Feligreses comparten lo poco que tienen para alimentar a los más pobres.
Durante sus casi 50 años viviendo entre los pobres en Chile, el Hermano Maryknoll John Nitsch descubrió que ellos son los más generosos al ayudar a los necesitados. “Estas son las personas que tienen una gran fe en Cristo y su Iglesia”, dice. “Esta gente de la parroquia está ayudando a muchos otros de una manera muy silenciosa, sin publicar sus actos de solidaridad”.
Algunos de estos actos solidarios incluyen donar dinero para ayudar a un vecino que perdió su casa en un incendio o limpiar y cocinar para personas mayores o donar comida para que la gente no pase hambre.
La parroquia del hermano, Cristo Resucitado, se encuentra en una zona pobre de la comuna de Curicó. Aunque algunos de los 40.000 feligreses son profesionales, dice el misionero de Baltimore, Maryland, muchos dependen del trabajo estacional en los huertos frutales o trabajos informales para alimentar a sus familias. Los ancianos son una población especialmente vulnerable, pero la parroquia también apoya a las familias necesitadas, incluyendo a los migrantes.
Beatriz Abrigo Hernández, quien co-lidera la pastoral de solidaridad de la parroquia, dice que apoyan a 350 familias, unas 550 personas, con una bolsa de comida cada mes. “Ayudamos especialmente a las personas mayores, a los que están postrados o abandonados”, dice. “Muchos no tienen familia, están solitos … Nos impulsa la necesidad que ellos tienen, por lo solos que están.”
Muchos adultos mayores necesitan artículos básicos como ropa de cama nueva. Algunos tienen viviendas con un suelo de tierra o forradas con cartón por dentro. La pastoral no quiere que las personas que viven en esas condiciones también pasen hambre.
La pastoral, que tiene a ocho miembros incluyendo al hermano Nitsch, proporciona comida, compañía y un oído atento. El misionero dice que la entrega de alimentos continuó a escondidas cuando Chile declaró un estado de confinamiento en 2020 debido a la pandemia del COVID-19. “Nosotros siempre nos persignábamos antes de salir… La idea era ayudar igual”, dice Abrigo. “Si no les damos comida, pasan hambre. Tienen anemia o enfermedades porque no tenían que comer. Por eso uno se preocupa”.
En el 2020, una feligresa (derecha) entrega una de las cenas navideñas donadas anualmente por la parroquia Cristo Resucitado a personas de bajos recursos de la zona de Curicó, Chile. (Cortesía de Beatriz Abrigo/Chile)
El hermano Nitsch con líderes juveniles de la parroquia, después del campamento de verano alrededor de 1998. Durante años, el grupo organizó viajes para niños de familias necesitadas. (Maryknoll Mission Archives)
El hermano Nitsch, actualmente el único misionero Maryknoll en Chile, siempre ha tratado de establecer una conexión personal con la gente. “Siento que mi vocación como hermano Maryknoll es ayudar a las personas, animarlas tanto como pueda y escucharlas”, dice. “Trato de ser un buen amigo para ellos”.
Nitsch se unió a la sociedad misionera en 1961, tres meses después de graduarse de la escuela secundaria. Hizo su juramento final como hermano Maryknoll en 1969 y, dos años después, fue asignado a Chile. Trabajó con los jóvenes y los pobres en su primera parroquia, haciendo amistades para toda la vida. También hizo trabajo pastoral en otra parroquia antes de pasar tres años en los Estados Unidos, donde fue director del programa de formación de los Hermanos Maryknoll. Regresó a Chile en marzo de 1994, comenzando su misión como agente pastoral en Curicó.
Desde su llegada a Cristo Resucitado, ha trabajado con jóvenes, especialmente con los niños de familias agrícolas pobres. Él busca ayudar a la gente de la comuna por medio de diferentes ministerios y en su diario vivir.
