Mi dichosa estancia en el Amazonas

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Esperanza V. Principio
Fecha de Publicación: Sep 5, 2023

Una hermana Maryknoll sirve a pequeños agricultores indígenas en la selva amazónica.

Durante la pandemia mundial del Covid-19 reflexioné sobre el llamado a expandir mi ministerio en Perú, donde he servido desde 2013. Laudato Si’ ha sido un impulso en mi propio camino y una dirección compartida con todos los misioneros Maryknoll. En marzo del 2022, partí para servir en misión por diez meses en el Amazonas.

Como voluntaria de Caritas de Madre de Dios, con sede en Puerto Maldonado, Perú, me enviaron a áreas aisladas para centrarme en la seguridad alimentaria, la adaptación al cambio climático y para trabajar con proyectos cooperativos de agricultores.

La biodiversidad de flora y fauna es la principal característica de Madre de Dios. La región también es rica en culturas variadas entre los pueblos indígenas, tanto aquellos contactados por foráneos no nativos como no contactados. Fui bienvenida y trabajé con siete comunidades indígenas en las riberas del río Las Piedras. Los grupos indígenas son Yine, Amahuaca, Matsigenka, Ashaninka y Shibipo. Ministré a familias en pequeñas fincas que cultivan cacao, del cual se hace el chocolate, y copoazu, una planta relacionada.

La Hermana Esperanza Principio (centro), quien sirvió en el Amazonas en el 2022, se reúne con familias indígenas en un evento. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)
La Hermana Esperanza Principio (centro), quien sirvió en el Amazonas en el 2022, se reúne con familias indígenas en un evento. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)

Durante mi paso por la región experimenté la riqueza e inmensidad de la selva amazónica. Atravesé los ríos en bote, a veces durante días, para llegar a las áreas de misión de Caritas. Los viajes me convirtieron en una testigo silenciosa de las maravillas de la extensión de selva tropical más grande y con mayor biodiversidad del mundo, llevándome a una comunión profunda como mi experiencia de recibir a Cristo en la Eucaristía.

Sin embargo, vivir en la Amazonía también significa ser testigo de un ecosistema fracturado. La quema sistemática, la conversión de tierras, el acaparamiento de tierras, la deforestación, la minería y la falta de protección de los bosques tropicales y sus guardianes indígenas suceden a diario. Sentí cierta impotencia como testigo mudo en medio de toda esta belleza amenazada.

Durante el año asistí a un encuentro de justicia socioambiental de la Red Eclesial Panamazónica, una red de cientos de organizaciones en los nueve países de la cuenca amazónica. Un sacerdote jesuita que también participó dijo: “Dios siempre perdona; con esfuerzo, los humanos pueden perdonar; ¡pero la naturaleza no perdona nada!”

La misionera inspecciona granos de cacao secándose al aire libre en una granja colectiva. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)
La misionera inspecciona granos de cacao secándose al aire libre en una granja colectiva. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)
La Hermana y dos recolectores abren las vainas de cacao y recogen las semillas en la jungla. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)
La misionera inspecciona granos de cacao secándose al aire libre en una granja colectiva. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)

¿Qué se necesita para que nos demos cuenta de que no podemos vivir sin la naturaleza? ¿Hasta cuándo esperaremos para cuidar y reparar la creación?

Mi conexión con la naturaleza comenzó cuando era niña trepando árboles en la propiedad de mis abuelos en Filipinas. Mis hermanos, mis primos y yo observábamos las estrellas fugaces en el cielo nocturno y corríamos en su dirección, como para atraparlas. Mi experiencia amazónica ha profundizado mi compromiso de por vida de cuidar la tierra y la creación de Dios con ternura y amor.

Habiendo terminado mi período de voluntariado con Caritas en Madre de Dios, regresé a mi ministerio en Lima. Sigo orando por la selva amazónica y su gente para que siga dando vida a nuestro planeta y sus habitantes, vida en abundancia (Juan 10:10). 

Esperanza V. Principio, ex hermana de las Religiosas de la Virgen María, se convirtió en asociada de las Hermanas Maryknoll en 2005 y se unió a la congregación en 2009. Sirvió en Panamá antes de ser asignada a Perú.

Imagen destacada: La Hermana Maryknoll Esperanza Principio, asignada a Perú desde 2013, sirvió como voluntaria para Caritas en la selva del Amazonas. (Cortesía de Esperanza Principio/Perú)

Sobre la autora/or

Esperanza V. Principio

Esperanza V. Principio, de San Rafael, Bulacán en las Filipinas, es una ex hermana de los Religiosos de la Virgen María que se asoció a las Hermanas Maryknoll en 2005. Durante su servicio de seis años en Panamá, se unió a la congregación de Maryknoll en 2009 y profesó sus votos finales en el 2012. Poco después fue asignada a Perú donde vive actualmente.

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