Hermana Maryknoll atiende las necesidades de los hijos de trabajadores agrícolas migrantes en el suroeste de Florida
La Hermana Maryknoll Catalina DeVito recuerda cómo trató de calmar a una niña de 5 años con ansiedad, quien temía que deportaran a su madre. Lamentablemente, dice la misionera, esta es una situación común entre los niños que vienen al Centro para el Estrés y la Salud Infantil de Immokalee en el sureste de Florida, donde la misionera es una trabajadora social.
“Las familias aquí lidian con inestabilidad, reubicación, separación, inmigración, pobreza—por nombrar solo algunos [problemas]”, dice la hermana DeVito al describir la situación de los niños y sus padres en esta pequeña comunidad compuesta por unas 25.000 personas, en su mayoría trabajadores inmigrantes de México, Centroamérica y Haití. Ellos hacen el trabajo pesado de la cosecha, dice, y se les paga por la cantidad de libras que recogen, por un salario anual promedio de $12.000 a $16.000.
El Centro para el Estrés y Salud Infantil fue fundado por la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Florida, la cual está enfocada en cuidado de salud integral para mujeres y niños, dice la hermana DeVito, quien apoya a las familias, de manera bilingüe, a través de un examen clínico de sus hijos para evaluar si tienen señales de estrés tóxico, depresión, negligencia, abuso y falta de recursos. Ella dice que la detección de experiencias infantiles adversas, o ACE, es parte rutinaria del control anual de cada niño.
Immokalee tiene muchas familias de estatus mixto, lo que significa que dentro de las familias, los miembros pueden tener un estatus legal diferente. “El problema de la inmigración ha sido el más difícil de tratar”, dice Javier Rosado, director clínico del centro. “Los humanos no están diseñados para vivir en estado de alarma o peligro”.
Rosado dice que los jóvenes de aquí comienzan desde temprana edad a tratar de determinar quién está a salvo y quién no. En esta región hay puntos de control de la Oficina de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, y hay constante vigilancia, detenciones y deportaciones. “Los niveles extremos de ansiedad afectan a toda la comunidad, independientemente de tu propio estatus migratorio”, dice. “Y los niños lo sienten”.
En respuesta, el Centro organiza talleres educativos para ayudar a las familias a sobrellevar la pérdida repentina de sus seres queridos. Rosado también co-escribió un libro para niños llamado “After the Harvest” con su colega Tatiana Fernández. Escrito desde la perspectiva de una abeja joven, relata experiencias comunes de niños migrantes cuando la pequeña abeja migra al norte con sus padres.
En Immokalee, una vez que el sol es demasiado fuerte y la temporada de cosecha finaliza, alrededor de abril, las familias emigran al norte para buscar otros trabajos de cosecha. Esto significa dejar a los niños o desarraigarlos y migrar con ellos, a veces inscribiéndolos en varias escuelas en el mismo año.
La hermana DeVito, quien tiene maestrías en educación y estudios religiosos, fue anteriormente una hermana Ursulina. Nacida en Cleveland, Ohio, sirvió en El Salvador durante seis años, llegó en 1984 después de que dos miembros de su equipo misionero diocesano de Cleveland, junto con dos Hermanas Maryknoll, fueran asesinadas por un escuadrón de la muerte durante la guerra civil de ese país.
Después de enseñar en Cleveland, la hermana DeVito sirvió en Nueva Rosita, México, desde 1994 hasta el 2000. “Cuando se sirve en la misión, hay una transformación interna que es difícil de explicar”, dice. “Solo quería estar con el pueblo”.
En 2000, se transfirió a las Hermanas Maryknoll y continuó en misión en Panamá y Bolivia. A los 65 años, regresó al centro de las Hermanas Maryknoll en Nueva York, pero se sintió atraída por Immokalee, que había visitado 32 años antes. El área le recordó a Latinoamérica rural. Pronto estaba usando la fluidez de su español en el centro para estrés infantil.
“Cathy tiene el corazón de una servidora”, dice Elena Reyes, quien ayudó a fundar el centro y contrató a la misionera como asistente social. “Ella entiende las necesidades de la gente y camina con ellos, sin juzgar”.
Los residentes en Immokalee aún están reconstruyendo después del huracán Irma en septiembre de 2017. También deben lidiar con problemas como los efectos de pesticidas en la salud de las mujeres embarazadas. Médicos señalan instancias más altas que las normales de niños con asma, retraso en las habilidades motoras y del lenguaje y deformidades físicas. En 2005, tres niños nacieron con deformidades tan graves que dos de los niños murieron. El niño que sobrevivió, Carlito, nació sin extremidades. La hermana DeVito recientemente tuvo la dicha de ser jurado del proyecto para la feria de ciencias en la escuela secundaria de este valiente joven.
Para la hermana DeVito, el trabajo en Immokalee es pesado pero su corazón sigue lleno. “Me siento tan agradecida de estar aquí”, dice ella. “Sí, he visto lágrimas. Pero creo que la gente es increíblemente resiliente. Ellos siguen adelante”.
Foto Principal: Hijos de trabajadores agrícolas migrantes en Immokalee, Florida, reciben apoyo del Centro para el Estrés y la Salud Infantil. (Colin Hackley/Florida)