La Vitalidad de la Bendición
Cuando era niño, el párroco del barrio solía repetir que “bendecir, significa desear el bien”. Al final de la misa nos invitaba a ser bendecidos como familia y a bendecir nuestras medallas, rosarios u otros objetos religiosos.
Quizá por eso, siempre me llamó la atención las múltiples formas de bendición en las comunidades y países en los que he estado.
Aquí en Bolivia, vemos múltiples expresiones religiosas. En las tradiciones andinas, por ejemplo, se usan símbolos como el agua, el fuego, el humo, y las ofrendas para las bendiciones.
El agua, elemento vital cada vez más escaso, ha servido para rituales de purificación y renacimiento, y ha sido desde la antigüedad un elemento bautismal.
En Bolivia, al terminar la misa, la asamblea se acerca al altar para que el sacerdote los rocíe con agua bendita. Se acercan con las manos extendidas, que simboliza al mismo tiempo el recibir y estar abierto a dar. Con el agua en sus manos, bendicen su cabeza, la de sus niños y se tocan alguna parte del cuerpo donde tienen alguna dolencia. Otros, traen las mercaderías compradas en la feria o alguna imagen religiosa para que sea bendecida.
En una de las comunidades de la zona sur de Cochabamba, la señora Apolonia, llega a la misa con su caldero con carbones e incienso encendidos (algo muy propio de la tradición andina). Ella sabe en qué momentos echar más incienso para que nuestros rezos se eleven como el humo.
Al final de la misa, luego de la bendición con agua, algunas personas pasan por el humo los objetos e imágenes que ya han sido bendecidos. Pareciera un acto redundante, pero la gente sencilla busca y acepta todas las formas de bendición. La búsqueda de “desear el bien”, es decir, la bendición, es algo vital en nuestros pueblos.
En todas las parroquias y santuarios de Bolivia, el velamen ocupa un lugar importante. Siempre hay largas mesas de metal donde se colocan velas. Las personas o familias rezan, hacen su petición y luego encienden una vela por cada miembro de la familia. Luego, se quedan contemplándolas hasta que se consuman todas. Es un lindo símbolo del cuidado y cariño por la familia. Uno mira los rostros y podría adivinar los sufrimientos y alegrías, pedidos y necesidades que están en lo secreto de sus corazones en ese momento.
Todo se trata de dar y recibir. Es la reciprocidad de la cultura andina, un desear el bien mutuo, una bendición que nace de lo que tengo para ofrecer a Dios y lo que él me ofrece. Es un intercambio amoroso entre lo sagrado y lo humano que debe traducirse en el trato entre las personas también. Así debe ser la vida, desear el bien, bendecirnos unos a otros en lo cotidiano.
Más que una ritualidad, tradición, superstición, o como cada uno quiera llamarla, la bendición es una propuesta de vida. El equilibrio en la sociedad es posible si cada uno desea el bien del otro, si cada uno da lo que tiene para ofrecer y recibe lo que los otros tienen para dar. Pueden ser cosas, afectos o sabidurías, pero sobre todo, nuestra propia persona en entrega generosa es la que se transforma en bendición para los demás.
Foto principal: El velamen es parte importante de la espiritualidad andina. (Sean Sprague/Bolivia)