Mujeres de Ciudad Juárez luchan por una nueva vida

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Por: Giovana Soria
Fecha de Publicación: Jul 1, 2018

Empoderando a mujeres en Ciudad Juárez

 
Iris Ivarra se casó y tuvo el primero de sus cuatro hijos cuando era menor de edad. “Prácticamente jugué con bebés reales”, dice. Para ella y otras jóvenes de la colonia Pánfilo Natera en Ciudad Juárez, México, ser mamá a temprana edad era algo común. Además, Ivarra dependía mucho de su esposo: “Yo no era capaz de salir sola a la calle ni siquiera para pagar los servicios de la casa. Me daba miedo”.

A medida que crecieron sus hijos, crecieron las necesidades económicas de su familia. Angustiada por mejorar su vida, Ivarra buscó ayuda en el Centro Santa Catalina, una organización sin fines de lucro que ofrece una cooperativa de costura para mujeres y un programa de ayuda con la tarea para niños.

El centro, que se sustenta en donaciones, fue fundado en 1996 por dos religiosas de la congregación Dominican Sisters of Adrian, Donna Kustusch y Eleanor Stech. La Hermana Maryknoll Margaret Sierra, quien colabora en el centro, lo describe así: “Nuestra misión no es regalar comida, ropa o medicinas porque la gente no sólo necesita cosas materiales. Ellos necesitan alegría, arte y sentirse útiles”, dice la misionera Maryknoll.

 

Julia Gutiérrez, tutora del centro y una de las mujeres de Ciudad Juarez, ayuda a un niño a hacer sus tareas

Julia Gutiérrez, tutora del centro, ayuda a un niño de la colonia Pánfilo Natera a hacer sus tareas.

 

Esa fue la historia de Ivarra, ahora de 34 años, quien es una de las 16 mujeres de la cooperativa. Allí encontró ayuda espiritual y educación para sus hijos, y un trabajo en el área de empacado y control de calidad. Sabe cortar telas, hacer ornamentos navideños y está aprendiendo a cocer a máquina.

“El centro es una bendición”, dice Ivarra. “Me enseñaron a valorarme, a ser independiente, a creer en mí y a quererme. A veces tenía desacuerdos con mi esposo, pero me aconsejaron dialogar en vez de pelear. Él ahora entiende mis necesidades y derechos”.

El centro, construido sobre un antiguo deposito de basura, se inició con un grupo de oración para mujeres inmigrantes que llegaban de zonas rurales. Pero además de la oración, ellas necesitaban ser empoderadas y encontrar oportunidades de trabajo para sobrevivir en esta ciudad con altos índices de pobreza y violencia, particularmente contra las mujeres.

Las mujeres empezaron a vender tamales y piñatas, pero eso no les generó suficientes ganancias. Luego llegaron dos hermanas religiosas del extranjero para entrenarlas en el arte de la costura, y de ese modo surgió la Cooperativa Mujeres de Esperanza y Fe.

 

Hermana Maryknoll conversa con una profesora sobre su ministerio con las mujeres de Ciudad Juaarez

La Hermana Maryknoll Margaret Sierra (izq.) conversa con Leona Jewett, una participante de un grupo de inmersión misionera a la frontera, quien visitó la casa de las hermanas dominicas en El Paso, Texas.

 

Las mujeres confeccionan artesanía mexicana, cosen a mano y a máquina desde mantos (rebozos), bufandas, centros de mesa y servilletas. Con las ganancias, compran materiales y reparten el resto en partes iguales entre las integrantes. Cada una recibe alrededor de 160 dólares al mes, que les ayuda a sustentar a sus familias.

Maureen Gallagher, una Dominican Sister of Adrian, es directora de mercadeo en el centro. Ella y las hermanas Sierra, la Hermana Franciscana Fran Hicks y la Hermana del Espíritu Santo Rita Nealon venden los productos en la casa de las hermanas dominicas en El Paso, Texas, y en conferencias y galerías en ciudades de Estados Unidos. “Las hermanas dominicas tuvieron la visión de ayudar económicamente a las mujeres pobres y empoderarlas para que sean respetadas y exitosas”, dice Gallagher.

La hermana Gallagher invitó a la hermana Sierra para ayudar en el centro hace dos años. “Maggie hace un trabajo maravilloso, habla con las trabajadoras, entiende su cultura y las empodera”, dice. La hermana Sierra también hace traducciones, ofrece retiros espirituales y entretiene a los niños en el centro.

