Caminando Juntos

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: Jun 1, 2022

Joven líder de Los Ángeles se esfuerza por ayudar a otros a sentirse bienvenidos en la Iglesia.

Cuando se le pidió a Karen Luna que coordinara la participación de su arquidiócesis en el Sínodo sobre la Sinodalidad, ella oró al Espíritu Santo por una respuesta. Luego aceptó este llamado a servir, que involucraría a más de 4 millones de católicos en la Arquidiócesis de Los Ángeles.

Luna, quien es coordinadora arquidiocesana del ministerio de jóvenes adultos y miembro de la comunidad Maryknoll Young Adult Empowerment (YAE), dice que espera que los jóvenes puedan encontrar comunidades parroquiales acogedoras que fomenten sus dones y vocación, como lo hizo su parroquia en el sur de Los Ángeles.

Ella puede precisar el momento en que su familia comenzó verdaderamente a practicar su fe: cuando se unieron a la Iglesia de San Rafael, después de que ella, sus tres hermanas y su madre se mudaran con sus abuelos.

En la escuela parroquial, Luna conoció a la Hermana Fran, una maestra de tercer grado con un amor contagioso por Jesús que la inspiró a querer conocer a Cristo.

Otra inspiración fue su párroco, el Padre Tracy O’Sullivan, O.Carm., quien luchó por los derechos civiles en una época de segregación racial en el sur de Chicago. Él hizo de San Rafael, compuesta por inmigrantes de México, América Central, Haití y Belice, así como una comunidad afroamericana, una parroquia especial. “Él escuchaba a su gente, les daba oportunidades para crecer y los desafió a vivir su fe en la vida cotidiana”, dice.

Luna recuerda un ambiente donde se mezclaban la familia, la cultura, la fe y la justicia para los marginados. En medio de las realidades de la zona, como la violencia de las pandillas, dice: “Al crecer, vimos a la comunidad parroquial como un lugar seguro”.

En séptimo grado, cuando le preguntaron a ella y a otros estudiantes qué querían ser cuando fueran grandes, Luna respondió: “Quiero estudiar teología; quiero ser teóloga”. Su familia, parroquia y escuela apoyaron este llamado.

La educación se consideraba esencial en su hogar, y Luna creció escuchando a su madre decirle repetidamente a ella y a sus hermanas que necesitaban estudiar para tener una vida mejor. “La educación fue un privilegio que mi mamá no tuvo”, ya que emigró en la década de 1980 de El Salvador durante la guerra civil, dice.

Su madre, quien tenía 16 años cuando llegó a California, ayudaba a su familia financieramente como costurera. Aprendió inglés y habilidades laborales en la escuela nocturna. Con el tiempo, trabajó en la parroquia de San Rafael. Ayudó a sus vecinos con comida, traduciendo documentos y ayudando a otros migrantes. “A menudo reflexiono sobre la historia de mi madre, especialmente ahora que tengo mis hijos”, dice Luna. “Mientras veo las noticias y escucho experiencias de refugiados e inmigrantes, veo el rostro de mi madre en ellos”.

Luna asistió a la escuela secundaria Bishop Conaty-Our Lady of Loretto en Los Ángeles. También se convirtió en sacristán y líder de retiros en su escuela mientras trabajaba a tiempo parcial. Cerca de graduarse, buscó universidades con programas de teología.

Luego, un mes antes de graduarse de la escuela secundaria, Karen y Joseph, quien ahora es su esposo, descubrieron que ella estaba embarazada. “Fue el momento más aterrador de mi vida”, dice Luna, quien tenía 19 años, “pero elegimos tener a nuestro bebé”. 

A pesar de este giro inesperado, Luna recuerda sentir la cercanía de Dios a través de su familia y el apoyo de su párroco.

Convertirse en una madre joven le enseñó sobre el amor. “Ya no se trataba de mí, sino de cuánto amor tenía por mi hijo y de darme cuenta del amor de Dios por nosotros”, dice.

Arzobispo José Gomez posa para la foto con Heidi Villaluz (izq.), Karen Luna, y otros miembros que forman parte del esfuerzo local de su arquidiócesis en el Sínodo sobre la Sinodalidad. (Cortesía de Heidi Villaluz/EE.UU.)

Arzobispo José Gomez posa para la foto con Heidi Villaluz (izq.), Karen Luna, y otros miembros que forman parte del esfuerzo local de su arquidiócesis en el Sínodo sobre la Sinodalidad. (Cortesía de Heidi Villaluz/EE.UU.)

La familia Luna (de izq. a dcha.) Joseph Luna, Xavier, Jayden y Karen, están comprometidos a vivir la fe día a día en su comunidad. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

La familia Luna (de izq. a dcha.) Joseph Luna, Xavier, Jayden y Karen, están comprometidos a vivir la fe día a día en su comunidad. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

Luna empezó a estudiar en el Pasadena City College cuando su hijo Jayden tenía 9 meses. Luego se transfirió a la Universidad Loyola Marymount y se graduó en el 2012. Al año siguiente, se casó con Joseph y siguió su sueño de obtener una maestría en estudios teológicos.

