El Padre Maryknoll Kenneth Sleyman, que enseña cursos de ética en medicina en Tenshi college en Sapporo, Japón, muestra su apretada agenda en su oficina antes de que la universidad cerrara sus puertas debido a COVID19. (Peter Saunders/Japón)
MISIONERO MARYKNOLL QUE ENSEÑA ÉTICA EN MEDICINA EN JAPÓN, REFLEXIONA SOBRE EL RETO DE ENSEÑAR EL CURSO A LA LUZ DE LA PANDEMIA COVID-19
Cuando se informó del primer caso de coronavirus en Japón en enero pasado, el segundo país en reportar un caso después de que apareció en Wuhan, China, las estudiantes de la universidad de Tenshi en la ciudad de Sapporo, Hokkaido, ya habían terminado con los exámenes y solo había unas pocas alumnas a College lrededor del campus donde el Padre Maryknoll Kenneth Sleyman ha dictado cursos de ética en medicina y atención médica durante 19 años.
“Desafortunadamente, COVID-19 nos hizo cancelar todas las actividades en febrero y marzo, como graduación, fiestas de jubilación y los programas de estudio en el extranjero. Las reuniones no esenciales se cancelaron y las esenciales se llevaron a cabo en grandes aulas que permitían dos metros de distancia entre los participantes. Se solicitaron máscaras para todos y había botellas de desinfectante para manos en todas partes”, dice el padre Sleyman. Ahora, las clases solo se pueden ofrecer en línea vía Internet hasta que acabe la amenaza de la pandemia.
El gobernador de Hokkaido pidió a sus ciudadanos que “permanezcan en su hogar” y eviten actividades no esenciales en la isla norteña de Japón, a unas 550 millas de Tokio.
Aunque la gente respondió fielmente, las empresas sufrieron debido a la falta de clientes y las calles estaban vacías. “Tuve que hacer un viaje a Tokio durante el cierre y el avión solo tenía 10 pasajeros”, dice el misionero.
“En las iglesias en Japón, se reemplazaron las fuentes de agua bendita con desinfectantes para manos. Poco después, se prohibieron las misas”, dice el padre Sleyman.
De repente, como en todas partes del mundo, COVID-19 cambió la forma de vida en Hokkaido.
El padre Sleyman tenía una apretada agenda como profesor y capellán en Tenshi College y como párroco en dos parroquias en Sapporo.
En la Tenshi College, enseña ética en enfermería, medicina, obstetricia, nutrición, cuidados paliativos, un curso sobre nomenclatura médica y otro sobre cristianismo—en una universidad donde la mayoría de los estudiantes no son cristianos. Y como párroco, responde a las necesidades pastorales de la minoría católica en Sapporo. En un día normal se le vería subir y bajar los pisos de la universidad hacia su oficina para preparar lecciones y planificar actividades; hacia las aulas para enseñar; hacia la capilla para rezar con estudiantes y hermanas religiosas de la universidad católica fundada en 1947. Luego conduciría su automóvil a una iglesia para celebrar la misa y luego volvería a manejar hacia la otra para celebrar una boda.
Pero incluso cuando COVID-19 ha frenado su vida ajetreada, el misionero continúa asistiendo a su rebaño.
“Mis feligreses están tomando el coronavirus con calma, asegurados por su fe de que todo estará bien. Creo que lo que más extrañan es el sentido de comunidad a través del cual reciben fuerza y alegría”, dice el padre Sleyman. “El arzobispo Kikuchi ha televisado misas en Youtube desde Tokio y, en lugar de asistir a misa en persona, mis feligreses asisten en línea. Yo me mantengo en contacto con ellos, les envío mis homilías y les aseguro que los tengo en mis oraciones”.
Antes de convertirse en sacerdote Maryknoll, Kenneth Sleyman sirvió como misionero laico Maryknoll en Corea del Sur, donde ministró a personas con la enfermedad de Hansen. (Maryknoll Mission Archives/Corea del Sur)
El padre Sleyman bendice a su madre en su ordenación como sacerdote Maryknoll en 1990. (Cortesía de Kenneth Sleyman/Nueva York)
La vida del padre Sleyman lo preparó para responder con compasión a situaciones difíciles. Nacido en Rochester, Nueva York, es el cuarto de siete hijos de una devota familia católica. En sus años de secundaria, una de sus hermanas lo motivó a convertirse en enfermero. “Los enfermeros y doctores que murieron cumpliendo su deber durante la Guerra de Vietnam me inspiraron a querer servir donde más se necesita”, dice el padre Sleyman.
