Sirviendo con alegría

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Luna Stephanie
Fecha de Publicación: Mar 1, 2023

Carlos Villagómez encontró el verdadero significado de servir con alegría como voluntario en la Sociedad de San Vicente de Paúl y en los comedores populares y otros proyectos de servicio locales en Seattle, Washington.

“Se trata de entablar una relación con un extraño o alguien que acabas de conocer y darle una mano durante un momento de lucha”, dice Villagómez. “Es importante para nosotros que tenemos más privilegios, compartir nuestro tiempo y talento con los que no tienen mucho”.

Villagómez, 25, un ingeniero que trabaja en Microsoft, es miembro de la comunidad Maryknoll Young Adult Empowerment (YAE) en Seattle. Se unió a YAE en 2020. Allí aprendió y discutió sobre la Doctrina Social Católica. “Maryknoll realmente me permitió dar el siguiente paso y preguntar por qué hay diferencias de opiniones, y encontrar intereses comunes para ayudar a animar a la comunidad y elevar las voces que normalmente no se escuchan”, dice.

El año pasado, él tuvo una oportunidad en su trabajo de formar un equipo para ofrecer servicio a la comunidad local. El mes de octubre en Microsoft está dedicado a retribuir a la comunidad, lo que incluye no solo donaciones financieras sino también ofrecer tiempo de servicio. Villagómez estaba entusiasmado en poner su fe en acción y compartir lo que aprendió en YAE.

Villagómez aprovechó la ocasión y reunió a un pequeño equipo para servir a la comunidad y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, una organización católica sin fines de lucro que ayuda a las personas necesitadas en Seattle y en el condado de King. Villagómez, quien ha estado sirviendo como voluntario en San Vicente de Paúl por más de tres años, dice: “Quiero mostrarles algo por lo que vivo y que me da alegría”.

Los voluntarios estaban entusiasmados por ayudar, dispuestos a aprender y agradecidos por la oportunidad de servir, dice Villagómez. Empacaron bolsas de almuerzo y decoraron las bolsas para regalar en refugios para personas sin hogar, y proporcionaron suministros para adultos y bebés en la iglesia. Parte del voluntariado en San Vicente de Paúl es visitar a dos o tres familias por semana, la mayoría latinas. Durante las oleadas de COVID-19, los voluntarios ayudaron a cientos de personas, en su mayoría madres inmigrantes solteras que recibieron asistencia para gastos médicos, de vivienda, de calefacción y electricidad.

Hacer voluntariado en San Vincente de Paúl y otras organizaciones locales le ha permitido a Villagómez descubrir nuevas perspectivas y compartir con otros, dice. Como hablante bilingüe, él puede comunicarse con los residentes de habla hispana del área, una comunidad en la que la necesidad es grande, especialmente las madres solteras que ayuda. En una ciudad costosa como Seattle, las madres solteras suelen llamar en busca de recursos, pero otros voluntarios y miembros del personal tuvieron dificultades para comunicarse. Villagómez pudo cerrar esa brecha. Dice que esta experiencia lo ha transformado y lo ha ayudado a descubrir cosas nuevas sobre sí mismo en el proceso.

Aunque Villagómez nació en Estados Unidos, él proviene de una familia inmigrante; su papá es de México. Iba a Misa cuando era niño, pero perdió el contacto con su fe en la escuela secundaria. Participó activamente en servicio comunitario, pero sintió que algo faltaba. “Estaba involucrado en servicio comunitario, pero no tenía el lado espiritual para incorporar a mi vida”, dice. En la universidad, se unió a Campus Ministry y ¡encontró la chispa que faltaba!

Villagómez dice que fue entonces cuando desarrolló una relación con Dios. Cuando descubrió este nuevo amor por Dios, quiso compartir ese amor y alegría con los demás. Su fe se afirmó cuando se unió a la Comunidad Maryknoll YAE.

Para Villagómez, ser parte de YAE lo empodera para servir más a las personas en los márgenes. Él está aprendiendo a empatizar con los que viven en las periferias y a utilizar los recursos y conocimientos para ayudarlos. “En esta zona hay mucha gente de color y pobre, en su mayoría de comunidades latinas y filipinas”, dice. “Si me encuentro con alguien en la calle pidiendo dinero, trato de ser más generoso y estar presente para ellos”.

Villagómez planea continuar participando en el programa Maryknoll y sirviendo a los necesitados. “Me gusta ayudar, pero lo que me da más alegría en la vida es cuando aprendo de las familias y sus hijos y escucho sus historias”, dice. “Comparto mi fe con ellos y espero construir una mejor comunidad a su alrededor”.   

Imagen destacada: Carlos Villagómez (segundo de la derecha) con un grupo de voluntarios de Microsoft, quienes ofrecieron servicio a la comunidad y a la Sociedad San Vicente de Paúl en Seattle, Washington. (Cortesía de Carlos Villagómez)

Sobre la autora/or

Luna Stephanie

Luna, oriunda de California, es una educadora misionera Maryknoll para la Comunidad de Empoderamiento de Jóvenes Adultos del área de la Bahía de San Francisco.

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