La pandemia de COVID-19 ha golpeado a los países de América Latina con tal fuerza que ha resaltado las desigualdades en países como Bolivia, donde se encuentra el Centro Misionero Maryknoll para América Latina (CMMAL). Los países vecinos de Brasil y Perú han sido golpeados con altos índices de contagios, exacerbando la extrema pobreza, presente a través de siglos de opresión, injusticia y exclusión social.
Debido a las débiles infraestructuras de los sistemas de salud, no se puede conocer la profundidad de la crisis, ni las pocas posibilidades de los pueblos pobres para soportarla. Un ejemplo son las periferias de la ciudad de Cochabamba, donde no existe un mínimo colchón de seguridad ni apoyo ante un desastre de la magnitud del COVID-19.
Cuando el gobierno estableció la cuarentena y las normas de prevención, en CMMAL tuvimos un encierro tranquilo y seguro, practicando los protocolos del distanciamiento social. Pero también nos preocupamos por escuchar y responder a la situación crítica en una de estas zonas de la periferia y organizamos una campaña de solidaridad en medio de la crisis. Aunque las reglas no nos permitieron una mayor cercanía física, descubrimos que en medio de las crisis siempre se presentan oportunidades.
Esto nos permitió canalizar donaciones internas y del exterior, como de la profesora Linda Ledford-Miller de la Universidad de Scranton en Pennsylvania, una bienhechora de Maryknoll. La campaña coincidió con el saldo de finanzas de un proyecto de CMMAL, financiado por la agencia de la Iglesia Alemana ADVENIAT, la cual aprobó el uso de los fondos restantes para la campaña. Fortalecidos por nuestros recursos humanos y de mano de obra de CMMAL, iniciamos este gesto de solidaridad con las comunidades alrededor del pueblo de Vacas en el Valle Alto de Cochabamba.
En coordinación con el párroco de la parroquia de Santa Bárbara de Vacas, el Padre Enrique Bustamante, y su equipo liderado por la Hermana Cherubina, llevamos a cabo esta campaña de ayuda para 500 familias de quince comunidades. Durante doce días, Emilio Olarte uno de nuestros empleados de mantenimiento en CMMAL, y el Misionero Laico Maryknoll Juan Gómez, viajaron a Vacas para encargarse de la repartición de los víveres a las comunidades más necesitadas del valle, las cuales viven dispersas en aldeas aisladas, en alturas hasta de 4,000 metros sobre el nivel del mar.
Emilio y Juan no solo experimentaron una acogida calurosa con gestos de gratitud sino que quedaron conmovidos por la también generosa reciprocidad andina. Los pobladores les ofrecieron, de lo poco que tenían, canastas de papas, chuño y huevos.
Fue algo muy especial, sobre todo para Emilio, quien nació en una comunidad similar de pocos recursos y es quechua hablante como la mayoría del pueblo de Vacas. Él pudo expresarse en su lengua materna y estar en sintonía con su pueblo. Encontró una dimensión misionera que fue más allá de su función como empleado de mantenimiento.
Hicimos esto en un momento difícil para CMMAL. COVID-19 no solo ha afectado la economía de los países sino también de instituciones como CMMAL. Debido a esas consecuencias económicas, Maryknoll tomó la difícil y dolorosa decisión de cerrar esta institución misionera que ha servido la causa de la misión en América Latina por 55 años desde 1965.
Estamos en el difícil proceso de repensar y re-imaginar cómo cumplir con nuestro mandato para ofrecer la misma excelencia en nuevos programas de formación misionera, desde lo linguïstico, el desarrollo humano, el liderazgo en función de una misión en clave intercultural, siguiendo el llamado del Papa Francisco de salir a las periferias en busca del rostro de Cristo en los rostros del pueblo latinoamericano, aún en este cambio de época mencionado tanto por el Santo Padre.
Esta pequeña pero significativa oportunidad de despedirnos en una campaña de solidaridad con las comunidades quechuas de Vacas nos ha permitido apreciar y celebrar nuestra identidad. Hemos sentido, palpado y recuperado lo más profundo del verdadero significado de nuestra propia crónica histórica de sembrar vida con la esperanza de cosechar mucho más en las vidas transformadas por los encuentros en este espacio liminar.
El Padre Enrique Bustamante (izq.) y la Hermana Cherubina comparten un grato momento con pobladores de un pueblo en la periferia de Cochabamba. Emilio Olarte, atrás, también ríe.