Por Joanne Miya, MKLM
Trigésimo domingo ordinario
Domingo, 29 de octubre, 2023
Éx 22, 20-26 | 1 Tes 1, 5c-10 | Mt 22, 34-40
Las lecturas de las Escrituras de esta semana resumen lo que se requiere para todo aquel que se llame a sí mismo cristiano. Los requisitos son pocos y simples y, sin embargo, nos cuesta cumplirlos.
En el Evangelio de San Mateo, Jesús declara que antes que nada debemos amar “al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. (Mt 22, 37) En otras palabras, el amor de Dios es lo primero. Jesús hubiera podido detenerse ahí, pero se aseguró que entendiéramos que nuestra fe no se trata solo de alabar y adorar a Dios. Él añade un segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 22, 39) Aunque este mandamiento es secundario, es mucho más difícil que el primero.
Es fácil amar a un Dios que nos ama incondicionalmente. Pero lo que Jesús pide es que también amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos. No decidimos quiénes son esos prójimos. Es posible que ellos no nos devuelvan amor incondicional. Dios merece nuestro amor. Cuando se trata de relaciones con los demás, tendemos a evaluar si, de hecho, merecen nuestro amor. Dios no esperará que amemos a todo el mundo, ¿cierto? Pero es justamente eso lo que Dios nos pide a nosotros.
En Tanzania, donde sirvo como misionera laica Maryknoll, hay una canción que comúnmente se canta en los funerales. La letra dice: “Señor, si llevas un registro de nuestros pecados, ¿quién podría pararse frente a ti?” Si tuviéramos que ganarnos el amor de Dios, ¿quién podría merecerlo? Afortunadamente, Dios nos ama a pesar de nuestros defectos.
Muchos de los ministerios de Maryknoll alrededor del mundo están enfocados en mostrar amor y compasión por aquellos que son marginados y rechazados por la sociedad. Los misioneros trabajan con niños con discapacidad, miembros de la sociedad que están presos y gente que vive con el SIDA. Todos estos grupos han enfrentado la discriminación. Se les ha considerado no aptos para recibir amor. Al negárseles los recursos necesarios para participar en la comunidad, son marginados.
En El Paso, Texas, el trabajo de nuestros misioneros garantiza que los inmigrantes que solicitan asilo en Estados Unidos sean tratados con dignidad y respeto. A veces, lo mejor que cualquiera de nosotros puede hacer es demostrar que alguien nos importa. El libro de Éxodo dice: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero … No explotes a las viudas ni a los huérfanos”. (Ex. 22, 20-21) Como mínimo, no debemos lastimar. Como máximo, debemos amarlos como a nosotros mismos. ¿Es fácil? No siempre lo es. Pero es posible con la gracia de Dios.
¿Cómo sería este mundo si tomáramos el segundo mandamiento con la misma seriedad que tomamos el primero?
Joanne Miya se unió a los Misioneros Laicos Maryknoll en 1983. Su ministerio en Tanzania ofrece apoyo y educación para personas de todas las edades que viven con VIH y para jóvenes con conflictos familiares.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales Maryknoll, haga clic aquí.
Imagen destacada: Joanne Miya juega con un niño en Uzima Center en Tanzania. (Cortesía de MKLM)