Seminarista de Maryknoll nacido en Kenya aprende “lecciones de Dios” durante entrenamiento misionero en el extranjero, en cochabamba, Bolivia.
John Siyumbu tenía 13 años el día que sus dos hermanas, otros 80 jóvenes y él se confirmaron; y él sintió el llamado de ir por todo el mundo a “anunciar la Buena Noticia a toda la creación” como sacerdote.
Ese 6 de junio, 1998, la Iglesia Santa María Magdalena en el pueblo Kimatuni de la Diócesis de Bungoma, Kenya, estaba llena del júbilo de las familias de los jóvenes siendo confirmados. Monseñor Emmanuel Okombo pidió a los padres y madres que eduquen a sus hijos de tal modo que la Iglesia pueda tener sacerdotes y hermanas religiosas que sirvan al pueblo de Dios.
“Las vocaciones se forjan en la familia”, dijo monseñor Okombo.
De inmediato, Siyumbu volteó para ver a su madre y le dijo: “Mama, nataka kuwa padri” (Mamá, quiero ser sacerdote).
“Vamos a ver”, respondió su madre, Eunice Wanga, una profesora que evalúa necesidades educativas especiales en Bungoma.
Siyumbu, sus hermanos y familia el día de su confirmación en Kenya. (Cortesía de John Siyumbu)
El joven seminarista en Kenya. (Cortesía de John Siyumbu)
Pasaron los años en Kenya—un país marcado por la corrupción y enfrentamientos étnicos por la posesión de las tierras—y Siyumbu ingresó a la Universidad Kenyatta para seguir la carrera de educación. Allí conoció al capellán universitario, el Padre Maryknoll Lance Nadeau.
“El padre Nadeau es un sacerdote que ve lo bueno de las personas con las que trabaja”, dice Siyumbu. “La pasión por servir al pueblo de Dios que vi en el padre Nadeau es lo que me atrajo a Maryknoll”.
Siyumbu se unió a la comunidad católica del campus universitario y, a través del padre Nadeau, conoció otros misioneros Maryknoll que sirven en misión en el este de África.
“John hizo algo inusual y valiente”, dice el padre Nadeau, describiendo a Siyumbu a través de una decisión que él tomó cuando realizó sus prácticas profesionales requeridas por la universidad. “Escogió hacerlo en Thika, el área geográfica del grupo étnico Kikuyu, que históricamente ha tenido una tensa relación con su propia comunidad Luhya. John quiso desafiar sus propios prejuicios viviendo con el adversario tradicional”.
Con una población de unos 50 millones de habitantes, Kenya tiene alrededor de 50 comunidades étnicas en las que se habla unos 69 lenguajes.
“Pasé tres meses en Thika”, dice el joven seminarista. “Al principio sentí inseguridad, pero me integré a esta comunidad y aprendí un poco de su lenguaje kikuyu”.
Cerca de culminar sus estudios universitarios Siyumbu le confesó al padre Nadeau su deseo de ser sacerdote.
“¿Le has dicho a tus padres?” le dijo el padre Nadeau.
Cuando Siyumbu le habló a su madre, ella le recordó el día de su confirmación.
“Fue una sorpresa para mí porque pensé que se había olvidado”, dice Siyumbu. “Mi madre había guardado mi deseo en su corazón por todos estos años. Eso fortaleció mi anhelo de unirme a Maryknoll y seguir una vocación al sacerdocio misionero”.
Aunque la Sociedad Maryknoll fue fundada para entrenar a sacerdotes y hermanos religiosos estadounidenses para la misión, ha empezado a aceptar vocaciones de otros países, donde hombres como John Siyumbu, quienes han conocido a misioneros Maryknoll, sienten el llamado a servir más allá de sus fronteras.
Siyumbu con el Padre Maryknoll Lance Nadeau. (Cortesía de John Siyumbu)
El seminarista Siyumbu conversando con otros jóvenes en Bolivia, donde sirve en misión. (Cortesía de John Siyumbu)
Aunque la familia de Siyumbu apoyó su vocación, cuando le llegó la hora de solicitar la visa para viajar a Estados Unidos, su madre, reticente de verlo partir, le habló de su amigo. “Mira a Vincent”, dijo, “él es un sacerdote misionero y está aquí”.
Pero el modelo misionero Maryknoll que Siyumbu vio era como una semilla que germinaba en su corazón.
“Yo quería ser un sacerdote como mi capellán en Kenyatta University”, dice él. “El padre Nadeau en su sacerdocio me mostró que seguir el camino de Jesús es muy atractivo”.
