Sacerdote Maryknoll recuerda el amor por la misión en Guatemala, incluso en sus peores momentos.
El Padre Maryknoll William Donnelly frecuentemente usa una frase favorita: “Estoy feliz de estar aquí con ustedes”. Durante seis décadas, el misionero se ha aferrado firmemente a un ministerio de acompañamiento. Su amable disposición y su interés genuino por la gente perduran, incluso después de haber presenciado de primera mano los horrores de la guerra en Centroamérica.
Nacido en Bloomington, Illinois, el alto y larguirucho joven Donnelly creció en Peoria. Estudió bellas artes en la Universidad de Bradley, con la intención de convertirse en un artista comercial. Sin embargo, durante un período en el ejército después de su graduación, Donnelly desarrolló otro talento. Recibió entrenamiento en psicología clínica para asesorar a los prisioneros del ejército en Fort Crowder en Neosho, Missouri.
“Tenía una pequeña oficina donde me reunía con los chicos de forma individual”, dice el padre Donnelly. “Yo en mi uniforme del ejército y ellos en sus uniformes de prisión. Llegué a conocer a los hombres, sus historias, sus problemas”.
“Realmente disfruté el ayudar a estos chicos. No sé qué tenía el ejército en mente, pero sentí que Dios tenía un propósito. Fue un llamado”. Cuando culminaron sus dos años en el ejército, Donnelly trabajó brevemente en publicidad. Sentado en su mesa de dibujo, se dio cuenta que “Dios ya tiene muchos artistas comerciales. Estoy llamado a ser sacerdote”.
La familia de Donnelly solía recibir la revista Maryknoll, y un día, mientras él hojeaba sus páginas, le llamó la atención una leyenda fotográfica que decía: “La cosecha es grande, pero los trabajadores son pocos”. Ese mismo día manejó a la casa de Maryknoll en Chicago para saber más de la sociedad. Entró a la Sociedad Maryknoll a los 25 años.
Después de obtener una licenciatura en teología y una maestría en educación religiosa, el padre Donnelly fue ordenado sacerdote en 1965. Asignado a Guatemala, el ministró allí por un total de 36 años.
A su llegada, el sacerdote se dio cuenta de que no solo necesitaba dominar el español, sino también conversar en el dialecto de las comunidades mayas: “Desde el principio, aprendí a decirle a la gente en su lengua indígena: ‘Estoy feliz de estar aquí con ustedes’”.
Sacerdotes de Maryknoll habían servido en Guatemala desde 1943, incluso en algunas de las parroquias más antiguas del hemisferio occidental. El Padre Maryknoll Hugo Gerbermann se convirtió en el primer obispo de Huehuetenango cuando el Vaticano elevó el territorio a diócesis. Comenzaron a florecer programas de catequesis, cooperativas y programas educativos.
El padre Donnelly se entregó a este apasionante trabajo. El sacerdote (cariñosamente llamado “padre Willy”) viajaba por horas a pie o a caballo para celebrar misas, bautismos y matrimonios.
En abril de 1969, reflexionando sobre sus primeros cuatro años en misión, el padre Donnelly escribió, “Hace mucho tiempo decidimos hablar menos y escuchar más. … Pronto comprendí que, debido a la pobreza generalizada de la gente, el sacerdote debe tener interés no solo en la catequesis, sino también en los problemas socioeconómicos de su pueblo”.
Y resultó que, después de todo, las habilidades artísticas del padre Donnelly eran necesarias en la misión. Él ayudó al Padre Maryknoll Edmund McClear a crear dibujos animados para enseñarle a las personas de bajo nivel de alfabetización sobre higiene, primeros auxilios, cooperativas y catecismo. En Guatemala, se veían tiras de película de estas series en proyectores que funcionaban con pilas. La serie sobre Carlos Campesino se utilizó en varios países de América Latina durante la década de 1970.
Aunque el padre Donnelly recuerda con alegría su ministerio, los años se hicieron cada vez más difíciles en Guatemala. Una guerra civil, que duró de 1960 a 1996, ha sido llamada con más acierto “genocidio” por las comisiones de la verdad histórica de las Naciones Unidas y la Arquidiócesis de Guatemala. El gobierno, el ejército y las fuerzas paramilitares, actuando con impunidad, reprimieron sistemáticamente a las poblaciones indígenas rurales del país.
“Algunos en el gobierno y el ejército veían a los indios mayas como subversivos”, relata el padre Donnelly. “Justificaron las atrocidades alegando que se detenía la expansión del marxismo. La mayoría de las personas con las que trabajé no sabían nada sobre eso”.
