Yuki, un niño japonés y paciente de cáncer, no cristiano, hizo este dibujo en programa de arte en el hospital. (Cortesía de Kathleen Reiley/Japón)
Hermana Maryknoll comparte amor y compasión en un pabellón pediátrico en un hospital de cáncer
Cada vez que visita el pabellón de niños del Hospital Centro Nacional del Cáncer en Tokio, Japón, la Hermana Maryknoll Kathleen Reiley se siente renovada.
“Estos niños son mis maestros”, dice la misionera, con la misma pasión y amor que sintió cuando comenzó su ministerio de visita a niños enfermos de cáncer hace más de tres décadas. “Les digo: ‘Sabes, nunca sé lo que me va a pasar o cuándo va a suceder, pero tengo la esperanza de ser como tú, porque tú aceptas lo que te está pasando’”.
La hermana Reiley cuenta que Mari, una chica de 18 años con cáncer desde que tenía 3 años de edad, le pidió compartir este mensaje con otros niños con cáncer: “Diles que es importante encontrar alguna pequeña cosa que disfrutar, todos los días”.
Esa pequeña cosa que Mari disfrutaba era la música. “Mari era fenomenal. [Ella era una de] tres adolescentes con un cáncer muy severo”, dice la hermana. “Mari sabía cantar y dos de ellos sabían tocar la guitarra eléctrica”.
Los adolescentes ensayaban para dar un concierto en un parque cerca del hospital para levantar conciencia sobre las necesidades de los niños con cáncer, cuando uno de ellos murió. Los médicos, dice la misionera, sugirieron que los otros dos cancelaran el concierto. “¡De ninguna manera! Cantaremos con todo nuestro corazón por Kenta”, respondieron los adolescentes.
Memorial con la foto deYuki, niño japonés que falleció a consecuencia de cáncer y quien, sin ser cristiano, dibujó la imagen de un hombre en una cruz. (Cortesía de Kathleen Reiley/Japón)
La misionera de Pottsville, Pennsylvania, se complace al contar esas historias. “He sido consejera voluntaria en el pabellón de niños por más de 30 años, escuchando las historias de los padres, de los niños, y jugando con ellos”, dice la hermana, quien también ayudó a empezar un hogar en Japón para las familias de niños con cáncer.
Antes de entrar en la Congregación de Hermanas Maryknoll en 1963, Kathleen Reiley estudió enfermería en Washington, D.C. Asignada a misión en Japón en 1968, obtuvo una licenciatura en Estudios del Lejano Oriente de Sophia University en Tokio. También tiene una maestría en teología, y ha estudiado educación pastoral clínica en el Hospital de la Universidad Estatal de Pennsylvania.
Una gran promotora de la investigación para combatir el cáncer, la misionera es igualmente creativa en sus esfuerzos para llevar felicidad a los niños con cáncer. Ella inició la celebración de Halloween en el hospital japonés.
“Vi cómo los niños disfrutaron de Halloween [en Pennsylvania], por lo que cuando fui al hospital [en Japón], dije: ‘¿Qué tal si celebramos Halloween?’”, dice la hermana, explicando que Halloween no se celebra en Japón. “Les gustó. Ahora los niños, el personal, profesores y padres, todos visten algún disfraz y durante esa fecha todos somos iguales. Una vez, un médico llegó vestido de un bebé con un biberón, y una niña se convirtió en una enfermera. A veces, yo me he disfrazado como una nadadora y una payaso. La risa es la mejor medicina”.
La Hermana Reiley inició la celebración de Halloween en el hospital para personas con cáncer para llevar alegría a los niños pacientes.(Cortesía de Kathleen Reiley/Japón)
La risa, la sonrisa y su manera delicada de ser de la hermana Reiley son evidentes incluso cuando explica sus propios problemas de salud. Durante más de 10 años, dice, ella ha sufrido de la enfermedad de Meniere, una condición que puede dar lugar a mareos y pérdida de la audición. Hace aproximadamente tres años, los médicos encontraron un linfoma en su intestino delgado. “Hasta el momento, ha estado tranquilo, y yo espero que se quede tranquilo. Son células perezosas, y [los doctores] tienen un ojo sobre ellas, y no tengo que tomar ningún medicamento, sólo vivir mi vida de la mejor manera que pueda”, dice.
Y con la misma calma con la que habla de su propio cáncer, cuenta la historia de Yuki, un niño de 13 años de edad con cáncer a quien enseñó un ejercicio de respiración.
“Sostuve su mano suavemente y le dije: ‘Sólo inhala y exhala, conviértete en uno con tu respiración y no pienses en nada, ¿bueno? Si estás preocupado o ansioso por algo, sólo deja todo en la respiración y haremos esto durante 30 segundos o un minuto, ¿bueno?”, dice la hermana Reiley, explicando que en el hospital del gobierno japonés; en un país con una minoría de cristianos, ella no puede hablar de religión a menos que alguien se lo pida.
La Hermana Maryknoll Kathleen Reiley juega con niños del pabellón pediátrico de un hospital para el cáncer en Japón. (Sean Sprague/Japón)
“Y Yuki, que no es cristiano, me dijo: ‘Este es un poder muy misterioso. ¿Es Dios o María o Jesús? Y luego le dijo a su madre: ‘No tengo miedo de morir’”.
Algún tiempo después, Yuki murió. Y después de su muerte, la hermana Reiley habló con la madre de Yuki. Ella le contó que un día los niños estaban haciendo un proyecto de arte en el pabellón de niños donde se les pidió dibujar lo que quisieran.
“Ellos no tenían ningún modelo especial ni nada. Esto es lo que él dibujó”, dice la hermana Reiley, mostrando la foto del dibujo de Yuki: un hombre en una cruz.