En nuestro artículo de apertura de esta edición, visitamos al Padre Maryknoll James Eble, quien fundó un centro de retiro espiritual en su ministerio misionero en Tanzania, el cual enfatiza la necesidad humana de paz y tranquilidad. La Casa de Oración en el lago Victoria se enfoca en el silencio, dice, y este parece un lugar apropiado para empezar nuestra edición de invierno de 2023.
Escuchamos mucho sobre la paz en esta época del año. Resuena en los villancicos navideños, como “brilla la estrella de paz” en la primera estrofa de Noche de Paz, y en las lecturas bíblicas de nuestra liturgia navideña. Adoramos al Príncipe de la Paz y deseamos “paz a los hombres de buena voluntad”. La Navidad y la paz están inextricablemente entrelazadas.
Sin embargo, la paz en momentos como los que vivimos en la actualidad puede parecer una aspiración, un saludo que lleva más esperanza que realidad. Las guerras rugen, las hambrunas se avecinan, la pobreza se profundiza y millones de personas en todo el mundo son desplazadas, buscando de una forma u otra ese ideal esquivo: la paz, con sus connotaciones de seguridad y comodidad.
Sin embargo, la esperanza es exactamente lo más importante de la Natividad del Niño Jesús. La esperanza es el don que el Niño Jesús trajo al mundo. La temporada navideña es un tiempo de unión, de recordar que somos una sola humanidad. Se trata de mostrar el amor de Dios a nuestros amigos y parientes, pero también a los extraños, especialmente para quienes no hay lugar en la posada.
Oremos por la paz en la tierra y la buena voluntad hacia todos los hijos de Dios.
—Lynn F. Monahan, Director Editorial Ejecutivo