Iglesia viva en el Altiplano de Perú

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: Nov 1, 2019

Feligreses rezan el Padre Nuestro en la lengua aymara durante la misa de Todos los Santos en el centro poblado de Jayllihuaya, en Puno, Perú. (Nile Sprague/Perú)

Misionero y pobladores aymaras preservan la fe en Puno

Antes de la Misa del Día de Todos los Santos en el centro poblado de Jayllihuaya, Perú, feligreses aymara se acercan solemnemente al altar de  la capilla de Santiago Apóstol con ofrendas como fotos, flores, coronas funerarias de tela y hogazas de pan intrincadamente diseñadas. El Padre Maryknoll Edmund Cookson, párroco, les da la bienvenida, rezando con ellos para agradecer a Dios por el cuidado y las enseñanzas de sus seres queridos fallecidos.

A la mañana siguiente, la comunidad llevará las ofrendas al cementerio local, donde la gente pasará el día rezando y honrando a sus familiares fallecidos.

Las celebraciones de Todos los Santos y Todas las Almas son ejemplos de la combinación de prácticas católicas y tradiciones andinas precolombinas en el altiplano peruano. “Parte de nuestra cultura aymara es recordar a los santos y recordar a las almas que dejaron sus bienaventuranzas en nuestras vidas”, dice William Mamani Condori, un agente pastoral en Santiago Apóstol. “Elementos de nuestra cosmovisión andina nos ayudan a estar conectados a través del espíritu”.

El Padre Maryknoll Edmund Cookson, quien ha acompañado a comunidades aymaras en Perú por más de 50 años, celebra la misa en la parroquia Santiado Apóstol en Jayllihuaya en Puno. (Nile Sprague/Perú)

El Padre Cookson le da la comunión a feligreses en la misa de Todos los Santos. (Nile Sprague/Perú 2016)

Mamani dice que es tradición llevarle panes a sus familiares fallecidos en forma de: ángeles para acompañar a sus almas a la vida eterna; llamas o caballos para acelerar sus viajes; un sol y una luna para guiarlos, además de otras ofrendas como flores y comida.

El padre Cookson, de 81 años, ha ministrado al pueblo aymara de la provincia de Puno por más de 50 años, aprendiendo a valorar su cultura ancestral y su compromiso a la oración, educación y buscar lo mejor para la comunidad. Desde sus años como párroco en Yunguyo hasta hoy en día, el padre ha admirado los valores andinos de la reconciliación, la reciprocidad, el cooperativismo y la solidaridad.

“Él respeta nuestra dignidad”, dice Mamani, que tenía 6 años cuando conoció al misionero. “Siempre ha destacado nuestros elementos culturales y los incluyó en la misa. Te alienta a entender que Dios está contigo, que Dios está presente desde cómo eres como persona”.

El padre Cookson se ha preocupado por el bienestar espiritual y físico del pueblo aymara puneño a través de proyectos y cuidado pastoral. Su labor ha incluido establecer un molino, distribuir animales como gallinas y cuyes para combatir la desnutrición, restaurar el suelo dañado por inundaciones y promocionar el valor nutricional de granos nativos como la quinua, además de ayudar a asegurar un proyecto para hornear galletas con alto contenido de proteínas para los escolares locales. El padre Cookson también ayudó a los aymaras a construir invernaderos de adobe para que pudieran cultivar vegetales durante todo el año y mejorar sus dietas.

La familia Flores se reúne para orar por las almas de sus difuntos en el día de Todos los Santos. Según el líder parroquial William Mamani Condori: “En los días de la celebración de todos los santos, se pone en manifiesto uno de los valores comunitarios andinos como es el cooperativismo, donde se reúnen las familias (de un determinado difunto), no solo de Jayllihuaya, si no también arriban aquellos pobladores que emigraron dentro y fuera del pais, encuentran en este tiempo un momento de reencuentro y compartir, entre todos juntan víveres, ofrendas, bebidas, flores, a fin de recordar al difunto y alabar sus buenos actos y enseñanzas, por ello acompañan estos días con oraciones en casa, en el templo y en el cementerio local.” (Nile Sprague/Perú)

El Padre Maryknoll Edmund Cookson celebra la misa del Día de Todos los Santos en la comunidad de Jayllihuaya. (Nile Sprague/Perú)

Mujer Aymara participa en un rito durante la misa que combina tradiciones altiplánicas con la religión católica. La congregación levanta la tradicional hoja de coca y la pone en agua bendita para después depositarla en una vacija durante el ofertorio y así incluir las intenciones de oración por los seres queridos. (Nile Sprague/Perú)

Antes de la misa del Día de Todos los Santos en Nov. 1 del 2016, pobladores de Jayllihuaya llevan flores frente al altar de la parroquia para que sean bendecidas por un misionero Maryknoll. (Nile Sprague/Perú)

Un ritual aymara de reconciliación se combina con el catolicismo durante una misa en la capilla Santiago Apostol Jayllihuaya, Puno, Perú. (Nile Sprague/Perú)

Durante una misa en Jayllihuaya, la congregación levanta la tradicional hoja de coca y la pone en agua bendita para después depositarla en una vacija durante el ofertorio y así incluir las intenciones de oración por los seres queridos. (Nile Sprague/Perú)

Hoy, su ministerio se enfoca menos en iniciativas agrícolas y más en ministrar a las necesidades espirituales de la gente. “Mi apostolado es afirmar la presencia del Señor Jesús aquí en Jayllihuaya”, dice. “Estar con la gente y decir, con mi presencia, ‘Dios te ama’”.

