Niños en Perú: No Debemos Olvidar que Cristo Nos Ama

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: May 1, 2018

Afiliados Maryknoll en Perú continúan el trabajo de un misionero retirado

Fiorela Gonzales no olvida como cada domingo ella y sus amigas del Hogar de Niñas Nuestra Señora de la Misericordia en Puente Piedra, Lima, Perú, esperaban que el carro verde del Padre Maryknoll Bernard “Pete” Byrne cruzara el portón del hogar. Él venía a celebrar la misa para ellas. “Todas corríamos a abrazarlo y él, siempre con su gran sonrisa, decía ‘mis hijas, ¿cómo están?’”, recuerda Fiorela, quien ahora tiene 23 años.

Además de ayudarlos con sus necesidades materiales, el padre Byrne escuchaba a los niños y los hizo sentir que eran importantes al visitarlos tan seguido como podía. Él luchó por los derechos de los niños peruanos por casi 50 años y aunque ahora está jubilado en Estados Unidos, personas inspiradas por su ejemplo continúan su ministerio.

Su trabajo misionero con la niñez en Lima trajo programas que ayudaron a los niños de la calle a vivir seguros y libres de abuso. Cuando el padre Byrne tuvo que irse de Perú por razones de salud, le pidió a un grupo de Afiliados Maryknoll que continuaran visitando y apoyando al Hogar de Niñas Nuestra Señora de la Misericordia y al Hogar de Niños Santa María en Lima. “El enfoque de nuestra presencia es compartir la vida y participar en un ambiente familiar, donde los niños son amados y confirmados en su dignidad como personas”, dice el sacerdote.

Niñas sonríen en el Hogar Nuestra Señora de la Misericordia en Lima, Perú, uno de los hogares de niños apoyados por la familia Maryknoll. Un grupo de Afiliados Maryknoll y voluntarios buscan continuar el legado del padre Byrne al apoyar este y otro hogar.

Niñas sonríen en el Hogar Nuestra Señora de la Misericordia en Lima, Perú, uno de los hogares de niños apoyados por la familia Maryknoll. (María-Pía Negro Chin/Perú)

Estos Afiliados Maryknoll—laicos que se identifican con la misión de Maryknoll en capítulos locales— y otros voluntarios continúan la labor del “Padre Bernardo” desde 2000. En el 2007, fundaron con el sacerdote una organización sin fines de lucro para ayudar a jóvenes en las periferias de Lima y apoyar a los hogares Misericordia y Santa María.

Ambas instituciones albergan a niños que solían vivir en pobreza extrema, o eran huérfanos, estaban abandonados o en riesgo y les proporcionan alimentos, ropa, educación, y cariño. El sacerdote de Montana ha apoyado a los hogares durante décadas y ayudó a cubrir los gastos de la educación y alimentación de los niños.

Actualmente, la casa de Misericordia cuida a 100 niñas y Santa María alberga a casi 70 niños, desde los 5 años hasta la secundaria. “El propósito de los hogares es hacer posible que los niños y niñas tengan un lugar de crecimiento donde encuentran su propio valor y dignidad”, dice el padre Byrne. “Y donde comparten la vida como hermanos y hermanas mayores y menores.”

“Se quieren como hermanas”, dice la Hermana Alejandrina Ayala, directora de la casa y una de las Hermanas Franciscanas de la Tercera Orden Regular de las Hijas de la Misericordia que dirigen el hogar de niñas. “Estamos agradecidas con los amigos del padre Bernardo por la ayuda que brindan, su presencia y su amistad”.

Un niño del Hogar Santa María le cuenta lo que está aprendiendo al Afiliado Maryknoll Alberto Bailetti (al centro). Bailetti y otros Afiliados continúan la labor del padre Byrne al visitar a los niños y niñas de dos hogares/

Un niño del Hogar Santa María le cuenta lo que está aprendiendo al Afiliado Maryknoll Alberto Bailetti (al centro). (Nile Sprague/Perú)

Para Fiorela y su hermana Salomé, de 25 años, vivir en el hogar fue una de las mejores experiencias de sus vidas, dice Salomé. Cuando eran pequeñas, ellas y su hermano fueron separados después de que sus padres fallecieron. Cada uno fue a vivir con un pariente diferente. Dos años después, su abuela contactó a una trabajadora social para que las hermanas crecieran juntas en el hogar Misericordia. “El hogar da esperanza a cada niña que llega aquí”, dice Salomé. “Gracias a que estaba segura y protegida ahí, pude seguir aprendiendo cada día”.

Lo que los niños recuerdan más sobre el padre Bernardo, dice Fiorela, es cuán amable y cálido era y cómo les recordaba que Dios los amaba. “Al final de cada misa, el padre comenzaba esta frase: ‘Y no debemos olvidar…”, y nosotras (la completábamos) gritando a más no poder: ‘¡que Cristo nos ama!’”, recuerda Fiorela.