El hermano Nitsch cree que Jesús quiere una vida mejor para todas las personas. Abrigo dice que su amabilidad y entrega ha marcado una diferencia en la vida de muchos jóvenes y adultos en Curicó. “El hermano siempre apoya. Nos acompaña”, dice sobre el misionero de 78 años. “Es una persona muy generosa. Ayuda a muchos adultos mayores, inmigrantes y estudiantes universitarios”.
El hermano Nitsch dice que la parroquia tiene una larga historia de ayudar a más necesitados en la comunidad. Los feligreses organizaron comedores de beneficencia para ayudar a los niños a principios de la década de 1990, pero luego se concentraron en alimentar a los ancianos, ya que los niños podían comer en la escuela. Alrededor de 2018, la parroquia decidió repartir paquetes de comida. “Empezamos a ir de puerta en puerta”, dice Abrigo, quien ha sido feligresa desde que era una joven adulta. “Vamos a ver cuáles son las necesidades de las familias”.
La pastoral de solidaridad también lleva bolsas de comida a las orillas del río Guaiquillo, donde muchas familias migrantes viven en campamentos improvisados. Además, dice el hermano Nitsch, la parroquia ha abierto edificios en desuso para recibir a inmigrantes de Haití y otros países como Venezuela. “Estamos tratando de arreglar algunos de los edificios parroquiales para que sean más adecuados para ellos. Vamos a instalar duchas y estamos haciendo pequeñas cosas como esa”, dice. “Entonces, al menos tienen una vivienda temporal hasta que encuentren algo mejor”.
Miembros del ministerio de solidaridad de la Iglesia Cristo Resucitado preparan cenas navideñas especiales para entregar a las personas más necesitadas en Curicó, Chile. Por lo general, el grupo entrega bolsas con alimentos básicos a una mayor cantidad de familias. (Foto cortesía de Beatriz Abrigo/Chile)
Abrigo dice que a menudo llega a casa y piensa: “¿Cómo podemos ayudar? … ¿Qué más puedo hacer?”
La pastoral sigue buscando más formas de recaudar fondos para apoyar a los necesitados cada mes, dice Abrigo. “Si no tuviéramos apoyo de las personas que nos apoyan con dinero, no se cómo haríamos”, explica Abrigo.
Aunque la parroquia ayuda a más de 500 personas vulnerables, hay por lo menos otras 30 a 50 familias necesitadas en el área. La parroquia, dice, está ubicada en un sector de Curicó donde el desempleo y la delincuencia son comunes y la gente a veces recurre a la venta de drogas. Esto resulta en que padres terminen en la cárcel y que las familias jóvenes atraviesen dificultades. “Uno quisiera ayudar más … Pero no nos alcanza para ayudar a más gente”, dice Abrigo, y explica que su prioridad deben ser los adultos mayores. La pastoral les ofrece a las madres las donaciones de ropa que recibe la parroquia. “Así ellas pueden venderlas” y alimentar a sus familias, agrega.
En medio de todos los desafíos, Abrigo se inspira en la generosidad de sus compañeros feligreses. Ha habido momentos en que la pastoral no tenía suficiente dinero para comprar porotos, aceite o pañales para quienes los necesitaban, dice. Entonces, la parroquia realizó campañas de solidaridad para recolectar estos artículos. “Allí uno se da cuenta que la gente que menos tiene es la que más nos da”.
Una vez, recuerda, un hombre humilde con zapatos rotos donó zapatillas nuevas. “Le preguntamos, ‘¿Por qué no las toma para usted?’. Él nos dijo, ‘No, él necesita más que yo. Tengo comida y puedo seguir caminando con estos zapatos. … Sé que, si ayudo a otros, el de arriba me va a ayudar más”.
Gestos como este continúan animando a los miembros de la pastoral a llegar a los más vulnerables de su comunidad y, como dice el hermano Nitsch, ayudar en lo que puedan.
Imagen destacada: Miembros del ministerio de solidaridad Cristo Resucitado, con el hermano John Nitsch, empaquetan alimentos para alrededor de 500 personas necesitada en Curicó, Chile. (Fotos cortesía de Beatriz Abrigo/Chile)