Yamao Ritsko, conocida en su JapĆ³n natal como Yamao-san, era una catequista en la parroquia de Momoyama en la DiĆ³cesis de Kioto, donde comencĆ© mi Programa de Entrenamiento en el Extranjero como seminarista Maryknoll en 1993.
Se ocupaba de los libros parroquiales, tocaba el piano o el Ć³rgano en la misa dominical, y era la cocinera de la rectorĆa. āSin ella, la parroquia colapsarĆaā, decĆa el Padre Maryknoll Joe Luckey, el pĆ”rroco. Pronto experimentĆ© los frutos de su generosidad.
AdemĆ”s de preparar mis comidas, ella era mi mentora. Cuando tuve que dar una reflexiĆ³n en la misa, corrigiĆ³ mi japonĆ©s. En una visita a casa, le contĆ© a mi madre sobre esta maravillosa mujer. āElla es tu madre japonesaā, dijo mi madre. Ā”CuĆ”n cierto!
Cuando me trasfirieron a Hokkaido, ella continuĆ³ ayudĆ”ndome con mis reflexiones semanales. Le enviaba por fax mis apuntes, ella los editaba y me los volvĆa a enviar. Por telĆ©fono practicaba con ella mi homilĆa. Como cualquier madre, Yamao-san querĆa que me fuera bien.
DespuĆ©s de mi ordenaciĆ³n en 1997, me asignaron a JapĆ³n y fui a la parroquia de Momoyama para celebrar mi primera misa.
QuĆ© alegrĆa fue compartir ese momento sagrado con personas que eran como familia, especialmente con Yamao-san.
Un dĆa pidiĆ³ verme. Necesitaba decirme en persona que tenĆa cĆ”ncer al estĆ³mago. Yamao-san siempre decĆa que yo era como su hijo, pero hoy, dijo, yo era su sacerdote.
Ella continuĆ³ visitando a su doctor, quien pudo darse cuenta que Yamao-san era una mujer de gran corazĆ³n y que manejaba su sufrimiento con dignidad. ComenzĆ³ a enamorarse de ella.
El doctor era viudo. No era catĆ³lico, pero sabĆa mucho sobre la Biblia y se consideraba un hombre espiritual. Quiso darle a Yamao-san una nueva vida antes de que muriera y le propuso matrimonio. Al principio, ella se negĆ³. Pero tres dĆas despuĆ©s me preguntĆ³ si presidirĆa su matrimonio.
Su nuevo esposo la llevĆ³ por JapĆ³n para ver muchos lugares hermosos que eran nuevos para ella. Desafortunadamente, no pasĆ³ mucho tiempo antes de que Ć©l me llamara para decirme que Yamao-san solo tenĆa dos meses de vida. QuedĆ© desconsolado y la visitĆ© tan a menudo como fue posible.
Finalmente, Yamao-san fue hospitalizada. Un dĆa, mientras la visitaba, le preguntĆ©: āĀæPor quĆ© no te casaste mĆ”s joven?ā
Ella me contĆ³ algo, que, dijo, nunca le habĆa contado a nadie. NaciĆ³ en Manchuria, cuando su padre, un oficial militar japonĆ©s, estaba estacionado allĆ.
Bautizada de bebĆ©, recibiĆ³ el nombre de Bernadette. Cuando era joven ingresĆ³ a un Convento Carmelita, donde aportĆ³ su hermosa voz de canto y tocĆ³ diferentes instrumentos musicales. Pero antes de sus votos perpetuos, decidiĆ³ que esta no serĆa su vida. En cambio, dedicĆ³ su vida a ayudar a los sacerdotes misioneros.
Mientras la escuchaba hablar sobre su vida, pensĆ©: āĀ”QuĆ© tal vida de servicio profundo!ā
ContinuĆ© visitĆ”ndola. Nunca hablamos de la muerte, pero yo sabĆa que estaba lista.
Luego, una maƱana temprano, su esposo me llamĆ³ para decirme que Yamao-san habĆa fallecido pacĆficamente mientras dormĆa.
Dos dĆas despuĆ©s fue el funeral y yo fui el celebrante. Durante mi homilĆa dije: āAhora estoy enterrando a mi madre. Incluso en su funeral me estĆ” enseƱando lo que significa ser un sacerdote misioneroā.
Fue providencial que Dios me trajera aquĆ para conocerla. Se convirtiĆ³ en misionera a travĆ©s de las relaciones con otros misioneros, incluyĆ©ndome a mĆ. Siempre estarĆ© agradecido con Dios por el regalo de mi madre japonesa.
Imagen destacada: El Dr. Mishima y Yamao Ritsko posan para una foto el diĢa de su boda en la parroquia de Momoyama en la DioĢcesis de Kioto de JapoĢn. En esta dioĢcesis, el Padre Maryknoll Alfonso Kim conocioĢ a la novia, quien por anĢos apoyoĢ a los misioneros, y luego presidioĢ su boda y funeral. (Alfonso Kim/JapĆ³n)