El misionero de Peekskill, Nueva York, busca entablar conversaciones al caminar por el pueblo y atender a quienes lo visitan en busca de orientación, oraciones, misas y bendiciones. Hace poco, recibió una solicitud de la organización local de taxis. “Había más de 100 taxis”, dice. “Me tomó una o dos horas bendecirlos a todos”.

El sacerdote alienta la oración en la lengua aymara e incorpora elementos andinos en las misas como “formas de llegar a Dios”. En la misa de Todos los Santos, por ejemplo, se incluyó  un ritual aymara donde las personas se lavan la cara para simbolizar la reconciliación, pero, esta vez, usaron agua bendita. “Este rito nos recuerda a nuestros antepasados, pero también nos hace darnos cuenta de que el agua cura y nos permite rezar”, le dice el padre Cookson a la congregación.

Después de la misa, el padre Cookson visita la casa de la familia Flores. Allí, el misionero habla con la familia acerca de sus difuntos y comparte la comida preparada para los que vienen a rezar por las almitas de sus seres queridos. Uno de los familiares comienza a rezar el Credo y el misionero se les une. Él es uno con las personas que comparte en sus vidas. Le tomó años al misionero ganarse la confianza de sus vecinos aymaras, dice, porque la sociedad los ha olvidado. “Ahora puedo ser un amigo para ellos”, dice.

El padre Cookson también apoya a equipos de líderes laicos. “Somos agentes pastorales con rostro andino que proclamamos el Evangelio de Jesucristo desde nuestras experiencias de fe y vida”, dice un comunicado de los voluntarios de la parroquia.

“Buscamos ser una iglesia viva, siguiendo las enseñanzas de la Biblia”, dice la agente pastoral Marlene Condori Condori, esposa de Mamani.

El sacerdote y los agentes formaron el centro cultural y la biblioteca Amigos de Jesús, que proporciona un espacio seguro para docenas de niños y adolescentes. El centro también ofrece talleres de verano en temas de oratoria, liderazgo cristiano, música y danza local, cocina y artes y manualidades. “Los jóvenes a veces se aíslan de las parroquias, entonces buscamos otras formas de llegar a ellos”, dice Condori, quien coordina el programa.

El Padre Maryknoll Ed Cookson celebra la misa en la comunidad de Jayllihuaya. Uno de los feligreses dice del misionero: “El padre Cookson, es reconocido y admirado por su comprensión y valoración a la cultura andina, por ello muchos feligreses católicos de la ciudad y de otras partes se trasladan a jayllihuaya a fin de solicitar celebraciones eucarísticas.” (Nile Sprague/Perú)

Proclamamos el Evangelio de Jesucristo desde nuestras experiencias de fe y vida.

Niño Aymara señala las estatuas de los santos en la capilla católica Templo Santiago Apóstol en Jayllihuaya después de una misa en Noviembre del 2016. (Nile Sprague/Perú)

Ángela Nicole Machaca, quien ha sido parte del programa desde su inicio, es un ejemplo de su impacto. Su madre no podía comprar libros, pero Machaca pudo hacer su tarea en la biblioteca de Amigos de Jesús. Pronto, se convirtió en la primera en su clase, descubrió sus talentos en los talleres y comenzó a ayudar a su comunidad. “Recibimos donaciones de alimentos secos en la misa y ella se encarga de distribuirlos entre los ancianos” que viven más lejos, dice Condori. Agrega que Machaca estudiará abogacía en la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez.

Los talleres también ayudan a preservar el orgullo cultural de los jóvenes, dice el padre Cookson. El año pasado, el centro organizó un concurso para que los jóvenes escribieran mitos locales y cuentos populares que escucharon de sus abuelos. “Esto fortalece su identidad y evita que se pierdan estos cuentos”, dice Condori.

Al reflexionar sobre su caminar misionero, el padre Cookson dice que tiene la bendición de ser otro “ciudadano del altiplano, que comparte la vida de las personas, el pueblo aymara que ha vivido aquí durante mil años”.

La misma gente está tomando la iniciativa de preservar su fe y cultura, dice el padre Cookson. “Estoy aquí para acompañarlos y alentarlos porque el Señor no los olvida, ellos están aquí en el gozo de su presencia”.

El Padre Cookson, 81, trabaja en su jardín en Jayllihuaya en Puno, Peru. Según Mamani Condori: “El Padre es muy respetuoso del cuidado medioambiental, comparte experiencias y promueve e invoca al cuidado medioambiental, recibe gustosamente a quien visite a su casa, ahí podemos apreciar una variedad de flores y verduras cultivados de manera ecológica, espacios muy bien distribuidos que incluyen una compostera donde obtiene el compost, así invita a los poblares que repliquen y sean promotores de un cultivo orgánico. La comunidad d Jayllihuaya se caracteriza por realizar actividades agrícolas.” (Nile Sprague/Perú)

Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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