Escribo esta columna cerca al aniversario de la pandemia del coronavirus. Este año ha sido muy duro, en particular, para las comunidades marginadas. Buscando la fortaleza en medio de tantos desafíos, aprendimos a valorar aún más nuestra fe católica y la oración en comunidad. Algunos nos hemos encontrado “virtualmente,“ gracias a medios de comunicación como el Zoom, Facebook en vivo y WhatsApp. Las comunidades de inmigrantes latinoamericanos del Valle de Río Hudson, Nueva York, han realizado novenas virtuales para difuntos.
“La cultura mexicana acoge la vida después de la muerte“, explica Diana Saguilán, una integrante originaria de México. “El Día de los Muertos es un evento colorido que celebra los recuerdos de nuestros seres queridos. Sin embargo, nuestras tradiciones no se limitan a un solo día. Como católicos, creemos que la celebración de la vida después de la muerte comienza en el momento en que el alma parte. La noche en que un alma deja su cuerpo físico para unirse con Dios, la familia y la comunidad se reúnen. Sigue la novena, una práctica de nueve días de oración“.
Diana ha participado en novenas de difuntos en México y en Nueva York, donde reside con su esposo y dos hijos. En Puebla, su estado natal, hay elaboradas costumbres guiadas por laicos. Con el mismo fervor, se practican novenas en Nueva York cuando fallece un miembro de la comunidad.
“La novena crea un espacio para lágrimas de alegría, o de dolor. La recitación repetitiva de las oraciones imparte una estabilidad que calma la mente. El hecho de que sean nueve días, permite que nos abramos poco a poco, cuando estemos listos,“ agrega. “Las lecturas bíblicas invitan a la reflexión. El duelo colectivo se transforma en sentido de pertenencia. Un recordatorio de que todos somos hijos e hijas de Dios.“
Para Diana, la convivencia es una parte importante del novenario. Cada noche de oración termina con una bebida caliente, comida y conversación espiritual. “Esto ayuda a que la familia no se sienta sola en su sufrimiento, y les motiva a asimilar las bendiciones en medio de la misma pérdida“, dice. “Es un espacio comunitario, en el cual la oración se extiende como un manto de seguridad y compasión“.
Con la pandemia, todo cambió. Los lectores que han perdido a un ser querido, se pueden identificar con el dolor de no poder congregarse durante los momentos del duelo. El acompañamiento de parientes, amigos, vecinos, y conocidos, que brinda apoyo y consuelo a la familia del difunto—ayudándoles a soportar la pesadez de la pérdida—les fue arrebatado.
Diana y Hugo Saguilán con sus hijos Lucas y Yarexi, de New Paltz, Nueva York
Reportes muestran que un porcentaje desproporcionado de trabajadores esenciales está compuesto de personas de color. Al mismo tiempo, más del doble de los pacientes latinos, nativos americanos y afro-americanos han muerto comparado al número de pacientes blancos. Según los sociólogos, las minorías padecen más de comorbilidades de salud, que, junto con condiciones no favorables de vivienda, transporte y trabajo, crean un alto índice de “carga de enfermedad“.
La cuarentena y el distanciamiento social son aún más difíciles para los inmigrantes que se encuentran lejos de sus tierras y familiares. Diana dice que el aislamiento hizo sentir a las comunidades que tenían que llorar solas. “Perdí a muchos miembros de mi comunidad“, dice. “Me sentí tan sola y asustada“.
Ella agrega que las normas del distanciamiento social—como el quedarse en casa y abstenerse de abrazos—es difícil para una cultura “que toma fuerza del colectivismo durante las dificultades“.
Diana conoce a familias que llevaron a cabo sus novenas usando el Internet, a veces conectándose con familiares en sus países donde se llevaba a cabo el novenario tradicional. No podían estar juntos en la misma casa, pero se reunieron en oración, cruzando fronteras sin salir de sus hogares.
“La pandemia ha provocado una nueva ola de conexión en el dolor“, dice Diana. “La única forma en que las personas podemos sentirnos comunicadas con Nuestro Señor—y con los demás—es conectándonos y reconectándonos, tanto con la tradición como con la fe“.
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Imagen destacada: Un miembro de la familia Santos, de Poughkeepsie, N.Y., arma un altar en honor a su fallecido padre con una cruz de arena y pétalos de flores, al estilo de su estado natal de Oaxaca, México. (Cortesía de Felipe Santos/Nueva York)