Por Louise Locke, MKLM
Sexto Domingo de Pascua
Domingo, 14 de mayo del 2023
Hechos 8,5-8, 14-17 | 1 Pedro 3,15-18 | Juan 14,15-21
“Estén siempre dispuestos a explicar a cualquiera que les pregunte sobre la razón de su esperanza”. Cuando reflexioné sobre las lecturas de las Escrituras para este domingo, esta frase se destacó fuerte y clara para mí. Como una nueva misionera laica en Bolivia, siento una tensión profunda entre la esperanza en la que creo que es verdadera en mi fe cristiana y la realidad de la pobreza absoluta, la injusticia y la corrupción que es la experiencia de la mayoría de las personas a las que conozco en mis ministerios. Si a eso le agregamos la violencia que experimentan las mujeres, la discriminación contra las comunidades indígenas y la grave sequía que está trayendo aún más dificultades y preocupaciones al pueblo boliviano: uno tendría todas las excusas para hundirse en la desesperación. Uno podría preguntarse: ¿esperanza? ¿En qué podrían estas hermosas personas tener esperanza? ¿Qué esperanza tengo yo para ellos? ¿Podría la esperanza de mi fe cristiana traducirse en algo significativo para ellos?
Y luego, mis pensamientos me llevan a los hombres con quienes interactúo en uno de mis ministerios. Estos son hombres que, a través de la violencia, accidentes o desde sus nacimientos, han sufrido discapacidades físicas y/o mentales que les impiden ser independientes. Han sido abandonados por sus familias y no tienen a dónde ir excepto donde las Misioneras de la Caridad y el hogar que ellas pueden proporcionarles. Muchos de estos hombres luchan contra la depresión y la sensación de que sus vidas no tienen significado ni propósito. Lamentan profundamente la pérdida de su independencia. ¿Qué razón tienen para tener esperanza?
Y, entonces, imágenes e historias de hombres específicos vienen a mi mente. Jamie es un hombre relativamente joven cuyas piernas desde las rodillas hacia abajo quedaron paralizadas debido a una caída de hace 10 años. Ha sido confinado a una silla de ruedas por el resto de su vida. Ha intentado vivir solo con su discapacidad, pero no ha podido tener éxito. Sin embargo, es infaliblemente alegre, se impulsa con fuertes brazos por todos los rincones de la propiedad, ayuda a cuidar a otros hombres que necesitan más ayuda, usa sus talentos creativos y artísticos para reparar zapatos y hacer varios artículos como llaveros y rosarios para vender en el mercado, aboga por las personas con discapacidades y pasa tiempo de calidad con algunos de los otros hombres para alentarlos y animarlos.
Guillermo es un hombre de unos 30 años que casi pierde su pierna izquierda hace 3 años en un horrible accidente de motocicleta. Pasó un año entero en el hospital y fue dado de alta y llevado al hogar de las Hermanas para recibir más atención y tratamiento, ya que no tenía a dónde ir y no podía ser independiente. Felizmente, a través del cuidado y el apoyo que recibió, recientemente pudo mudarse a otra parte de Bolivia, se reconectó con su familia y comenzó un negocio que le está dando independencia y un sentido de propósito.
Hay muchas más de estas historias alentadoras y, al reflexionar sobre las vidas de estos hombres y recolectar sus historias como las gemas preciosas que son, me doy cuenta de que ellos son la razón de mi esperanza. Desde una perspectiva más amplia, no parece mucho, especialmente si se compara con la magnitud del sufrimiento que me rodea, pero me permite saber que el Espíritu Santo está presente y obrando en el mundo y dentro de cada uno de nosotros, tal como Jesús lo prometió en el Evangelio de hoy.
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Imagen destacada: El Misionero Laico Maryknoll John O’Donoghue asiste a un residente del hogar de las Hermanas de la Caridad en Cochabamba, Bolivia, donde la Misionera Laica Maryknoll Louise Locke sirve. (Nile Sprague/Bolivia)
