Recorrer caminos de tierra para visitar a feligreses en áreas remotas le dio al Padre Joseph Cappel el título de “Padre bicicleta”. (Maryknoll Mission Archives/Chile)
Pueblo rural de Chile pide canonización de un sacerdote Maryknoll
La plaza principal de Curepto, un pueblo rural de unas 10.000 personas, aproximadamente a 190 millas al sur de Santiago, Chile, tiene un monumento del Padre Maryknoll Joseph Cappel en una bicicleta.
Se instaló en agosto de 2014, el mismo año en que feligreses de Curepto firmaron una carta solicitando la apertura de la causa de beatificación para su amado sacerdote.
A diferencia de muchos santos, el padre Cappel no fue un mártir heroico de la iglesia. Simplemente hizo lo que todos nosotros, los Maryknoll, intentamos hacer: servir al pueblo de Dios como sacerdotes y hermanos de Cristo. Hizo esto durante 50 años en una misma parroquia, manejando su bicicleta para llegar a los confines remotos y llevar el Evangelio y los Sacramentos a sus feligreses. El obispo de Talca lo conocía bien, e incluso lo nombró exorcista de la diócesis, un puesto que solo se da a un sacerdote dedicado, fuerte en su vocación, y ampliamente reconocido como un hombre santo.
El padre Cappel proclamó el Evangelio con palabras y hechos por más de 50 años en su parroquia, Nuestra Señora del Rosario. (Maryknoll Mission Archives/Chile)
Conocido como un hombre alegre y de mucha oración, el padre Cappel fue infatigable al compartir el amor de Dios con los ancianos, enfermos y aquellos confinados a sus hogares. (Cortesía de Ricardo Rojas/Chile)
Retrato del Padre Cappel. Joseph Henry Cappel nació en Covington, Kentucky, el 16 de noviembre de 1908.
SUs inicios y llegada a maryknoll
Joseph Henry Cappel nació en Covington, Kentucky, el 16 de noviembre de 1908, hijo de Joseph y Eleanora Farfsing Cappel. Tenía seis hermanos, uno de los cuales también fue sacerdote Maryknoll, el padre Charles Cappel. Asistió a la escuela primaria St. Matthew en Norwood y se graduó de la escuela secundaria St. Mary en Cincinnati en 1927.
Asistió a la Universidad de Dayton en Ohio durante dos años antes de comenzar los estudios para ser sacerdote diocesano de Cincinnati en el Seminario St. Gregory. Pero conoció a misioneros Maryknoll, quienes vivían en una casa Maryknoll cerca al seminario, y se sintió atraído a las misiones extranjeras. Entró al Seminario Maryknoll en septiembre de 1931 y conoció al cofundador de Maryknoll el Obispo James Anthony Walsh, quien presidió su ordenación el 16 de junio de 1935.
misión en corea del norte
Ese mismo año, el padre Cappel inició su primera asignación misionera en Corea del Norte, que entonces estaba bajo dominio japonés.
Después que Japón atacó Pearl Harbor en 1941 y Estados Unidos entró formalmente a la Segunda Guerra Mundial, el padre Cappel y otros nueve sacerdotes estadounidenses fueron enviados a campos de internamiento por cinco meses.
Bajo un acuerdo de intercambio de prisioneros civiles, ellos regresaron a Estados Unidos.
misión en Chile
En 1943, el padre Cappel asignado a Chillán, Chile, y nombrado superior para la región. Dos años después, fue nombrado párroco de la Parroquia San Vicente en Chillán.
El padre Cappel permaneció en Chile por toda su vida misionera, excepto por un año, 1947, en el que sirvió en Estados Unidos como director espiritual asistente en el Seminario Maryknoll en Ossining, Nueva York.
Párroco de Curepto
En 1949, fue nombrado párroco de Nuestra Señora del Rosario en Curepto, una extensa parroquia donde ayudó a desarrollar 13 capillas, fundó un hogar para ancianos, una escuela parroquial, e incluso ayudó a expandir y renovar el cementerio local.
También formó grupos apostólicos y de oración en Curepto, donde sirvió hasta su muerte en 2004. Unos 3.500 feligreses asistieron a su funeral, concelebrado por 40 sacerdotes, en la plaza principal.
Ricardo Rojas Valdés, vice-postulador de la causa de canonización del padre Cappel, declaró a ACI Prensa: “A lo largo de su vida vivió las virtudes heroicas que la Iglesia pide para calificar a alguien como santo. Todos tienen algo que decir sobre el bien que hizo. Aunque mantuvo su acento extranjero, el padre Cappel se dejó entender con el lenguaje del amor, del amor por los pobres y los enfermos”.
