Corea: Marchando al Martirio

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Por: Eileen Ryan
Fecha de Publicación: Jul 1, 2017

Obispo Maryknoll y mártir podría ser candidato a la beatificación

 

Mis hermanos y yo quedamos muy emocionados al saber que una comisión de obispos surcoreanos ha iniciado un proceso que podría hacer que el obispo de Maryknoll Patrick James Byrne sea candidato a la beatificación junto con 213 sacerdotes y laicos que murieron por su fe en Corea. El obispo Byrne era nuestro tío abuelo. Mis padres, ya fallecidos, a menudo nos decían que el obispo Byrne era un mártir debido a su servicio compasivo a Dios y a la humanidad. Me siento orgullosa de compartir los siguientes fragmentos de la historia que escribí sobre el obispo Byrne hace 17 años para la revista Maryknoll:

Cuando tenía 8 años, tuvimos “mostrar y contar” en la escuela. Yo presenté Ambassador in Chains (El Embajador en Cadenas), la biografía de mi tío abuelo el obispo Byrne, que cuenta la historia de su vida y muerte a manos del ejército comunista norcoreano.

Treinta años después, trabajando como fotoperiodista, tuve curiosidad por mi tío abuelo. En Internet encontré que todavía había hombres que habían compartido su calvario. Hablé con un grupo de veteranos llamado Los Sobrevivientes del Tigre, quienes me contaron historias más allá de las que yo había escuchado cuando era niña. Llegué a comprender los últimos días extraordinarios del obispo Byrne.

El obispo Byrne, que había fundado la primera misión de Maryknoll en Corea en 1923 y más tarde sirvió en Japón, fue nombrado visitador apostólico del nuevo gobierno de Corea del Sur, residiendo en Seúl en 1947. Dos años después fue consagrado obispo y nombrado Delegado Apostólico del Vaticano en Corea.

El Padre Maryknoll Patrick Byrne abrió la primera misión de Maryknoll en Corea en 1923.

El Padre Maryknoll Patrick Byrne abrió la primera misión de Maryknoll en Corea en 1923.

Cuando el ejército norcoreano cruzó el paralelo 38 el 25 de junio de 1950, él pudo haber sido evacuado con otros estadounidenses, pero se negó. Dos semanas después de ocultarse en interiores, el obispo Byrne fue arrestado y llevado a un almacén en Seúl, donde estaban detenidos otros extranjeros y donde presos surcoreanos estaban siendo torturados y ejecutados.

El ejército norcoreano llevó a juicio al obispo. El juez declaró: “O el obispo Byrne denuncia por radio a Estados Unidos, Naciones Unidas y el Vaticano, o muere”. Él respondió: “Sólo queda un camino: que muera”.

Fue transportado a Pyongyang el 19 de julio. El reverendo Larry Zellers, entonces un misionero metodista de 26 años, recordó: “El obispo fue arrastrado a la habitación y arrojado al suelo. Estaba medio muerto”.

El 5 de septiembre, los prisioneros fueron apiñados en un tren y llevados al norte a Manpo, una aldea en el río Yalu. Allí los unieron con prisioneros de guerra estadounidenses quienes serían sus compañeros en cautiverio.

Después de seis semanas en una antigua estación de cuarentena, los prisioneros conocieron a un comandante coreano al que llamaron Tigre. Les dijo a los prisioneros que caminaran hacia el norte. Algunos dijeron que morirían. “Entonces caminarán hasta morir”, gritó el Tigre.

El grupo se puso en marcha el último día de octubre de 1950. Había más de 750 soldados estadounidenses y 59 civiles, incluyendo niños. Muchos habían sido capturados en el verano, y cuando el clima se hizo más frío, no estaban abrigados. Cuando el obispo Byrne fue capturado vestía pantalones ligeros y camisa de algodón.

Los soldados estadounidenses iban adelante, seguidos por el obispo Byrne y Kris Anders Jensen, un misionero metodista que dirigía a los civiles. El obispo ató el extremo de una cuerda a su cintura; su amigo se ató al otro extremo. Así se ayudaron en su paso por las montañas Kang Nam. La nieve a lo largo del sendero quedó manchada de sangre por donde habían pasado los zapatos gastados del obispo.

Muchos soldados colapsaron. Cuando pasaba por su lado, el obispo decía el Padre Nuestro y los bendecía.

El Tigre se enfureció ante las bajas. Llamó a los oficiales estadounidenses y disparó contra un teniente cuyo grupo había tenido el mayor número de pérdidas. A medida que se reanudaba la marcha, después de que la columna pasaba, se oían más disparos.

Los prisioneros caminaban por unas dos horas por el escarpado sendero y descansaban 10 minutos. El obispo oraba durante los descansos; los soldados comenzaron a arrodillarse con él. Al tercer día, el obispo Byrne reunió a los soldados a un lado de la colina y arrodillado les dio la absolución general. Cuando terminó, Zellers tuvo que ayudarlo a levantarse.

Obispo Byrne con su hermana Kitty y su cuñado Bill Ryan.

Foto tomada en los años 1930s del obispo Byrne con su hermana Kitty y su cuñado Bill Ryan.

El obispo fue descrito por otro prisionero civil, el Padre Philip Crosbie, en su libro March Till They Die. “El obispo Byrne nunca reclamó su parte justa de nada, excepto de trabajo; Y de eso siempre reclamó más de lo debido”.

“El obispo Byrne era un hombre santo”, recordó Zellers. “Cuando caminaba entre el grupo, todos los ojos estaban sobre él. Era muy amable, y también un erudito. Cuanto más lo conocías, te dabas cuenta que era una persona de sentimiento profundo”. El 8 de noviembre, la caminata de 110 millas llegó a su fin. Murieron 98 soldados y dos civiles.

Para los sobrevivientes, comenzó una nueva prueba. Llegaron a la ciudad norcoreana Hanjang-ni, donde el Tigre los obligó a realizar calistenia en temperaturas bajo cero. El obispo Byrne mostraba signos de neumonía. Los otros civiles lo llevaron con desgano al “Hospital del Pueblo”, que no tenía calefacción ni medicinas y cuyas paredes estaban cubiertas de hielo. Lo llamaban la morgue. “Nadie que haya ido a ese llamado hospital ha salido vivo”, dijo Zellers.

Antes que el obispo Byrne muriera el 25 de noviembre, 1950, dijo: “Después del privilegio de mi sacerdocio, el mayor privilegio de mi vida es sufrir por Cristo con todos ustedes”.

Foto principal: El Obispo Patrick Byrne, M.M., fue delegado apostólico por un año en Corea, de 1949 hasta el día que murió siendo prisionero en Corea del Norte en 1950. Él y otros mártires coreanos están siendo considerados para ser beatificados

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Sobre la autora/or

Eileen Ryan

Eileen Ryan ahora está jubilada y vive con su esposo Mark Miller en Stewartstown, Pennsylvania.

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