuello. “Este es nuestro país. Sólo nosotros podemos salvarlo”, anunció, refiriéndose a la necesidad de superar el miedo y hablar contra la corrupción, el desempleo y la mala gestión económica en esta nación africana. El pastor, Evan Mawarire, usó el hashtag #ThisFlag para enviar su mensaje.
Mi amigo salió esa tarde a comprar una bandera. Seguí su ejemplo como una muestra de solidaridad con el pastor y otros como él que hablaban contra los problemas que afectaban a su país. Muy pronto, las banderas estaban en venta en cada esquina de la calle. Los motoristas las colocaron en sus salpicaderos; la gente las agitaban en las calles y envolvían sus cuerpos con ellas.
Me sentí alentada por la nueva confianza en mí misma y el coraje que emerge en Zimbabwe, país al que regresé en el 2015, después de una ausencia de casi siete años.
Cuando salí en el 2008, la inflación era la más alta del mundo. No había combustible ni comida en las tiendas. Lo peor de todo fue la violencia que estalló ese año cuando el partido zanu-pf del presidente Robert Mugabe, perdió las elecciones y tomó represalias mutilando y asesinando a los votantes.
A mi regreso, pensé que las cosas podrían haber mejorado, pero pronto descubrí la triste realidad que llevó a que ocurra #ThisFlag.
Cuando me rencontré con antiguos alumnos que no tenían trabajo, supe que el desempleo superaba el 80% y que muchos jóvenes habían salido del país en busca de trabajo, incluidos los hijos de la mayoría de mis amigos.
Aunque la comida en las tiendas era abundante, ésta era importada de Sudáfrica y era muy cara. Los servicios locales de agua y electricidad eran erráticos y caros. Más triste que todo, empecé a sentir la falta de esperanza de la gente.
El presidente Mugabe, que había estado en el cargo desde la independencia en 1980, mostró poca voluntad de entregar el liderazgo a una generación más joven. La corrupción era endémica. Por ejemplo, yo temía ser detenida en las pistas por la policía, ya que la policía inevitablemente encontraría algo malo para exigir un pago de $20, sea culpable de una ofensa de tráfico o no.
El país se había quedado sin efectivo y los bancos no estaban permitiendo a los clientes retirar más de $100 a la vez de sus cuentas. (Más recientemente, se les asignó sólo $50.) Pronto el gobierno no tenía los fondos para pagar los salarios de los maestros, enfermeras y médicos. Hasta la policía y el ejército recibían sus pagos con una semana de retraso.
El pastor Mawarire ya no podía más. Decidió que los ciudadanos como él sólo podían efectuar el cambio si se unían en una protesta pacífica. Ahí fue cuando se colocó la bandera de su país alrededor de su cuello y utilizó las redes sociales para emitir su llamado a la acción. Decenas de miles respondieron.
Una de las primeras acciones no violentas que resultaron de #ThisFlag fue un paro nacional en julio. Los mensajes en las redes sociales decían: “Nadie debe ir a trabajar o a vender. Nadie debe ir a la escuela. Ninguna tienda debe abrir. Ningún vehículo debe moverse. No debe abrir ninguna oficina. Es nuestro día de la salvación. ¡Apaguemos todo por un día para salvarnos para siempre! Nadie puede salvarnos. ¡Unámonos y salvémonos pacíficamente ahora!”
Se estima que el 90% de la población atendió la llamada; el paro coincidió con una huelga de médicos y enfermeras que no habían sido pagados. Inspirados por el éxito de este movimiento, surgieron otros movimientos de protesta. #ThisGown fue conducido por los graduados desempleados que llevaron sus togas y birretes mientras marchaban al parlamento para llamar la atención de la carencia de trabajos para los graduados de la universidad. Algunos de ellos continúan usando sus togas académicas a diario mientras venden fruta y verduras en las calles ya que la venta ambulante es la única manera de ganarse la vida.
Un grupo llamado Women of Zimbabwe Arise (woza) salió a las calles con ollas y sartenes para destacar la falta de comida para sus hijos. Las iglesias católica, protestante y evangélica emitieron una declaración conjunta que hizo eco a las demandas de los manifestantes. Los líderes de las iglesias continúan reuniéndose y elaborando estrategias.
Una de las amenazas más graves para el presidente de 93 años y su partido gobernante fue una declaración firmada por un gran número de veteranos de la guerra de liberación. Acusando al presidente Mugabe de ser autocrático y estar fuera de contacto con las necesidades del pueblo, los veteranos de guerra dijeron que no harían campaña por él en las elecciones de 2018.
Lo que hace que las protestas actuales sean diferentes a las del pasado es que ahora no están siendo dirigidas por partidos políticos, sino por la gente común y una generación más joven sin miedo a hablar. Esto puede ser un despertar político a nivel nacional.
El pastor Mawarire fue arrestado en julio y acusado de incitar la violencia pública. En una rara muestra de solidaridad, miles se reunieron fuera del juzgado para cantar himnos y rezar por su liberación. Casi 100 abogados se ofrecieron para defenderlo. El juez rechazó los cargos.
Aunque el pastor Mawarire huyó a Sudáfrica después de recibir amenazas contra su vida, continúa enviando mensajes alentando a sus compañeros zimbabuenses a protestar pacíficamente. “El éxito es una serie de pequeñas victorias”, escribió recientemente.
El movimiento de protesta que ayudó a iniciar no muestra signos de disminución, a pesar de la creciente violencia por parte de la policía.
Los llamados para que el presidente Mugabe renuncie son cada vez más fuertes y vienen de diferentes grupos, entre ellos destacados líderes africanos como el arzobispo Desmond Tutu, el ex secretario general de la onu Kofi Annan, y Graça Machel, viuda del presidente sudafricano Nelson Mandela y del presidente de Mozambique Samaro Machel.
Dentro de Zimbabwe, una coalición de partidos de oposición, que ahora cuenta con 18, ha estado realizando manifestaciones semanales, pidiendo una reforma electoral. Sólo podemos esperar y orar para que un nuevo comienzo esté cerca.
Foto principal: El Pastor Evan Mawarire inició un movimiento de protesta en contra de la corrupción en Zimbabwe.