Luna aprendió sobre el significado bíblico de la justicia y “los imperativos del Evangelio que Jesús nos modela”. Estudiar con teólogos latinos como  la Dra. Cecilia Gonzalez-Andrieu y el Padre Allan Figueroa Deck, S.J., le abrió los ojos, dice, pero también  “se sintió como en casa”. Esas experiencias la animaron a unir el reconocimiento académico con un corazón para trabajar con la gente. 

La fe, una experiencia personal con Dios, tiene que ser compartida, dice ella. “Necesitamos crear relaciones, conocer a los marginados y construir comunidades de inclusión”.

Luego de obtener su maestría en 2015, Luna enseñó teología por casi cinco años en Verbum Dei High School, una escuela jesuita que atiende a jóvenes de familias de bajos recursos. Sus estudiantes le enseñaron cuán vital es el ministerio relacional. “Toda la teología debe ser pastoral”, pensó.

Luna se sintió llamada al ministerio de jóvenes adultos durante su participación en el V Encuentro. Luna—quien dio a luz a su segundo hijo, Xavier, en 2018—quería ayudar a formar “discípulos misioneros, testigos del amor de Dios”. En el 2020, ella empezó a trabajar para la Arquidiócesis de Los Ángeles en varias iniciativas para jóvenes adultos a medida que la pandemia de COVID-19 se propagaba por todo el mundo.

En su búsqueda por brindar recursos para jóvenes adultos, Luna se unió a la comunidad YAE de Maryknoll. Ella dice que los miembros se apoyaron mutuamente durante la incertidumbre de 2020 y 2021. Además de navegar los desafíos de la pandemia, ellos discutieron problemáticas sobre el racismo, la situación de los migrantes y los crímenes de odio contra sus vecinos asiáticos. Sus respuestas incluyeron vigilias de oración y eventos para aprender más sobre el racismo y la fe.

“Parte de lo que nos mantiene, a mi esposo y a mí, trabajando por la renovación de la Iglesia, son nuestros hijos”, dice Luna, quien tiene 33 años. 

Profundizar en el carisma de Maryknoll la inspiró, dice Luna, al ver cómo los misioneros Maryknoll pasaron de un encuentro con Cristo a una vida de encuentro y servicio a los marginados. “Ellos comparten esa alegría por Jesús y el Evangelio”, dice. “La alegría que veo en todos los que son parte de Maryknoll ha sido hermoso”. Ella agrega: “Están mostrando con sus vidas en lo que creemos”.

Las herramientas de YAE le han ayudado en su nuevo rol para el Sínodo, agrega Luna. Aprendió a conducir un diálogo orante y a crear una atmósfera de encuentro y respeto.

“El trabajo que hacemos, escuchar y discernir el Espíritu (en nuestras comunidades), traerá muchos frutos”, dice Luna sobre el proceso sinodal.

“Es una oportunidad de seguir creciendo como Iglesia en una comunidad donde nos escuchamos,” dijo en un evento organizado por Maryknoll.

Karen Luna abraza a su mamá, Ena Duran, al final de una Misa de apertura de la fase arquidiocesana del Sínodo 2021-2023. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

Karen Luna abraza a su mamá, Ena Duran, al final de una Misa de apertura de la fase arquidiocesana del Sínodo 2021-2023. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

Evelin Aquino Perez, una joven de Los Ángeles que participó en el evento, piensa lo mismo. “La esperanza del sínodo es que la comunidad y la Iglesia sea más unida,” agrega. “Que la Iglesia sea más abierta a aceptar a toda la comunidad, sin excluir a nadie.”

A medida que finalicen las sesiones de escucha, Luna compartirá las voces de su Iglesia diocesana. Mientras tanto, su ministerio de jóvenes adultos continúa invitando a los jóvenes a ser protagonistas al servicio de los demás, como dijo el Papa Francisco en su exhortación apostólica Christus Vivit.

“Tenemos que invitar a los jóvenes a compartir sus voces y a continuar, después del sínodo, a seguir siendo una Iglesia que camina unida”, dice Luna. “Cómo creceremos en esperanza y soñaremos juntos como Iglesia”.

Imagen destacada: Karen Luna, coordinadora del ministerio de jóvenes adultos en la Arquidiócesis de Los Ángeles, sonríe al lado de un cuadro sobre la justicia social del píntor católico John A. Swanson. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

Karen Luna abraza a su mamá, Ena Duran, al final de una Misa de apertura de la fase arquidiocesana del Sínodo 2021-2023. (Cortesía de Karen Luna/EE.UU.)

Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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