Una Parroquia Misionera
La Parroquia San Pío X de Cochabamba, Bolivia, está tomando en serio el llamado del Papa Francisco para convertirse en una parroquia más misionera. Con la ayuda del Centro Misionero Maryknoll en América Latina (CMMAL), la parroquia está abriendo sus puertas para salir al encuentro de su feligresía y conocer las dificultades de su vida cotidiana.
Hace tres años el entonces párroco de San Pío X, Padre Enrique Bustamante Ramírez, buscó el apoyo del Centro Misionero—con sede en Cochabamba—para que acompañe a su parroquia en ese proceso de transformación que implica no sólo una opción por los pobres sino una opción con los pobres, dice Tania Ávila, una de las docentes de CMMAL.
“La opción ‘por’ los pobres implica una condición asimétrica”, dice Ávila. “La opción ‘con’ los pobres implica situarse en el mismo espacio”. Es el tipo de capacitación que brinda CMMAL.
El padre Bustamante fue uno de los sacerdotes de la Arquidiócesis de Cochabamba que participó en el primer Diplomado en Transformación Misionera de la Iglesia que CMMAL ofreció en colaboración con las Obras Misionales Pontificias y el apoyo de la Conferencia Episcopal Boliviana en el 2015.
“[El diplomado] fue una experiencia fundante para unos 15 sacerdotes jóvenes, y nos ha ratificado ciertas intuiciones misioneras”, dice el padre Bustamante. “[Estoy] convencido de que Dios me está ayudando a profundizar mi vocación misionera y, al mismo tiempo, a profundizar la vocación misionera de los fieles a quienes Dios me ha confiado”.
Después de asistir al diplomado, el padre Bustamante buscó el apoyo de CMMAL para promover la formación misionera de la parroquia. Para ello, CMMAL envió un equipo de laicos y dos sacerdotes misioneros Maryknoll, los padres Paul Masson y Kenneth Moody, quienes sirven en Bolivia, para apoyar el plan pastoral de San Pío X, parroquia que abarca una zona donde residen unas 12.000 personas. En mayo del 2016, el equipo de CMMAL empezó a dar presentaciones mensuales en tópicos como el discipulado misionero, y a acompañar pastoralmente a los grupos parroquiales.
“El pedido del padre Bustamante fue el inicio de nuestra colaboración en diferentes comunidades”, dice el Padre Maryknoll Alejandro Marina, director de CMMAL. “Hemos ofrecido talleres y cursillos para despertar una mayor consciencia misionera a través de la formación de agentes de pastoral en la Arquidiócesis de Cochabamba”.
Cuando el padre Bustamante se vio forzado a dejar la parroquia por razones de salud, el año pasado, el nuevo párroco, Padre Lázaro Torrico, dijo que planea continuar la colaboración con CMMAL. A través de esta colaboración, los jóvenes y catequistas reciben formación misionera y participan en la elaboración de temas catequéticos para descubrir su identidad misionera e involucrarse en los desafíos de la parroquia, como la pobreza y drogadicción de menores.
El plan de San Pío X también incluye brindar apoyo pastoral a parroquias alejadas; acompañamiento a personas discapacitadas; la formación de comunidades eclesiales misioneras; y visitas a zonas selváticas y del altiplano para ofrecer servicios pastorales a comunidades indígenas.
El padre Masson, quien anteriormente sirvió en misión en Chile y la frontera México-Estados Unidos, vive en el vecindario de la parroquia y es guía espiritual de una de las comunidades eclesiales de San Pío X, la cual está integrada por unos 15 a 20 feligreses.
“Mi idea es vivir en el barrio y acompañar a las comunidades, y también buscar que los candidatos a la sociedad Maryknoll, en formación como sacerdotes y hermanos, apoyen los programas en este sector”, dice el padre Masson.
Para el misionero nacido en Pennsylvania, entender lo que significa una parroquia misionera requiere conocer la realidad y el contexto de cada parroquia y un constante periodo de “escuchar” a la feligresía.
“Aquí, en Cochabamba, hay una mezcla de pensamientos y prácticas espirituales: La espiritualidad andina, la Pacha Mama, la espiritualidad de la colonia española, el movimiento carismático, la influencia del Concilio Vaticano II y de las Conferencias de América Latina desde Medellín hasta Aparecida”, dice el padre Masson. “Hay algunas feligreses, como Sandra Mérida, que ministran a gente de mucha necesidad. Ella está haciendo un trabajo misionero con los niños, y sus familias, que trabajan en el cementerio. Algunos niños son ‘cleferos’ (niños que huelen pegamento para drogarse) que viven en el cerro al lado del cementerio. Para mí, es un signo de lo que se puede hacer”.
Sandra Mérida ha sido feligrés de San Pío desde niña. Su trabajo con los niños empezó en el 2003, cuando fue al cementerio a ponerle flores a su padre y unas hermanas religiosas la invitaron a participar en el ministerio que ellas tenían con los niños y jóvenes en el cementerio.
Al principio, Mérida pensó que no iba a poder entender y controlar el comportamiento de estos niños pobres y con poca educación. “Pero tuve un signo en mis sueños con la Virgencita de Guadalupe que me decía que cuide de sus hijos”, dice Mérida. Domingo a domingo, dice ella, fue entendiendo gestos, miradas y comprendiendo la necesidad de amor que ellos tenían. “[Los niños] necesitan confiar en alguien, sentirse protegidos, y que alguien los escuche para así poder desahogarse de sus problemas”, explica. Parte de su ministerio incluye ayudar a mejorar la higiene de los niños y ayudarlos a prepararse para recibir sacramentos como el bautismo, la primera comunión y la confirmación.
Cuando conoció a los misioneros Maryknoll, Mérida amplió su entendimiento sobre lo que es la misión. “Los padres Pablo (Masson) y Juancho (Moody) nos han ayudado a comprender que cada uno de nosotros somos llamados a ser misioneros”, dice Mérida. “Para mí misión es ir al encuentro del necesitado, no juzgar, sino entrar en el mundo de cada persona. Doy gracias a Dios y a la virgencita de Guadalupe por darme signos de llevar a cabo la misión que me encomendaron”.
Foto principal: Iglesia San Pío X en Cochabamba, Bolivia. (Cortesía de la Parroquia San Pío X/Bolivia)