Comunidad de Condoraque, en altiplano peruano, empieza a ver los frutos de su trabajo para que una mina restaure el medio ambiente
Los comuneros llaman al Río Condoraque “aguas que queman” porque los desechos tóxicos procedentes de la mina río arriba hicieron el río intocable. El río, antes fuente de vida en la zona rural de Puno, Perú, comenzó a causar que las personas se enfermaran, que el ganado muriera, afectando sus ingresos económicos, hasta el punto de que los indígenas aymaras de la aldea se preguntaban cómo sobrevivirían.
Pero después de casi siete años de trabajo con la asociación de Derechos Humanos y Medio Ambiente (DHUMA), una organización sin fines de lucro apoyada por las entidades Maryknoll, la mina finalmente lanzó un plan para rehabilitar los daños causados al Condoraque.
Ubaldo Layme Gil, presidente de Condoraque, dice que los comuneros persistieron para que sus voces fueran escuchadas. Como la revista Maryknoll reportó en 2010, casi 50 familias aymaras vieron su agua contaminada por toneladas de residuos tóxicos de una mina de tungsteno que se estableció en su comunidad en la década de 1970. Los indígenas de Condoraque no fueron consultados antes de que comenzaran las operaciones mineras—como sucede a menudo en Perú—y cuando la mina se fue en la década de 1990, no restauró los daños que causó.
Una segunda empresa minera comenzó a operar en la zona con la condición de restaurar el daño ambiental causado por la primera mina. Pero la nueva empresa comenzó sus operaciones mineras sin rehabilitar la zona.
En una visita a la mina en 2016, Layme recuerda cómo el ganado de la comunidad, que a 4.800 metros sobre el nivel del mar constituye la principal fuente de ingresos de la población, fue envenenado por el río. “Las pezuñas de nuestras alpacas se torcían en las aguas ácidas y se caían”, dice. Las plantas y humedales cerca del río enfermaban a su ganado con diarrea y desnutrición, causando a veces que el ganado abortara sus terneros. La lana de las alpacas se caía, sus pulmones se llenaban de espuma y su carne olía a azufre.
Al darse cuenta de que la nueva mina estaba evitando su responsabilidad ambiental de limpiar la contaminación, los líderes comunitarios de Condoraque viajaron 120 millas a la ciudad de Puno para pedir ayuda a las autoridades. Después de ser ignorados, se dirigieron a DHUMA, que defiende los derechos humanos y ambientales de los pueblos indígenas quechuas y aymaras que a menudo no pueden pagar los honorarios legales.
Simón Orihuela, ex presidente de la comunidad, invitó a la Hermana Maryknoll Patricia Ryan, presidenta de DHUMA y a su equipo a “venir a ver” cómo los residuos tóxicos de la mina estaban afectando a su gente.
“Una vez que vas a ver, estás totalmente convencido de la gravedad de la situación”, dice la hermana Ryan quien como misionera en Perú pone en acción las enseñanzas de la iglesia sobre la justicia social y el cuidado del medio ambiente. “Desde entonces, hemos estado trabajando con la comunidad en el monitoreo del agua y trabajando en un caso penal (para responsabilizar a la mina por la limpieza de la contaminación ambiental)”.
Gracias a estos esfuerzos, la mina ha aceptado su responsabilidad y ha lanzado un plan de cinco años para rehabilitar el medio ambiente de Condoraque.
Una parte integral de este plan es el remediar los pasivos ambientales, incluyendo más de 1,2 millones de toneladas métricas de relaves tóxicos, el drenaje ácido continuo desde la boca de la mina y la grave contaminación de una laguna entre la mina y el río.
A pesar de que todavía tiene un tono naranja, el río Condoraque está ligeramente más limpio debido a los canales de coronación que capturan el agua de lluvia en la parte superior de las montañas y la transportan al río en tubos para eludir los residuos tóxicos abajo.
Pero Orihuela y Layme siguen preocupados porque la calidad del agua no es tan saludable como debería ser y esperan que la mina utilice métodos de limpieza más eficientes. Después de probar el agua procesada en la planta, Orihuela encontró que todavía está contaminada.
“Se necesitarán al menos cinco años para que el agua sea restaurada para fines útiles”, estima la hermana Ryan. “Todavía hay mucha contaminación”.
Sin embargo, el comienzo de este proceso de remediación marca una victoria para el pueblo.
“Estamos muy contentos por lo que estamos viendo, porque el objetivo principal de la gente de Condoraque es que el ambiente sea restaurado como era antes”, dice la hermana Ryan. “Que su agua va a ser potable… y que habrá pájaros y peces de nuevo y no más enfermedad”.
El comienzo de este proceso de remediación marca una victoria para el pueblo.
Los comuneros de Condoraque esperan que la rehabilitación se complete y que su aporte sea respetado por la mina. “La oficina (de DHUMA) nos ha dado mucho apoyo y nos ha capacitado para organizarnos entre nosotros”, dice Orihuela.
DHUMA—con el apoyo de las Hermanas Maryknoll y los Padres y Hermanos Maryknoll—capacitaron a los comuneros de Condoraque para conocer sus derechos y defender su ambiente y dignidad. Esto es importante porque a menudo los derechos de las comunidades indígenas en el Perú no son respetados y sus quejas frecuentemente son descartadas por asumirse que sólo se oponen al “progreso”.
“Nuestra misión es defender la vida, defendiendo los derechos humanos del pueblo, particularmente de las poblaciones indígenas, y los derechos de la Madre Tierra o Pachamama”, explica la hermana Ryan.
La misionera añade que el caso de Condoraque es una inspiración para las comunidades en Perú que no se oponen al desarrollo, pero insisten en que sus derechos sean reconocidos dentro de un marco de desarrollo sostenible.
“En este caminar, los personajes principales son siempre los comuneros y sus líderes… Estamos aquí como técnicos legales y educadores, para acompañarlos”, dice la hermana Ryan. “Estamos tratando de forjar un camino que conduzca a un sentido más pleno de dignidad, paz y justicia”.
Foto principal: Simón Orihuela, ex-presidente de la comunidad de Condoraque, muestra la diferencia entre las piedras de los ríos Toco Toco y Condoraque. El Condoraque recibió desechos tóxicos de una mina por decadas.