La Doctora Geetha da una clase de salud a jóvenes en India antes de la pandemia de COVID-19. (Thomas Chitta/India)
Mi esposa Geetha y yo nos conocimos mientras trabajábamos en ministerios parroquiales católicos. Ella es doctora y yo tengo títulos en teología y asesoramiento. Ambos venimos de áreas rurales de la India, donde hay muchos necesitados que son olvidados.
Vinimos a los Estados Unidos en el 2000. Teníamos documentos de residencia y sabíamos que podíamos trabajar y tener una vida cómoda, pero nos sentimos llamados a algo diferente. Soñábamos con una fundación para ayudar a los necesitados en la India. Con nuestros ingresos, podríamos ayudar a 20-30 niños, pero una fundación podría ayudar a más personas.
Con el apoyo de amigos en los Estados Unidos, establecimos la Fundación para Niños Necesitados (FCN en inglés) en nuestra parroquia, St. James en Arlington Heights, Illinois, en el 2002. Desde entonces, FCN brinda asistencia a las personas en aldeas rurales de la India.
Con la ayuda de una red de donantes y patrocinadores en nuestra parroquia, la Arquidiócesis de Chicago y en todo Estados Unidos, nuestra organización no gubernamental brinda comida, educación y atención médica a niños. También ayudamos a ancianos y brindamos atención médica a quienes no tienen acceso a los hospitales. Uno de nuestros esfuerzos durante los últimos cinco años ha sido ayudar a más de 1.000 niños nacidos con labio leporino y paladar hendido con cirugías gratuitas, con la ayuda de un equipo médico de los Estados Unidos y cirujanos locales.
Durante la pandemia de COVID-19, distribuimos alimentos a 4.000 familias de trabajadores migrantes que se quedaron sin trabajo en el cierre del país, además de entregar 20.000 máscaras y 4.000 botellas de desinfectante.
Por años, mi esposa también ayuda a miles de personas a través de nuestros servicios médicos gratuitos. “Cuando ayudo a una persona necesitada, con atención médica o educación para la salud, mi corazón se llena de tremenda alegría y satisfacción”, dice la Dra. Geetha.
FCN cree que la educación es la clave para transformar las vidas de los niños. Por eso, brindamos ayuda a 2.000 niños y estudiantes universitarios en India. Con el apoyo de nuestros patrocinadores, estos estudiantes reciben ropa y cuotas de matrícula y la oportunidad de tener una vida mejor. Tenemos alrededor de 1.600 patrocinadores, incluidos 80 de nuestra parroquia. Muchos de ellos han visitado India para conocer a los niños que patrocinan. He visto muchos niños, especialmente los huérfanos, luchando por continuar su educación. Es un privilegio ayudarlos. Hemos ido a diferentes parroquias de Estados Unidos, donde invitamos a aquellos interesados en patrocinar a un niño a inscribirse. La gente es muy generosa y, por supuesto, nuestra parroquia ha estado apoyando nuestro trabajo.
También tenemos cerca de 30 voluntarios de nuestra parroquia ayudándonos en esta obra. Además de Geetha y yo, solo hay un empleado de medio tiempo en FCN. Trabajamos 90 horas, siete días a la semana, por lo que los voluntarios son invaluables.
Nuestro trabajo es puro servicio, que va más allá de la religión, la casta, el credo y la política. Estamos buscando ayudar a los más pobres de los pobres. Vemos a Jesús en los pobres. Nuestra labor misionera no implica la evangelización directa, pero las personas ven nuestra fe y nuestro amor por ellos los inspira. Como le dijimos a Megan Mio, de la oficina de misiones de Chicago: “Somos testigos del amor de Cristo cuando los cuidamos”.
Hemos establecido escuelas, residencias para niños y niñas, un hogar para ancianos, un centro comunitario y FCN Home. Hay 15 personas mayores y con discapacidades físicas que cuidamos en FCN Home y 10 niñas recibiendo capacitación en sastrería. Cada semana llegan más personas necesitadas. “Este hogar ayuda a personas de la tercera edad, niños con discapacidades físicas y niños huérfanos … la idea es que las tres generaciones se ayuden mutuamente”, dice Geetha. “Queremos entrenar a la próxima generación”.
Les decimos a todos que este no es nuestro trabajo; esta es la obra de Dios y nosotros solo somos los instrumentos. Y hemos hecho mucho más de lo que imaginamos.