Por Hermana Mary Ellen Manz, M.M.
Segundo Domingo de Pascua
Domingo, 16 de abril del 2023
Hechos 2,42-47 | 1 Pedro 1,3-9 | Juan 20,19-31
A pesar de que María Magdalena corrió a anunciarle a los Apóstoles que “había visto al Señor”, no le creyeron y permanecieron escondidos y encerrados en una habitación, temerosos de que ellos también fueran arrestados. Imagínense la conmoción y alegría que sintieron cuando Jesús realmente llegó a ellos a través de la puerta cerrada, y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Me puedo imaginar a Jesús con una sonrisa de perdón en su rostro cuando dijo eso.
La Escritura de hoy hace referencia a nuestro Dios Trino cuando Jesús les dice: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo…”
E invocó al Espíritu Santo para que estuviera con ellos diciendo: “Reciban al Espíritu Santo”.
Con eso, ¡qué tremendo cambio se produjo sobre los doce! Todo el miedo se desvaneció después de sus encuentros con Jesús y se dispusieron a continuar lo que habían visto a Jesús hacer por tantos, no solo entre el pueblo judío, sino también en otras tierras, proclamando sin temor que Jesús era el Señor.
Hechos 2,43 nos dice que “Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común.”. Los milagros y prodigios que vieron fueron los actos de compasión y amor hechos en nombre de Jesús y abrieron los ojos de aquellos que vieron y ellos también creyeron.
En la Primera Carta de Pedro él elogió a la joven Iglesia en Asia Menor, que estaba siendo perseguida por su fe: “A Cristo Jesús no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe” 1,8-9.
El Vaticano informó recientemente que hay 1.3 mil millones de católicos en todo el mundo hoy en día, y eso sin contar a los cristianos de otras iglesias.
He visto crecer la fe en aldeas remotas en Sudán del Sur, donde al principio, la gente quedó sorprendida al escuchar sobre el amor y la compasión que Jesús mostró a todos y sobre Dios, el Creador de todos quien los ama. Aunque nunca habían conocido a Jesús, su amor brilló y encendió el fuego del amor en sus propios corazones, para que ellos también se convirtieran en seguidores de Cristo.
Una noche, un hombre fue sorprendido atacando a la joven hija de María, una de nuestras feligresas. Cuando los ancianos de la aldea se reunieron para un juicio, encontraron al hombre culpable. Cuando le preguntaron a María qué pago debería darle el ofensor en retribución, ella respondió: “Oh no, soy cristiana. Lo perdono”.
Algunas de nosotras hemos sido llamadas a salir y dar testimonio del amor de Dios en otras tierras, pero el Papa Francisco nos recuerda que, por nuestro Bautismo, todos hemos sido comisionados para ser discípulos misioneros, dondequiera que estemos. Si nos tomamos un tiempo todos los días para detenernos y escuchar a través de la oración y la contemplación, nos volvemos cada vez más conscientes de la presencia de nuestro Dios amoroso dentro de nosotros y de que ¡hemos visto al Señor!
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Imagen destacada: La Hermana Maryknoll Mary Ellen Manz está feliz de estar rodeada de estudiantes en la escuela primaria que ayudó a iniciar para los niños de Toposa en el pueblo de Nanyangachor. (Sean Sprague/Sudán del Sur)
