Cuidando a todas las Criaturas en Darién

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: Sep 1, 2019

La Hermana Maryknoll Jocelyn Fenix (dcha.) visita a amigos en Darién, Panamá, donde las Hermanas Maryknoll han servido a la comunidad por más de 30 años. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

Hermanas Maryknoll y el pueblo panameño trabajan para preservar Darién

Visitar el bosque tropical de Darién, Panamá, es ver las palabras del Papa Francisco sobre el cuidado de la creación cobrar vida. Allí, dice la Hermana Maryknoll Jocelyn “Joji” Fenix, las Hermanas Maryknoll han “ayudado a crear un ambiente saludable y aprendido cómo hacerlo juntos” centrados en el amor de Dios.

La hermana Fenix trabaja con la Hermana Maryknoll Melinda Roper, la misionera laica panameña Clara Meza y un equipo de panameños comprometidos a promover una forma de vida que coexiste con el medio ambiente.

Lo hacen por medio de programas que incluyen una vida sostenible y alternativas a la agricultura de tala y quema que han destruido los bosques de Darién durante décadas. “Creo que uno de los grandes problemas que ha causado tanta destrucción en nuestro entorno, en la creación de Dios, es el no reconocer que Dios está realmente en todas partes”, dice la hermana Fenix. “Dios está en nuestros semejantes, en los animales, en la tierra. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a los demás a que realmente se asombren ante la maravilla de toda la creación?”

Las misioneras practican lo que predican. Viven en un centro pastoral en Santa Fe, Darién, que utiliza fuentes de agua de lluvia y energía solar, cultivan alimentos en una granja experimental y preservan la flora y fauna que los rodea. Llamando a Laudato Si’, la encíclica del papa sobre el medio ambiente, “una gran afirmación de lo que tratamos de hacer por los últimos 30 años”, la hermana Roper dice que todos tenemos la responsabilidad de ir más allá del ecologismo hacia la ecología integral, lo que implica nuestra relación con los demás.

En esta foto de archivo, la Hermana Melinda Roper (al centro) participa en un taller para jóvenes organizado por el equipo misionero Maryknoll en Panamá Maryknoll Mission Archives/Panamá

Horacio González Delgado, quien administra el centro pastoral en Darién, Panamá, explica como se está ayudando a reforestar areas alrededor del Río Sabana (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

Horacio González muestra el compost y abono del Centro Pastoral, que es mayormente sostenible. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

La Hermana Maryknoll Jocelyn “Joji” Fenix conversa con Horacio González Delgado, quien administra el centro pastoral en Darién, Panamá, donde las Hermanas desarrollan varios ministerios. Las Hermanas Maryknoll han estado ayudando a crear un ambiente saludable junto con la gente de Darién por más de 30 años. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

La hermana Roper comenzó su misión en el remoto Darién en 1985, después de servir como presidenta de su congregación. “Cuando la Iglesia dividió la zona misionera, terminamos sin sacerdote en nuestra zona”, recuerda. La hermana Roper y otras hermanas Maryknoll brindaron formación pastoral en 40 comunidades, apoyaron a catequistas y delegadas de la palabra, celebraron fiestas patronales y realizaron bautismos. Además de acompañarlos en la fe, las hermanas promovieron la unidad cultural entre las poblaciones indígenas de Darién, los afro-panameños y habitantes de otras provincias que emigraron a la región cuando el gobierno les dio tierras en los años 70.

“Ser una darienita no es una cuestión de dónde naciste”, dice la hermana Roper, “es cuando tu vida dice: ‘Soy parte de esta tierra; Soy parte de este ambiente; Soy parte de estas personas’. … Nos dimos cuenta de que hasta que la gente pudiera decir ‘Yo soy darienita’, verían la tierra como mercancía, no como una forma de vida”.

La hermana Fenix, una doctora de las Filipinas, continuó este trabajo y promovió la salud de las personas en Darién. Ella ayudaba a personas que no tenían acceso a los vehículos que podían navegar por las peligrosas condiciones de las carreteras y creó nuevos programas que capacitan a mujeres de la región para aprender cuidados preventivos y medicina alternativa. “Le agradezco a Dios que puedo ayudar a mi comunidad”, incluyendo a personas muy humildes, dice Virginia Jirón, quien es miembro del proyecto de salud de la hermana Fenix. “Y esto lo aprendimos con las hermanas”.

“Por medio de su trato a las personas, (las hermanas) nos dieron a conocer un poco más de Dios”, dice Horacio González Delgado, quien administra el centro pastoral. “Pensábamos que Dios estaba allá en el cielo y no acá con nosotros”.

Miembros del proyecto de salud de la Hermana Jocelyn Fenix están listas para conversar sobre como promover la salud en Darié. De izq. a dcha.: Petra Paula de León, Virginia Girón y Marcelina Noriega. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

En medio del ajetreado trabajo de atención médica y pastoral, las hermanas descubrieron la importancia del bosque no solo para Panamá, sino también como fuente de oxígeno y una joya de la biodiversidad para todo el planeta. Al mismo tiempo, ellas fueron testigos de la rápida destrucción del bosque debido a la tala y quema. Cuando llegó a Darién por primera vez, la hermana Fenix contaba hasta 15 camiones diarios llenos de madera pasar por la carretera panamericana.

