Relatos Misioneros de las Islas Marshall, Sudán del Sur, Brasil y Nicaragua

Tiempo de lectura: 4 minutos
Por: Misioneros Maryknoll
Fecha de Publicación: May 1, 2018

Las Islas Marshall

Las Hermanas Maryknoll que servimos en las Islas Marshall, estábamos en la isla Wotje, listas para regresar a Majuro, el atolón principal, pero el vuelo se canceló hasta el siguiente día. Decidí caminar por la isla, algo que nunca había hecho. Caminé hora y media y me di cuenta que no había visto un camino hacia el interior. No supe qué hacer. De pronto vi huellas, las seguí y encontré unos niños jugando—el mayor como de ocho años. Le pregunté cómo ir al interior de la isla. Los niños me guiaron por un sendero y llegamos a un caserío. Conversé con una anciana que lavaba ropa en una tina. De pronto, el niño mayor, rodeado de sus hermanitos, se acercó cargando un vaso de agua con las dos manos y me lo ofreció, como quien ofrece el cáliz de la comunión. Dudé tomar el agua porque no sabía si era potable, pero me la ofreció de una manera tan formal, que le agradecí y la bebí. Después, continuamos caminando y sentí alivio al ver que la familia tenía un tanque para almacenar agua buena de lluvia.
Carolyn White, M.M.

Sudán del Sur

Relatos Misioneros, Sudán del Sur

Sean Sprague/Sudán del Sur

Durante mi caminata diaria a la cafetería de las Naciones Unidas en un campamento para desplazados internamente en Malakal, Sudán del Sur, cruzo un camino de florecientes flores blancas, moradas y amarillas. Estas flores me dan la bienvenida cada mañana y mi corazón responde reconociendo su presencia, lo que brinda belleza a mi día. Algunas flores aún están dormidas con los pétalos cerrados y cuando el sol sale se despiertan y se abren. A pesar de las luchas que las personas enfrentan a diario por la guerra civil, estas flores me recuerdan que la vida tiene un propósito. Este jardín del paraíso me inspira a una esperanza floreciente de que un mejor futuro aún está por venir para las personas de Sudán del Sur.
Michael Bassano, M.M.

 

Brasil

Relatos Misioneros, Brasil

CNS/Brasil

Mi misión es ofrecer talleres de teatro en una prisión de mujeres en Brasil. Muchas están al final de sus sentencias y mi esperanza es prepararlas para su partida. Aprendo mucho de sus historias y luchas. Después de hacer ejercicios dinámicos en grupo, ellas reflexionan sobre sus vidas. La conversación se enfoca en sus esperanzas, objetivos, y en los obstáculos que encuentran en su camino. Nombrar estas barreras y reflexionar en cómo superarlas puede ayudar a incrementar con éxito sus probabilidades de reinserción social luego de ser liberadas. Al final de los talleres, conversan sobre lo que se ha compartido. Lo mejor de todo, dicen, es que se olvidan que están en prisión porque se divierten y comparten. La prisión puede ser un lugar de extremo aislamiento y soledad. Yo también olvido que estoy en prisión, con mujeres condenadas por diferentes crímenes. En ese momento, somos un grupo que a pesar de las dificultades aprendemos juntos y tenemos la esperanza de una nueva vida.
Flavio Rocha da Silva, MKLM

 

Nicaragua

Relatos Misioneros, Nicaragua

Sean Sprague/Nicaragua

Un día, durante mi misión en Nicaragua en los 80, regresaba a mi parroquia en Terrabona después de unas diligencias en Managua, la capital. Unos líderes laicos me esperaban para decirme: “Padre, no se olvide de la misa de la Primera Comunión esta noche”. ¡Me había olvidado! Les dije que iba al pueblo a recoger algo y regresaba. Estaba agotado, pero ya me había comprometido. Hubo 90 confesiones y, después, la misa. Terminé las confesiones a las 11 de la noche y me preguntaron si podía confesar a una enferma después de la misa. Les dije que estaba cansado y era tarde; pero al llenar el Ciborio antes de la misa pensé: “Iré si sobran hostias consagradas”. Muchas personas recibieron la comunión y se acabaron las hostias. “Ahí está mi respuesta”, murmuré. Pero mientras purificaba el cáliz vi que una hostia había caído sobre el corporal. “Está bien Dios, entiendo, se hará tu voluntad”. En la noche oscura fui a ungir a la enferma, quien no se había confesado por 20 años, y quedó feliz de recibir el sacramento. Murió antes del amanecer.
Ted Custer, M.M

Foto principal: (Cortesía de Pixabay/Islas Marshall)

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