Sleyman se inscribió en un programa de enfermería afiliado a la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, preparándose para ir a Vietnam después de la graduación, pero la guerra terminó y, en cambio, se fue a trabajar al Sloan Kettering Center, un hospital oncológico en la ciudad de Nueva York, donde conoció a misioneros Maryknoll que estaban siendo tratados allí.
Los misioneros le trajeron al joven Sleyman el recuerdo de su tío abuelo, Joe Hunt, un sacerdote Maryknoll que había servido en China, Corea del Norte y Japón. Además de convertirse en enfermero, resulta que Sleyman también quería ser sacerdote.
A medida que COVID-19 afecta más a las personas que tienen menos, el Padre Sleyman recuerda que él aprendió la triste conexión entre la atención médica y la pobreza al tratar a las personas en el hospital de cáncer que no podían pagar los gastos médicos. Al ver pacientes y enfermeras de diferentes países, él pronto se dio cuenta de que quería servir en el extranjero donde creía que había una mayor necesidad.
Tanto su vocación de enfermería como la del sacerdocio se estaban desarrollando plenamente. “Había una niña judía que se estaba muriendo. Ella fue mi paciente durante mucho tiempo”, recuerda el padre Sleyman. “Le leía los Salmos a ella. Fue la primera vez que me di cuenta de que las necesidades espirituales de las personas son tan o más importantes en ciertos momentos”.
Entre el trabajo y la oración, Maryknoll volvió a la mente de Sleyman. Finalmente, fue a Maryknoll en Ossining, Nueva York, y mientras preguntaba sobre una posible vocación al sacerdocio, conoció a los Misioneros Laicos Maryknoll y se convirtió en uno de ellos. Dejó el hospital para pacientes de cáncer para ir como misionero laico a Bolivia, pero un golpe de estado en 1970 en ese país cambió sus planes. Fue asignado a Corea del Sur.
Sleyman sirvió por siete años como misionero laico en Corea, en estrecha colaboración con otros sacerdotes y hermanas Maryknoll, que también servían en misión allí. Uno de sus ministerios fue servir en un leprosario en una isla con personas en permanente cuarentena debido a la enfermedad. Su vocación al sacerdocio se reavivó mientras cuidaba a las personas con la enfermedad de Hansen.
“La lepra quita el sentimiento [físico]. Pero la habilidad de las personas para superar su dolor con fe fue un modelo increíble para mí”, dice el Padre Sleyman. “Me dije: Quiero tener ese corazón. Quiero ese tipo de fe. Entonces, ellos fueron mis modelos para ir al seminario”.
El misionero Maryknoll Sleyman enseñando en Tenshi College antes que los cursos se convirtieran solo en línea debido a la pandemia de COVID-19. (Peter Saunders/Japón)
Sleyman se unió a la Sociedad Maryknoll pero obtuvo un permiso para estudiar en un seminario en Corea en lugar de Estados Unidos. “Yo era el único niño blanco extranjero en un seminario con 500 seminaristas”, dice el misionero.
Ahora, con una maestría en bioética de la Universidad Regina Apostolorum en Roma, Sleyman tiene que adaptarse a una nueva forma de vida, después del coronavirus, como profesor en Tenshi College y como sacerdote en Japón. Y tal vez, incluso a una nueva forma de enseñar el tema sensible de la ética en la medicina.
“La definición más básica de ética médica es hacer el bien y evitar las malas prácticas”, dice el padre Sleyman. “Y el ataque global al COVID-19 ha sido el obtener el “bien común” y detener las peligrosas y malas prácticas que podrían conducir a una mayor infección de las masas”.
Es aterrador vivir en este momento histórico, continúa el misionero. “El déficit de tecnología en muchos lugares significa que las personas mueren antes de lo que podrían haberlo hecho en otros entornos. He experimentado esta desigualdad al haber trabajado en países donde las máquinas y los medicamentos simplemente no existían. El heroísmo mostrado por el personal médico en esta pandemia es magnífico. Esas enfermeras y médicos están dando testimonio de que nosotros, como seres humanos, todavía valoramos la vida de los demás; y que todas las vidas deben salvarse”.
El Padre Maryknoll, Kenneth Sleyman, quien dicta clases de ética en medicina y cuidado de la salud en Tenshi College en Hokkaido, Japón, tuvo que adaptarse durante este tiempo de pandemia, ofreciendo clases en línea, que es la única forma en que los estudiantes pueden estudiar ahora. Este video muestra sus actividades en la universidad antes de las restricciones impuestas para prevenir la expansión del COVID-19. (video solo disponible en inglés)