“Siguen repitiendo ese mensaje”, dice el Afiliado Maryknoll Alberto Bailetti, quien ha visto como los niños siguen esa tradición.

“Él nos daba a entender que no estábamos solas. Que hay alguien que nos cuida y nos ama”, añade Fiorela.

Bailetti y la Afiliada Maryknoll Elizabeth Lock dicen que el padre Byrne siempre predicó el amor de Dios a través de acciones concretas. El misionero, quien cumplirá 90 años en octubre, también abogó por los niños abandonados en todo el mundo. Es un “verdadero discípulo”, añade Bailetti.

El padre Byrne sigue alentando a los afiliados a sembrar semillas de amor con los niños, al recordarles que “lo sagrado y el valor de cada niño es un regalo que descubrimos” al conocer al niño y “llegar a él o ella con amor y protección”.

Lock dice que además de llevar ropa y zapatos para los niños, ellos organizan visitas especiales en Pascua, Navidad y cumpleaños, a menudo enlistando a sus familiares y amigos para traer juegos, premios y regalos para las celebraciones. “Siempre esperamos con mucha emoción la venida de los amigos del padre Bernardo”, dice Ana María Verástegui, 16, quien llegó al hogar hace ocho años.

El Padre Maryknoll Bernard Byrne sonríe durante una visita al Hogar de Niños Santa María en Lima hace unos años atrás. Actualmente Un grupo de Afiliados Maryknoll y voluntarios buscan continuar el legado del padre Byrne al apoyar este y otro hogar.

El Padre Maryknoll Bernard Byrne visitó el Hogar de Niños Santa María en Lima en el 2009. (Sean Sprague/ Perú)

“La fundación Maryknoll viene a celebrar nuestros cumpleaños cada fin de mes”, dice Miguel Ángel Gutiérrez, quien ahora tiene 15 años y vivió en Santa María por casi cuatro años. “Nos traen desayuno, tortas, regalos y alegría y felicidad”.

Alejandro Oré Gutiérrez, coordinador general de la Sociedad Apostólica de Santa María, que dirige el hogar Santa María, dice que los jóvenes que crecen en el hogar siguen con sus estudios y tienen la capacidad de ser padres de familia que forman familias sólidas. Varios son tutores voluntarios, quienes le dan apoyo académico y espiritual a los niños.

“Para mí, el Hogar Santa María es todo. Me enseñó sobre el respeto y el cariño mutuo”, dice Álvaro, de 19 años, quien llegó a Santa María a los 9 años debido a la pobreza extrema en su hogar. Él es uno de 11 tutores y dice que el fundador del hogar, Luis Gastelumendi, y el padre Byrne lo ayudaron a convertirse en el hombre que es hoy. “Yo era una persona muy iracunda”, recuerda. Pero aprendió que “hay que tratar a todos por igual y en vez de puñetes tenemos que darle amor y compasión”.

Álvaro se concentró en estudiar y se convirtió en uno de los mejores estudiantes de su clase. El padre Byrne le dijo que veía su potencial de líder y le pagó su academia de preparación universitaria. Álvaro espera poder continuar estudiando para ayudar al hogar. “Con lo que les enseño a los chicos, ellos van a superarse y tener una vida mejor”, dice.

Gracias a benefactores, el padre Byrne continúa ayudando a los hogares para garantizar que los niños tengan comida y útiles escolares. Cuando los niños necesitan apoyo, como ropa para el invierno, los afiliados y el sacerdote buscan donarles lo que necesitan. Durante sus visitas, los afiliados y voluntarios les dan a los niños cariño de familia. “Lo más importante es que sientan que el padre Bernardo sigue acompañándolos espiritualmente y cuidando de ellos a través de los Afiliados Maryknoll y la fundación”, dice Bailetti, quien ayuda a dirigir ambas organizaciones.

Estos afiliados crecieron con el carisma misionero que les fue transmitido en el colegio Santa Rosa, fundado por Maryknoll. “(Los misioneros) son nuestros guías, nos orientan espiritualmente, nos llevan a hacer lo más importante: estar apoyando a las personas, amándolas”, dice Bailetti.

Las semillas que el misionero y los afiliados ayudaron a nutrir están rindiendo frutos a través de ex alumnos como Fiorela y Salomé, quienes continuaron sus estudios a través de una beca del gobierno para jóvenes talentosos en condición de vulnerabilidad y ahora son mujeres autosuficientes. “El hogar es la clave de quien soy ahora”, dice Salomé, quien pronto terminará sus estudios en psicología.

Nota del editor: Poco después de la publicación de este artículo, el padre Byrne falleció el 5 de mayo de 2018. Se le echará mucho de menos.

Foto principal: Niños juegan fútbol en el Hogar Santa María en el distrito de San Juan de Miraflores en Lima, Perú. (Nile Sprague/Perú)

 

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Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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