Buscando contrarrestar la destrucción del bosque, las hermanas trabajan con la gente para encontrar alternativas sostenibles para alimentar a sus familias y al mismo tiempo proteger el medio ambiente. Las misioneras también están preservando, como bosque secundario con plantas y animales nativos, 40 de 50 hectáreas que les fueron donadas.

La provincia de Darién, que limita con Colombia, tiene algunas de las especies de plantas y animales más diversas de la Tierra debido a su ubicación como un “corredor biológico” entre Suramérica y Centroamérica. Pero este puente de la biodiversidad está en peligro. Panamá pierde alrededor de 20.000 hectáreas de bosque cada año debido a la deforestación, según la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON).

Auristela Hernández muestra el método de procesar el café en el centro pastoral de las Hermanas Maryknoll. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

Auristela Hernández muestra el método de procesar el café en el centro pastoral de las Hermanas Maryknoll. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

Marcelina Noriega, quien forma parte de ECODIC (Equipo Comunitario para el Desarrollo Integral Cristiano), cultiva plantas medicinales y arbustos para reforestar una parte del cercano río Sabana en el vivero del Centro Pastoral de las Hermanas Maryknoll en Darién, Panamá. (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

Marcelina Noriega muestra los productos hechos de plantas medicinales, una iniciatica de de ECODIC (Equipo Comunitario para el Desarrollo Integral Cristiano), (Maria-Pia Negro Chin/Panamá)

“Esperamos rescatar ese Darién de antes. Se llamaba la ‘provincia de oro verde’ debido a la vegetación”, dice González Delgado, quien ha trabajado en Darién durante 39 años, mientras guía a un grupo de visitantes a través del bosque detrás de la casa de las misioneras, señalando las diferentes plantas y sus usos y el proyecto del centro para reforestar la zona.

En el vivero del centro, Marcelina Noriega cultiva plantas para reforestar una parte del cercano río Sabana. Noriega explica que plantar árboles y arbustos a orillas del río evita la erosión y ayuda “al río que hace tanto para mantener la vida en el área”.

Esta reforestación es parte de ECODIC (Equipo Comunitario para el Desarrollo Integral Cristiano), una cooperativa que surgió de un programa iniciado por las hermanas hace más de 15 años que se enfoca en cultivar una nueva relación entre la tierra y sus habitantes. Los miembros, incluyendo a Noriega, cultivan plantas para convertirlas en productos medicinales como ungüentos, tés y jabones que se pueden usar para tratar artritis, dolor muscular, infecciones de la piel y otros dolores.

“Estos son productos locales que ayudan a la sostenibilidad del bosque, pero también mantienen la salud y el bienestar (de las personas)” mientras generan ingresos para sus familias, dice la hermana Fenix.

“Somos afortunados que haya personas dedicadas a estos proyectos y los continúen”, dice la hermana Roper. “Uno no sólo va y predica; estás presente, trabajando con ellos intentando desarrollar soluciones, trabajando por el cambio”, agrega. “Ya sea una relación con el medio ambiente, con la tierra o con otros, lleva tiempo”.

Las hermanas Maryknoll nos enseñaron más acerca de Dios.

Junto con artistas de la zona, las misioneras, desarrollaron un programa de educación holística que incorpora fe, arte y teatro con educación ambiental para que los niños vean la belleza del bosque y desarrollen una identidad cultural, explica la misionera laica Clara Meza.

“Hay muchachos que pasaron por aquí y ahora son profesionales… este programa les ayudó a desarrollar sus talentos y mostrarles que con el estudio van a llegar lejos”, dice González Delgado.

Las misioneras continúan invitando a expertos para que enseñen a familias prácticas agrícolas que mantendrán la fertilidad de la tierra, las plantas y los animales, como el compost, la rotación de cultivos, el uso de fertilizantes y herbicidas naturales. También se enseña el cuidado de la creación desde una perspectiva cristiana que respeta el conocimiento ancestral de los pueblos originarios.

Clara Meza, una misionera laica panameña que trabaja con las hermanas, da un taller sobre Laudato Si’ a niños de la comunidad de Darién. (Cortesía de Jocelyn Fenix, M.M./Panamá)

“Conservemos el mundo que Dios nos ha dado”, dice Auristela Hernández, de la comarca indígena de Guna Yala, quien trabaja con las hermanas. Ella agrega que las hermanas están trabajando con la gente para enseñarle a la próxima generación a amar a la Madre Tierra y a “aprender maneras de cuidarla y respetarla”.

“Son las pequeñas cosas que podemos hacer”, dice la hermana Roper. Ella hace eco del mensaje del Papa Francisco: “Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo”.

Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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