Recuerdos misioneros
El Padre Maryknoll Ernest Lukaschek cuenta muchas historias de este sacerdote a quien conocía bien. Cuando el padre Cappel cumplió 75 años, según regulaciones de la Iglesia, entregó el cargo de párroco a otro sacerdote, el padre Lukaschek, y permaneció en la parroquia como su asistente.
Un día, unas personas vinieron de Estados Unidos a visitar al padre Cappel, uno de los cuales era un joven católico y un ávido ciclista. El joven preguntó al padre Cappel, si podía acompañarlo en sus rondas, llevando la Sagrada Comunión a los enfermos de la parroquia. El padre Cappel aceptó encantado y le consiguió una buena bicicleta. Pronto, nuestro anciano misionero tuvo que reducir la velocidad para que su joven compañero mantuviera el paso en los caminos de tierra. Al final, el joven tuvo que decirle al padre Cappel que continúe solo, que él encontraría su camino de regreso a la parroquia.
La gente a la que sirvió erigió un monumento de “El Sacerdote de la Bicicleta” en la plaza principal de Curepto en el 2014. Los feligreses del sacerdote pidieron que lo canonizaran. (Cortesía de Kevin Hanlon/Chile)
El pueblo pide su canonización
Después de su muerte en 2004, la gente de Curepto, en la Diócesis de Talca, comenzó a hablar sobre la posibilidad de presentarlo para la canonización.
Se inició un proceso de mucha investigación y consulta con las personas que lo conocieron, y el obispo concluyó que sería un candidato digno. El obispo preguntó a otros obispos de Chile qué pensaban de proponer al padre Cappel a Roma para la santidad, y todos estuvieron de acuerdo.
Así, el 31 de mayo, aniversario de la muerte del padre Cappel, en 2016, se llevó a cabo una sesión de apertura formal en la parroquia de Curepto, con muchos de los fieles y dos obispos presenciando este comienzo alegre.
San Juan Pablo II, en la década de 1980, modernizó el proceso de canonización. Antes, todo el trabajo tenía que centrarse en Roma, con instrucciones y preguntas que iban y venían de las diócesis más remotas del mundo.
Luego, el Papa Juan Pablo II decidió que, después de una investigación inicial, una diócesis podría solicitar a Roma que se abriera una causa. Roma haría su propia investigación sobre el mérito de esta solicitud y, si se consideraba digna, le harían saber al obispo que podría proceder con la primera fase llamada “Fase Diocesana”.
Fase Diocesana
Ahí es donde se encuentra la causa del padre Cappel en la actualidad. El obispo designó a diferentes personas para realizar diferentes tareas asociadas con la causa. Por ejemplo, dos censores teológicos leen todos los libros y folletos escritos por la persona propuesta y deciden si todo en ellos corresponde a la doctrina de la Iglesia. Tres comisionados históricos investigan todo lo que se sabe sobre la persona, llamada Siervo de Dios, y trata de dar una imagen precisa de las fortalezas y debilidades del servidor. Un promotor de justicia trata de asegurarse de que todos sean muy minuciosos y honestos en su investigación, para que nada quede oculto que pueda dañar a la Iglesia.
Foto del Padre Cappel en Chile. El sacerdote sirvió en Chile desde 1943 hasta su muerte en en 2004, dedicando la mayoría de su vida al pueblo Chileno.(Maryknoll Mission Archives/Chile)
Foto del Padre Cappel en Chile. En 1943, el padre Cappel asignado a Chillán, Chile, y nombrado superior para la región. Dos años después, fue nombrado párroco de la Parroquia San Vicente en Chillán y en 1949, fue nombrado párroco de Nuestra Señora del Rosario en Curepto. (Maryknoll Mission Archives/Chile)
Después de que todos completen su trabajo, que puede llevar varios años, todo los documentos y testimonios se empaquetan y se envían a Roma. Así, comienza la “Fase Romana”.
En octubre pasado, como alguien que trabaja en la causa del padre Cappel desde lejos, viajé a Chile para ser parte de una procesión desde la Iglesia de Curepto a la tumba del padre Cappel en un cementerio a una milla de la Iglesia. Allí, el obispo Galo Fernández, administrador de la Diócesis de Talca, nos condujo a todos en una misa en la gran capilla católica en el cementerio. Habló con mucho fervor sobre la vida y el legado del padre Cappel. Cada persona con la que hablé que conoció al padre Cappel cree que fue un gran sacerdote y santo.
Yo mismo, aunque nunca pude sentarme a conversar con él, ahora lo considero un gran amigo espiritual.