Siyumbu recuerda con aprecio el 9 de junio, 2016, cuando recibió la carta del director de vocaciones de Maryknoll, el Padre Michael Snyder, anunciándole que fue aceptado como candidato.
Siyumbu voló fuera de África por primera vez, llegó a Chicago en febrero del 2017 y estuvo feliz de ser recibido en el aeropuerto por misioneros Maryknoll a quienes había conocido en Kenya y Tanzania. En Chicago inició su preparación como seminarista y en diciembre de ese mismo año partió a Bolivia para participar en el Programa de Entrenamiento en el Extranjero (OTP) que Maryknoll tiene para candidatos a su sociedad.
“Estoy estudiando español para el propósito de la misión, teniendo experiencias inter culturales y realizando actividades pastorales”, dice Siyumbu, casi a la mitad de su OTP. “La hospitalidad del pueblo boliviano ha sido enorme y también su paciencia cuando tengo dificultades con el idioma”.
El entrenamiento de Siyumbu incluye visitar a los enfermos confinados en sus casas; ayudar a transcribir libros para personas con dificultades en la vista; compartir reflexiones teológicas con voluntarios de Maryknoll en Bolivia; participar en lecturas bíblicas con una pequeña comunidad cristiana de base; ofrecer tutoría a niños de un barrio pobre; asistir a talleres sobre espiritualidad ofrecidos por misioneros jesuitas; y compartir su experiencia misionera durante las reflexiones en las misas dominicales de la parroquia San Pío X, en Cochabamba. Además, ha asumido con satisfacción la dirección de clases de preparación para jóvenes que se van a confirmar.
¿Eres feliz? ¿Estás contento con la decisión de convertirte en sacerdote misionero? le pregunto cuando como reportero lo visito en el Centro Misionero de Maryknoll para América Latina con sede en Cochabamba.
“Tengo una respuesta concreta”, dice con seguridad y esbozando una gran sonrisa. “¡Sí!”
Como muchos misioneros, Siyumbu también dice que encuentra a Jesús en la espiritualidad del pueblo al que sirve y que se siente evangelizado por ellos.
Él pone como ejemplo a María Luisa, una feligresa y voluntaria de San Pío X, con quien realiza las visitas a los confinados en sus hogares. Es una de esas personas que encarnan el verso del Gloria, “paz a la gente de buena voluntad”, dice él. Otro ejemplo es una de las personas enfermas a las que visita, quien se pone tan contenta de verlos que eso le da esperanza a él y lo anima en su deseo de convertirse en ministro.
“Doña Balbina había tenido una operación y estaba en cama y nos recibió con tanta alegría, con tanto gusto”, dice Siyumbu. “Ahí estaba yo, pensando que era yo quien debería practicar lo que habla el Papa Francisco en la Alegría del Evangelio, pero fue ella que me lo estaba dando a mí. Fue un momento de evangelización en el que sentí la presencia del Espíritu Santo”.
Siyumbu, el Padre LázaroTorrico y servidores del altar de la Parroquia Pío X en Cochabamba. (Cortesía de John Siyumbu)
John Siyumbu ofrece la hostia en la Eucaristía a una feligresa. (Cortesía de John Siyumbu)
Seminarista Siyumbu durante una Misa en Bolivia, donde aprende las lecciones de Dios a través de las culturas y que a través de Maryknoll está aprendiendo a amar, servir y estar presente en las vidas de las personas en Cochabamba. (Cortesía de John Siyumbu)
En tales momentos, Siyumbu dice que aprende las lecciones de Dios a través de las culturas y que a través de Maryknoll está aprendiendo a amar, servir y estar presente en las vidas de las personas en Cochabamba: “La misión es una transformación que está basada en el Evangelio que Jesús continúa predicándonos y que hace vivo en cada uno de nosotros cada día, dondequiera que estemos en este mundo”, dice él.
“Eso fortaleció mi anhelo de unirme a Maryknoll y seguir una vocación al sacerdocio misionero”.
Después que termine su programa de entrenamiento en el extranjero, Siyumbu regresará a Estados Unidos para seguir estudios teológicos antes de ser ordenado sacerdote.
Mientras tanto, él mantiene un entusiasmo elevado. “Esperaré a ver qué es lo que Dios tiene para mí”, dice. “Nataka kuwa Padri”.
Foto principal: El seminarista de Maryknoll, John Siyumbu, nacido en Kenya, da una reflexión pastoral en la parroquia San Pío X en Cochabamba, Bolivia. (Sergio Salinas/Bolivia)