Guiado por el Espíritu a la Misión Global

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Meinrad Scherer-Emunds
Fecha de Publicación: Sep 1, 2019

Misionero Laico Maryknoll Gabe Hurrish se enfoca en promover la educación en Sudán del Sur al apoyar en la capacitación de maestros calificados. (Cortesía de Gabe Hurrish/Sudán del Sur)

Misionero laico Maryknoll busca ayudar a dar forma al futuro de Sudán del Sur

Gabe Hurrish ha servido con los Misioneros Laicos Maryknoll en Sudán del Sur, una nación devastada por la guerra, durante menos de dos años, pero el nativo de Wisconsin tiene cerca de 30 años de experiencia misionera en Asia, África y América Latina, yendo a donde el Espíritu lo lleva.

“Casi nunca voy a un lugar al que he planeado ir”, dice Hurrish. “Hay algo como una fuerza invisible, lo llamo Espíritu Santo, que me guía a estos lugares. En retrospectiva, puedo ver por qué me enviaron a un lugar en particular”.

Puede que no sepa exactamente por qué va a alguna parte, pero sin duda sabe lo que está haciendo en Sudán del Sur y por qué es importante: está ayudando a construir el país más nuevo del mundo.

Hurrish habla con estudiantes en la escuela de formación de profesores, dirigida por Solidarity with South Sudan, una red de grupos católicos que entrena a profesores y otros profesionales. (Paul Jeffrey/Sudán del Sur)

Gabe Hurrish ayuda a una estudiante de pedagogía a planear sesiones de clase. El misionero apoya a un grupo que prepara a maestros calificados. (Cortesía de Gabe Hurrish/Sudán del Sur)

Su ministerio es enseñar a los maestros. Él trabaja con Solidarity with South Sudan, una iniciativa única e internacional de órdenes religiosas, Hurrish se dedica a la enseñanza de estudios sociales, clases de computación, educación religiosa e inglés y ayuda a administrar la Escuela de Formación de Profesores de Solidaridad (STTC por sus siglas en inglés) en Yambio.

Según la UNESCO, menos de un tercio de los niños en edad de asistir a la escuela primaria asisten a la escuela en Sudán del Sur, lo que clasifica al país como el peor del mundo en esta categoría. Más de 2,2 millones de niños en edad escolar en Sudán del Sur no asisten a clases.

Muchos de los niños que van a la escuela en Sudán del Sur tienen que caminar hasta dos horas para llegar a un aula, dice. Si llueve, si los caminos o los senderos son inseguros o si alguien de su familia está enfermo, no pueden ir. Muchas de las escuelas están ubicadas en edificios en ruinas, con 100 a 125 estudiantes en una pequeña aula, sin escritorios y pocos bancos o sillas. En las áreas más remotas, las clases se llevan a cabo bajo los árboles, con los estudiantes sentados en rocas, troncos o en el suelo.

Victor Hume (al centro), un graduado de STTC en Yambio, Sudán del Sur, canta con sus alumnos en la guardería Abangite. (Paul Jeffrey/Sudán del Sur)

Los maestros cobran tan solo $1.50 a la semana, y como resultado, algunos no ponen mucho esfuerzo en la enseñanza, y deben cuidar una cosecha familiar o iniciar un negocio para sobrevivir, dice Hurrish. En este entorno desafiante, los maestros no son los líderes que reciben apoyo en muchos otros países.

En contra de estas abrumadoras probabilidades, Hurrish y Solidarity Teacher Training College brindan una nueva visión que promueve maestros calificados y capacitados como modelos respetados que son la clave para un futuro mejor para su país.

“Cuando veo a estos estudiantes encorvados sobre sus exámenes y concentrándose tan duro, creo que este es el futuro de la educación en este nuevo país”, dice Hurrish. “Nunca me he sentido tan conectado a ayudar a construir un país antes. Todos los maestros que ponemos ahí marcan una gran diferencia en el país, fomentando la educación y el crecimiento”.

Parte del ministerio de Gabe Hurrish es enseñar a maestros.

Gabe Hurrish ayuda a una estudiante de pedagogía a planear sesiones de clase. El misionero apoya a un grupo que prepara a maestros calificados.

Estudiantes en un salón de clases en Yambio, Sudán del Sur. Muchos de los alumnos de ese país tienen que caminar hasta dos horas para llegar a su escuela. (Cortesía de Gabe Hurrish/Sudán del Sur)

Además de aprender a enseñar, los estudiantes de la universidad también aprenden otras lecciones que son cruciales para el futuro de Sudán del Sur. “Tenemos estudiantes que vienen de todo el país, y algunos incluso vienen de Sudán”, dice el misionero laico Maryknoll. No necesariamente hablan los mismos idiomas y provienen de diferentes grupos étnicos, algunos de los cuales han estado en guerra unos con otros.

