Reflexión Maryknoll: Dios escucha la voz de los pobres

Tiempo de lectura: 4 minutos
Por: La Oficina de Asuntos Globales Maryknoll
Fecha de Publicación: Oct 21, 2022

Por el Hermano John Blazo, M.M.

Domingo, 23 de octubre de 2022
Eclesiástico 35:12-14, 16-18; Salmos 34:2-3, 17-18, 19, 23; 2 Timoteo 4:6-8, 16-18; Lucas 18:9-14

El Hermano Maryknoll John Blazo reflexiona sobre las lecciones aprendidas como misionero al estar con personas necesitadas en Guatemala y Nicaragua.

La lectura del Eclesiástico nos dice que, sin tener favoritos, Dios escucha la voz de los pobres. Los huérfanos, las viudas, los enfermos y los materialmente pobres reciben la atención de Dios. El Papa Francisco dice que la vida de Jesús “nos recuerda a los cristianos que estamos llamados a cuidar a los vulnerables en la Tierra. Pero el modelo actual, con su énfasis en el éxito y la autosuficiencia, no parece favorecer una inversión de esfuerzos para ayudar a los lentos, los débiles o los menos talentosos a encontrar oportunidades en la vida”. (Evangelii Gaudium, 209)

Además de dar ayuda directa a los pobres (caridad), poco a poco fui aprendiendo a lo largo de los años como misionero Maryknoll en Guatemala y Nicaragua que también necesitaba llegar a la raíz del problema (justicia) para poder encontrar una solución. Cuando regresé a Estados Unidos, me di cuenta de que aquí a menudo nos enfocamos más en la respuesta caritativa.

Me acuerdo de una niña en Guatemala a quien, de vez en cuando, le daba unos dólares cuando su madre la enviaba a mi puerta. Un día, llevé a la niña a su casa para conocer a su madre, tuve una agradable visita. Su madre soñaba con vender refrescos de frutas en el mercado, liberándose de la necesidad de pedirme ayuda. Ella me dijo lo que necesitaba para lanzar su negocio y yo lo compré, desde ese momento, ella y su hija nunca más me pidieron dinero.

Como seguidor de Jesús y como misionero extranjero, entré en contacto con todo tipo de personas en el pueblo de Poptun, en el área de Petén en Guatemala. Era un pequeño pueblo, con personas de varias clases económicas, así como una importante base militar en las afueras del pueblo. Era fácil ver allí la relación de tres grupos poderosos: los militares, la clase acomodada y la Iglesia.

Por lo tanto, ser respetuoso con todos era un principio clave, en varias ocasiones, usé la influencia de la Iglesia para ayudar a los pobres que estaban enfermos, especialmente a los que venían a decirme que no podían obtener ayuda médica en la clínica local. Con mi presencia, el personal médico sí los ayudó.

La segunda lectura de Timoteo es una lectura maravillosa de los antecedentes de Pablo como un misionero que constantemente salía al encuentro de los demás y no se contentaba con pasar su tiempo y esfuerzo solo con aquellos que escuchaban el Evangelio.

Mi tiempo en Guatemala, Nicaragua y en los Estados Unidos fue y es salir regularmente a otros lugares para ayudar a otros a reflexionar sobre las cosas desde un punto de vista misionero. Reconociendo que la misión es una calle de doble sentido. Estoy impresionado por las muchas formas en que el Pueblo de Dios está viviendo su fe en iglesias y escuelas en medio de circunstancias tan cambiantes y desafiantes en nuestra Iglesia y sociedad.

Mientras San Pablo iba de un lugar a otro, enfatizó otro punto clave sobre la misión: la necesidad de relacionarse con todo tipo de personas. Mientras visitaba muchos pueblos en Guatemala y Nicaragua, conocí personalmente a muchas personas, incluido Don Lolo, que era carpintero y líder de oración, Doña Mencha, comerciante, y Carlos Stwolinski, que trabajaba en la base militar local y era presidente de nuestro consejo parroquial. Pude ver que al construir esa relación entre nosotros, nos daba a todos la confianza para trabajar juntos y la confianza para estar en desacuerdo a veces.

La lectura del Evangelio de este domingo es desafiante porque la tentación del clero profesional es caer en el papel del clero profesional fariseo.

Es tan bueno saber que Jesús será nuestro juez al final de nuestras vidas, con todos sus altibajos hayan terminado. Como Hermano joven y después de tanto estudio en Maryknoll, pensé que sabía todas las respuestas. A menudo, veía las cosas en blanco y negro y hacía mis comentarios y decisiones de forma respectiva.

Sin embargo, a medida que crecí, aprendí mejor el idioma y la cultura, establecí relaciones con la gente, me di cuenta del error de juzgar y me di cuenta de que solo Jesús juzga. Me quitó un tremendo peso de encima.

Recuerdo haber visitado el pueblo nicaragüense de Santa María en las montañas, donde seguí el ejemplo de la gente en el servicio de oración, me pidieron que visitara a una mujer que se estaba muriendo de cáncer. Estando con ella, comencé el ritual de oración con los moribundos y junto con algunos familiares los dirigí en la oración. Mientras rezaba, me di cuenta de qué estaba pasando de decir las oraciones a estar en oración con la mujer y su familia. Qué diferencia hizo en mí.

Las oraciones pedían que Jesús mostrara su misericordia y amor por esta mujer a pesar de los pecados que ella haya cometido en su vida. La sinceridad de la gente me enseñó a estar con la gente y con Dios en la oración.

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Imagen destacada: Una niña en Guatemala se asoma a los espectadores. (Pixabay, dcmagna/Guatemala)

Sobre la autora/or

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