(Déle clic a la flecha en la imagen para ver una presentación de fotos del padre Donnelly en Guatemala)
“A la gente le encantaba tener la presencia sacramental de Jesús, especialmente en tiempos tan tristes y tensos”, escribió el padre Donnelly en una reflexión dominical de Corpus Christi en junio. “Se identificaron profundamente con Jesús; su muerte y sufrimiento no eran diferentes de la angustia que ellos estaban experimentando. Saber que Jesús venció a la muerte y que se sacrificó para hacer posible su vida en la comunidad cristiana los reconfortaba”.
Debido a su trabajo de empoderamiento de las comunidades, la Iglesia Católica fue vista con sospecha. El padre Donnelly cita el ejemplo del Padre Maryknoll William Woods. El padre Woods había llegado a Guatemala siete años antes que el padre Donnelly, y fundó una cooperativa agrícola para agricultores indígenas sin tierras. En 1976 el padre Woods y los pasajeros a bordo del avión que él pilotaba murieron en un accidente. El padre Donnelly más tarde escribió que escuchó de los aldeanos del lugar decir que el avión había sido derribado.
El padre Donnelly sirvió como pastor de Santa Cruz Barillas de 1980 a 1990. Él ministró a 55 pequeños asentamientos en las montañas y selvas de Huehuetenango con la asistencia del Hermano Maryknoll Luke Baldwin y hermanas locales. Cuando se le pide que nombre el “punto principal” de su carrera misionera, responde: “El hecho de que pude quedarme y acompañar a la gente de la parroquia de Barillas durante 10 años durante la peor parte de la guerra civil”.
El padre Donnelly estima que al menos 1.000 aldeanos murieron en la parroquia. Algunos fueron asesinados por la guerrilla, pero la mayoría fueron masacrados por el ejército guatemalteco. El misionero vivía en un clima de constante peligro.
“Recuerdo que tenía miedo de conducir por la ciudad y por la carretera. Así que caminé de Guatemala a México por un sendero. Y cuando finalmente crucé esa línea, automáticamente pensé: ‘¡Bien, no me dispararon!’ Y dije una oración”.
En 1990, el padre Donnelly regresó de Guatemala para servir en desarrollo y promoción misionera. Aprovechó la oportunidad para dar a conocer la difícil situación del pueblo guatemalteco y para denunciar el envío de ayuda militar estadounidense al ejército guatemalteco. En una carta al editor de The New York Times, detalló la masacre de una de sus propias comunidades, que incluyó a mujeres y bebés quemados vivos y hombres golpeados hasta la muerte. El padre Donnelly escribió: “Repitan esa escena cientos de veces y tendrán la horrible historia de Guatemala”.
Como parte de su trabajo de promoción de la misión, el padre Donnelly diseñó “novelettes”, novelas gráficas, para contar las historias de misioneros como el padre Woods. Heroes and Heroines of Maryknoll: They Gave Their Lives (ya fuera de impresión) fue publicado por Maryknoll en 1995.
El padre Donnelly fue reasignado a Guatemala en 1998, después de lo cual sirvió por otro período en los Estados Unidos. Finalmente, el “padre Willy” sirvió a tiempo parcial en los Estados Unidos y a tiempo parcial en su amada Guatemala.
Cuando en 2017 una nueva asignación lo llevó a El Paso, Texas, el misionero afable y bondadoso se adaptó rápidamente a la Iglesia de San Patricio en Canutillo y la Iglesia del Inmaculado Corazón de María en la cercana Westway. La gran mayoría de estos feligreses son latinos y la mayoría de las misas se dicen en español.
El padre Donnelly dice que le encanta volver a la vida parroquial. Le encantaron los cielos azules y el sol de El Paso. Sin embargo, por sobre todo le encantó estar entre la gente.
“Ellos pueden decir que me gustan y que me encanta estar con ellos”, dice el padre Donnelly. “Hablar español, servir en la misión, ha sido mi vida”. Él continúa: “La gente se me acercaba después de la misa y me decía: ‘Gracias, padre, por todo lo que hace por nosotros’. Pero también es lo que ellos hacen por mí”.
En estos días, se puede encontrar al padre Donnelly en la sede de Maryknoll, trabajando en una novela gráfica y compartiendo historias de las personas a las que sirvió. A los 88 años, el misionero todavía puede decir en tres idiomas: inglés, español y un dialecto maya: “Estoy feliz de estar aquí con ustedes”.
Image destacada: En la sede de Maryknoll en Ossining, Nueva York, en 2021, el padre Donnelly, de 88 años, muestra una ilustración de su proyecto actual, una historia sobre Santa María Goretti. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)