“Parte de lo que intentamos hacer es reunirlos para demostrar que todos somos iguales y que pueden tener paz entre los diferentes grupos étnicos”, dice.

La buena noticia, añade, es que Solidarity Teacher Training College tiene inscritos a más de 100 maestros y alrededor de 20 a 30 maestros calificados y capacitados se gradúan de esta universidad cada cuatro meses. Desde el 2013, la universidad, ubicada en el estado de Gbudwe en el suroeste de Sudán del Sur, ha graduado a unos 250 maestros. Otros 2.000 maestros se han beneficiado de Solidaridad con la capacitación en servicio en Sudán del Sur.

“Estas son las mentes jóvenes y agudas que trabajarán con los jóvenes del mañana”, dice Hurrish. “Ellos son el futuro, y si Dios quiere, serán los agentes del cambio”.

Él dice que él y el resto del personal de la universidad, que provienen de ocho países diferentes, a menudo escuchan a sus graduados que les dicen: “Gracias a ti conseguí este trabajo. Es por ti que cambié mi vida”.

Desde que ganó su independencia en 2011 de Sudán, al norte, Sudán del Sur ha visto muy poca paz. En 2013, estalló la guerra civil entre grupos étnicos rivales. Desde entonces, se cree que alrededor de 400.000 personas murieron como resultado de la guerra civil y la limpieza étnica. Más de 4 millones de sudaneses del sur viven en campamentos de refugiados en países vecinos o en campamentos de las Naciones Unidas para personas internamente desplazadas.

La misión del Misionero Laico Maryknoll Gabe Hurrish es servir a niños como estos de Sudán del Sur.

Un profesor enseña a pequeños niños en un salon de clases en Sudán del Sur.

Gabe Hurrish visita a niños de la escuela infantil y primaria de Tambua, donde estudiantes de Solidarity Teacher Training College ponen en practican la enseñanza. (Cortesía de Gabe Hurrish/Sudán del Sur)

El Padre Maryknoll Mike Bassano, quien también es parte de Solidaridad con Sudán del Sur, se desempeña como capellán católico en uno de esos campamentos de las Naciones Unidas en Malakal. Otro sacerdote Maryknoll, el Padre Thomas Tiscornia, se desempeñó hasta hace poco como capellán de Solidaridad en el Instituto Católico de Capacitación para la Salud en Wau.

Hace nueve años, Hurrish trabajó durante un tiempo para Solidaridad con Sudán del Sur en su oficina de Roma cuando la organización estaba despegando. Seis años más tarde, pasó un verano enseñando en Sudán del  Sur. “Después de llegar a casa”, dice, “me pregunté: ‘Tal vez sea hora de volver a África y ayudar’”.

Él había conocido a misioneros Maryknoll de sus anteriores períodos en misiones en el extranjero. “Me topé con ellos, aquí, allí y en todas partes. Sabía que tenían un buen programa y que preparaban bien a su gente, mucho mejor que muchas otras organizaciones de voluntarios y laicos con los que me he encontrado”.

Joana Ilario, graduada de Solidarity Teacher Training College, ayuda a una estudiante de la escuela primaria St. Mary en Yambio. (Paul Jeffrey /Sudán del Sur)

Hurrish comenzó su carrera de servicio en Peace Corps en 1984, trabajando en proyectos de agua en Kenya. Más tarde trabajó en Sudán con refugiados y luego en Etiopía para aliviar el hambre. Fue consultor en Uganda, Somalia, Sudáfrica y Perú, y trabajó con un grupo misionero en América Central. También enseñó inglés en China durante 10 años.

Aún así, Hurrish rastrea los inicios de su vocación de misionero laico a su tío, un sacerdote franciscano que sirvió durante 32 años en la India y Brasil. Recuerda que de niño le cautivaron los cuentos de su tío. Cuando Hurrish comenzó su propio trabajo misionero en el extranjero, su tío era siempre la primera persona que visitaba cuando regresaba a casa. “Él me entendía y yo lo entendía a él”, dice Hurrish. “Hablabamos durante horas de las aventuras e historias de nuestras misiones”.

Cuando su tío, el padre Alex Bombera, murió a la edad de casi 99 años, el provincial franciscano en el funeral llegó al ataúd justo antes de cerrarlo y sacó la cruz de la misión del sacerdote. Aunque la cruz generalmente es enterrada con el misionero, el provincial le dijo a Hurrish que su tío hubiera querido que su sobrino llevara su crucifijo de nuevo a la misión.

“Ahora sé que una parte del espíritu de mi tío estará conmigo dondequiera que vaya”, dice Hurrish.

Sobre la autora/or

Meinrad Scherer-Emunds

Scherer-Emunds es el director de comunicaciones de los Misioneros Laicos Maryknoll.

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