Por Larry Parr, MKLM
Vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario
Domingo, 10 de septiembre del 2023
Ez 33:7-9 | Romanos 13:8-10 | Mateo 18:15-20
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.” (Mateo 18)
La lectura del evangelio de hoy reflexiona sobre cómo confrontar el pecado y reparar nuestras relaciones con nuestros hermanos y hermanas.
Este es un tema importante para las comunidades marginadas que viven con injusticia en todo el mundo.
Durante los últimos nueve años, he trabajado y acompañado a los jóvenes en un pequeño pueblo de El Salvador. Como en muchas partes de El Salvador, la vida es muy dura para los jóvenes del pueblo. Muchas familias no pueden permitirse el lujo de enviar a sus hijos a la escuela secundaria, por lo que hay muy pocas oportunidades para que los jóvenes estudien o encuentren empleo. También hay una alta presencia de violencia, especialmente violencia de pandillas, en la comunidad. Los pandilleros dibujan grafitis que dicen “mira, oye, cállate”. También hay un gran número de militares y policías que regularmente detienen a los jóvenes a punta de pistola y los acosan, mientras buscan miembros de pandillas. Los niños están acostumbrados al sonido de los disparos. Esto crea un ambiente de miedo y violencia que afecta a toda la comunidad.
¿Cómo podemos abordar el pecado y la injusticia en un entorno con tanta violencia y miedo?
La respuesta a esta pregunta está en la segunda lectura: “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley”. (Romanos 13) Jesús nos dice que el amor a Dios y al prójimo es el mandamiento más grande de todos. No podemos combatir el pecado con violencia, sino con misericordia, compasión y amor. Este es un llamado a la conversión, lejos de la violencia, la injusticia y el pecado, y a comenzar a trabajar juntos para crear el reino de Dios aquí en la tierra.
Jesús dice hablando del pecador que se niega a cambiar: “y si se niega a escuchar incluso a la iglesia, tenedlo por pagano y publicano”. Al mismo tiempo, Jesús partió el pan con los publicanos y mostró amor a los paganos. Necesitamos mostrar amor a los pecadores y seguir proclamando la justicia y el reino de Dios. No podemos deshumanizar al pecador, sino darle dignidad y llamarle a la conversión.
En El Salvador, la respuesta al pecado y la injusticia no son las tácticas violentas de los militares ni la deshumanización de los pandilleros. Necesitamos ver a todos como hijos de Dios. Sólo entonces podremos trabajar juntos para denunciar la violencia y la injusticia y crear un mundo mejor.
Todos estamos llamados a ser misioneros a nuestra manera proclamando el reino de Dios. Hace un par de años comencé a llamar a un pandillero de la comunidad” mi misionero”. Al principio, los niños se rieron de que yo estuviera llamando ‘misionero’ a un miembro de una pandilla, pero el nombre empezó a quedarse. Comenzó a verse a sí mismo más que un simple miembro de una pandilla, sino un hijo de Dios que tiene la misión de ayudar a crear un mundo mejor. La conversión es el camino para afrontar el pecado, y no podemos seguir combatiendo la violencia con violencia. Un mundo más compasivo y justo es posible.
El Misionero Laico Maryknoll Larry Parr trabaja en programas juveniles, educativos, deportivos y de liderazgo y desarrollo comunitario en Las Delicias, una comunidad al noroeste de San Salvador.
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Esta reflexión de las Escrituras se publicó por primera vez en 2017.
Imagen destacada: Foto de estudiantes becados creando un anillo de paz en un taller de “Alternativas a la violencia” en la comunidad de Las Delicias, El Salvador, cortesía de Larry Parr. Lea más sobre el ministerio de Larry Parr en el sitio web de los Misioneros Laicos Maryknoll.
