Hermana Maryknoll lleva regalos especiales a personas con discapacidades en China
La Hermana Maryknoll Ngoc-Hà Pham no es ajena a situaciones peligrosas. Nacida en Saigón en 1964 en medio de la guerra de Vietnam, ella huyó a Estados Unidos con su padre y siete hermanos cuando Saigón cayó en manos de los comunistas en 1975. Vivió en un campo de refugiados en Arkansas por seis meses y no se reunió con su madre y dos hermanos durante 10 años. La familia finalmente se estableció en San Diego, California.
Dios, dice la hermana Hà, le abrió las puertas. Después de convertirse en enfermera, trabajó en un hospital público, donde encontró una copia de la revista MARYKNOLL con un artículo sobre Vietnam que se le quedó grabado.
Después de 20 años, ella regresó a Vietnam de visita. “Un día, desde mi cómoda habitación de hotel con aire acondicionado, vi la pobreza de la gente, me pregunté, ¿dónde me siento más en casa? ¿cómo puedo servir y amar a Dios mejor? Ese fue el día que decidí convertirme en misionera”.
Durante los siete años que sirvió como hermana Maryknoll en El Salvador, ella se sintió más en casa ministrando a personas con sida y jóvenes en riesgo a causa de pandillas. Luego, Dios le abrió otra puerta: a China.
Estudió mandarín por dos años en la Universidad Sun Yat-San de Guangzhou, y supo de un programa de una organización no gubernamental, Centro Huiling (Espíritus Brillantes), que parecía estar clamando por su ayuda. “Necesitaban alguien que hable mandarín, español e inglés”, dice Hà. “¡Parecía hecho para mí!”
Firmó un contrato por un año, pero su trabajo acabó al mes. “Pensé, que estaba haciendo un trabajo muy malo”, dice, “pero me dijeron: ‘¡Te necesitamos como enfermera!’” Pero pronto descubrió que necesitaban algo más que sus habilidades de enfermería. Huiling, explica, es un centro cuya misión es mejorar la calidad de vida de personas discapacitadas mental y físicamente y de sus familias. La mayoría de residentes, a quienes se les llama “estudiantes”, tienen autismo, parálisis cerebral, y otros trastorno bipolar y esquizofrenia. Muchos sólo pueden comunicarse a través del lenguaje de señas. “Necesitan una presencia tranquila y pacífica”, dice.
Hà pone como ejemplo a un estudiante esquizofrénico con parálisis cerebral que a menudo se impacienta e intenta hacerse daño. “Un día le dije: ‘¿Por qué no te sientas conmigo?’” dice Hà. “Sentarse tranquilamente con música para meditar lo calmó”. El efecto fue impresionante que “un día estaba tan tranquilo que parecía tener un aura a su alrededor”, dice Hà.
Otra estudiante, dice Hà, era una hermosa joven que tenía ataques terribles de gritar y rascarse hasta que sangraba. “Lo único que hice fue sentarme con ella, sostener su mano y acariciarla suavemente, diciéndole lo hermosa que es hasta que se calmó y me permitió que la toque”, dice. Desde entonces, usó ese método con estudiantes que tienen esa conducta. “Me siento y rezo en silencio con ellos, a veces en voz alta; y eso los calma”.
La hermana Hà es algo como un misterio para sus compañeros de trabajo en China, donde el proselitismo está prohibido. “Cuando llegué, un amigo me presentó al personal como una ‘hermana’, y esta palabra se quedó con ellos. Algunos me llaman ‘Xiunu’, que significa ‘hermana’, pero no saben qué es una hermana religiosa. Saben que estoy sola y que no tengo familia cercana; y como para los chinos la familia es lo más importante, ellos me han llevado a su familia”.
A menudo, compañeras de trabajo llegan a su apartamento con sus esposos, quienes se preguntan porqué dedica su vida voluntariamente en tan duro trabajo lejos de su hogar. “Ellos no entienden porqué dejé a mi familia para venir aquí a hacer el trabajo que hago”, dice ella. “Yo explico que me siento atraída por el pueblo chino. Hay miles de años de animosidad entre el pueblo vietnamita y chino. Quiero estar aquí para crear paz, y por un amor especial que en mi fe llamo Dios”. Ella dice que aunque no puede hablar de Dios, ella expresa el amor de Dios compartiendo el don que tiene con los que están en necesidad. “Trato de mostrar ese amor a través de mi relación con ellos, más que con palabras”, dice.
Al reflexionar de su vida y su misión en China, Hà dice: “Confío en que no estoy aquí sola y que soy guiada por el Espíritu Santo. Aprecio estar aquí. Es mucho más de lo que esperaba. Siento que desde el principio fue Dios quien me condujo aquí y me abrió la puerta”.
Foto principal: La Hermana Maryknoll Ngoc-Hà Pham sirve arroz a un joven con discapacidades en su ministerio en China.