Las mujeres trabajan en la cooperativa cuatro días a la semana y los viernes se reúnen para crecer en su espiritualidad. Rosa Villela, directora del centro, dice que el viernes es sagrado. “Le dan mucho valor al momento de la oración”, dice. “Es un tipo de alimento para sostenerse espiritualmente y fortalecer su trabajo”.

 

Misionera entretiene a niños que asisten al programa de tareas en Centro Santa Catalina de mujeres de Ciudad Juarez

Sierra enseña a niños que asisten al programa de tareas a hacer ranitas y otras figuritas de papel.

 

Recientemente, la hermana Sierra ofreció un retiro para 26 mujeres de Santa Catalina en el que trataron el tema del perdón.

El centro también ofrece ayuda con las tareas, útiles escolares y un refrigerio para los hijos de las mujeres de la cooperativa y otros niños de la colonia. Más de 140 niños entre 5 a 14 años asisten cuatro días a la semana. Las clases se ofrecen en la mañana o en la tarde, por tres horas diarias e incluyen reflexiones y lecturas bíblicas y el cultivo de buenos valores. Los niños reciben clases de computación y aprenden a cuidar el medio ambiente a través del reciclaje y el cultivo de hortalizas.

“Trabajar con niños es una experiencia gratificante, ellos se encariñan y nos tratan como si fuéramos sus mamás”, dice la tutora Julia Gutiérrez, 34, una asistente de maestra certificada. “La mayoría viene de hogares disfuncionales, con falta de atención de sus padres, problemas económicos, emocionales y alimenticios. A veces vienen sin desayunar o almorzar”.

 

Durante un retiro espiritual que dirigió la hermana Sierra, un grupo de mujeres de la cooperativa de costura reflexiona sobre la importancia del perdón.

 

Gutiérrez, entiende el sacrificio de las mujeres de Santa Catalina. A los 14 años, ella se casó y tuvo tres hijos consecutivamente. Abandonó sus estudios en el tercer año de secundaria. “En ese tiempo pensaba que el rol de la mujer era casarse y tener hijos. No sabía qué era la vida”, dice.

A los 19 años Gutiérrez llegó al centro para inscribir a sus hijos en el programa de ayuda con la tarea y se integró al grupo de oración. Luego, tomó el curso de Valores Fe y Vida, clases de liderazgo, terminó la secundaria y tomó clases para ser tutora. Actualmente dos de sus hijos estudian en la universidad y la última va a empezar la secundaria. “Tener la oportunidad de enseñar en Santa Catalina es un regalo de Dios y una manera de retribuir lo que recibí”, dice.

Gutiérrez valora la presencia de la hermana Sierra. “Cuando nos visita, ella va de salón en salón y los niños se ponen a su alrededor y le piden que haga ranitas y otras figuritas de papel”, dice Gutiérrez. “Es carismática, creativa y siempre está dispuesta a servir”.

La hermana Sierra nació en Albuquerque, Nuevo México, se graduó de enfermera y se unió a las Hermanas Maryknoll en 1977. Asignada a Bolivia en 1979, sirvió por 11 años en una comunidad aymara cerca a La Paz, donde administró una clínica y ofreció un ministerio para niños. Luego sirvió por un año en Ocotal, Nicaragua, donde visitó a los enfermos y trabajó en un ministerio para niños. Ella fue capellán de niños cuando sirvió en Estados Unidos.

Ahora su misión es acompañar a las mujeres que luchan por sacar adelante a sus familias. “Mi ministerio es de presencia porque muchas veces no hay palabras para dar consuelo. Sólo toco sus manos y estoy a su lado en silencio, escuchando lo que quieren decir,” dice. “Les ofrezco mi cariño y mi amor”.

Foto principal: Yessenia Hernández abraza a su mamá Lolice, ambas participan en los programas para mujeres del Centro Santa Catalina en Ciudad Juárez, México.(Margaret Sierra M.M./México)

 

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Sobre la autora/or

Giovana Soria

Giovana Soria nació y creció en Lima, Perú. Completó una licenciatura en Ciencias de la Comunicación/Periodismo en la Universidad de San Martín de Porres de Lima. Como redactora, ella escribe y traduce artículos para la revista Misioneros y Maryknoll magazine, nuestra publicación en Inglés. Sus artículos también han sido publicados en la revista bilingüe ¡OYE! para jóvenes católicos hispanos. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en el condado de Rockland, Nueva York.

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