Ritual de agradeciendo a la Pachamama (Madre Tierra) realizado en el Encuentro de Pueblos Indígenas. En la foto, dos Hermanas Laurita y dos indígenas, Achuar y Ashaninca, de Perú.(Raúl Miranda/Perú)
Desertificación espiritual es la frase del Papa Francisco que me llama la atención en Evangelli Guadium. La usa para referirse a las sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas—que son como desiertos donde nuestras raíces, nuestra sabiduría ancestral, no florecen vida. La metáfora también describe lo que es esencial a la vida. El desierto y el vacío pueden ser un momento privilegiado para descubrir nuevamente la alegría de creer. Ese desierto y vacío hace que muchas personas busquen hoy intensamente a Dios. La misión de la Iglesia es ofrecer respuestas a ese deseo de vida plena que hay en toda persona.
¿Qué fortalece una espiritualidad? ¿qué raíces sostienen el hilo espiritual de nuestras vidas? Los pueblos indígenas latinoamericanos señalan tres raíces que fortalecen nuestro hilo espiritual: La Sabiduría Ancestral (la memoria de nuestros pueblos), el Cosmos (la energía y los bienes que emanan de nuestra Madre Tierra), y la Fe (aquel alimento espiritual de sentirnos hijos e hijas de Dios).
En la cultura de nuestros pueblos podemos encontrar una exquisita sabiduría milenaria, en relación armónica con el cosmos, alimentada de una variedad de ritos, símbolos y expresiones de fe, que hacen de la vida una maravillosa plenitud. A esto hemos llamado: El Vivir Bien.
La experiencia misionera de la Iglesia ha reconocido el importante valor que tienen las culturas indígenas: Cuidadoras del territorio y de sus recursos y depositarias de una sabiduría que ve la realidad como un conjunto de elementos interrelacionados. Los pueblos indígenas saben que no deben abusar de los recursos puestos a su disposición, mantienen con su entorno una actitud de gratuidad y respeto, y viven su fe de manera profunda.
En un mundo de desertificación espiritual nuestro compromiso misionero puede nutrirse y renovarse en sintonía con la sabiduría y fe los pueblos indígenas. La Sociedad Maryknoll y otras sociedades y congregaciones religiosas en América Latina han entendido y respetan esta sabiduría indígena.
A principios de este año, antes de las restricciones por la pandemia COVID-19, la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, conocidas como las Hermanas Lauritas, con el apoyo del Centro Misionero Maryknoll para América Latina, organizaron en Lima, Perú, el 1er Encuentro de Pueblos Indígenas de Países del Sur. Participaron indígenas de los pueblos: Wichi de Argentina, Paï Tavyterä de Paraguay, Terena de Brasil, Chimán de Bolivia, Aymaras y Quechuas de Chile, Achuar, Kandoshi, Ashaninca y Quechua de Perú, junto a otras delegaciones de Ecuador y Colombia.
La rica sabiduría de los pueblos indígenas que compartimos en este encuentro, nos recuerda que la experiencia de vida de los indígenas, su cultura y sus mitos configuran un otro modo de sentir, comprender y vivir la relación entre lo divino, lo humano y lo cósmico.
Frente a un modelo de vida centrado en el individualismo, el consumismo, el materialismo, y la explotación desmedida de los recursos naturales; los pueblos indígenas nos proponen un modelo de vida en común con lo Divino, con el prójimo y con la Madre Tierra. El Buen Vivir o la Vida Plena para nuestros pueblos indígenas, significa vivir en armonía y equilibrio; en armonía con los ciclos de la Madre Tierra y de la historia, y en equilibrio con toda forma de vida existente.
Esta utopía de vida que nos comparten los pueblos indígenas, coinciden en el fondo, con la utopía que nos anunció Jesús. El texto evangélico de Juan 10, 10 nos recuerda que el Proyecto de Dios es “la vida y la vida en abundancia”, lo que significa vivir en plena armonía con nosotros mismos, con la comunidad, con la naturaleza y con el Misterio Divino.
Como misioneros y misioneras estamos llamados a acercarnos y escuchar humildemente a nuestros pueblos indígenas; discernir y alimentarnos de su sabiduría y espiritualidad, y actuar con una conciencia de vida en armonía y equilibrio. Estamos llamados a salir, caminar y sembrar en sintonía con nuestros pueblos indígenas y en fidelidad al carisma misionero que Maryknoll ha promovido en América Latina por más de 70 años.