Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Dios está presente en los “rincones oscuros” de las comunidades locales y en la vida de las personas, dijo el Papa Francisco.
“Su presencia se revela precisamente en los rostros marcados por el sufrimiento y donde la degradación parece triunfar”, dijo el Santo Padre en su homilía durante una Misa celebrada en la ciudad de Trieste, en el norte de Italia, el 7 de julio.
“La infinitud de Dios se esconde en la miseria humana, el Señor se conmueve y se hace presente, se hace presencia amiga precisamente en la carne herida de los últimos, los olvidados y los descartados. El Señor se manifiesta allí”, dijo.
El Papa Francisco se encontraba en Trieste, ciudad portuaria del mar Adriático próxima a las fronteras de Croacia y Eslovenia, para una visita pastoral de un día que incluía una intervención en la 50ª edición de la Semana Social Católica italiana. A la Misa, celebrada en la plaza de la Unidad de Italia, asistieron unas 8.500 personas, entre ellas obispos y sacerdotes de las Iglesias ortodoxa serbia, ortodoxa griega y luterana.
En su homilía, publicada el mismo día por el Vaticano en italiano, el Papa reflexionó sobre la lectura del Evangelio del día (Mc 6,1-6), que describe la reacción de la gente al oír a Jesús enseñar en la sinagoga: Muchos se escandalizaban y se ofendían de que un hombre sencillo — el hijo de un carpintero — pudiera poseer tanta sabiduría y hacer milagros.
Que se ofendan y experimenten el “escándalo” se refiere a que se encuentran con una especie de “‘piedra de tropiezo’, un obstáculo, algo que dificulta e impide ir más allá” y creer de verdad en Jesús, dijo el Papa.
Ese obstáculo, dijo, era la humanidad de Jesús, porque “¿cómo puede Dios — el Todopoderoso — revelarse en la fragilidad de la carne humana?”.
Sin embargo, “cuál es el obstáculo que impide creer en Jesús” hoy en día, preguntó el Papa.
El “escándalo” o escollo hoy, dijo, es creer que Dios se preocupa de verdad por la humanidad y “se conmueve por nuestras heridas, que asume nuestro cansancio, que por nosotros se parte como el pan”.
“Necesitamos el escándalo de una fe enraizada en el Dios que se hizo hombre y, por tanto, una fe humana, una fe de carne, que entra en la historia, que toca la vida de las personas, que sana los corazones rotos, que se convierte en fermento de esperanza y semilla de un mundo nuevo”, afirmó.
“No necesitamos una religiosidad encerrada en sí misma, que mira al cielo sin preocuparse de lo que ocurre en la tierra y celebra liturgias en el templo, olvidándose del polvo que corre por nuestras calles”, dijo el Papa Francisco.
En un mundo en el que la gente se enfrenta a tantos desafíos, luchas y problemas sociales y políticos, hace falta “una fe que despierta las conciencias del letargo, que pone el dedo en las llagas de la sociedad, y son muchas”, expresó.
Este tipo de fe es “inquieta”, va “de corazón a corazón” y se mueve por problemas concretos de la sociedad, dijo. Es una fe “que se convierte en una espina clavada en la carne de una sociedad a menudo anestesiada y aturdida por el consumismo”.
“El consumismo es una plaga, un cáncer, enferma el corazón, te vuelve egoísta”, afirmó.
Necesitamos “una fe que disipa los cálculos del egoísmo humano, que denuncia el mal, que señala con el dedo las injusticias, que perturba los esquemas de quienes, a la sombra del poder, juegan con la vida de los débiles”, dijo, subrayando cómo hay muchas personas que “utilizan la fe para explotar a la gente. Esto no es fe”.
En lugar de “escandalizarnos innecesariamente por tantas pequeñeces”, dijo, “indignémonos por todas aquellas situaciones en las que se degrada la vida, se hiere y se mata”.
“¿Por qué no nos escandalizamos ante la maldad rampante, la vida humillada, los problemas laborales, los sufrimientos de los emigrantes? ¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo? ¿Por qué no nos tomamos en serio la situación de los presos” y de todos los que sufren o son descartados en nuestra ciudad?, preguntó.
Es porque “tenemos miedo, miedo de encontrar allí a Cristo”, dijo el Papa. “Dios está escondido en los rincones oscuros de la vida y de nuestras ciudades”.
“Llevemos la profecía del Evangelio a nuestra carne, con nuestras opciones antes que con las palabras”, dijo, pidiendo a los fieles que “sigan con sus esfuerzos en primera línea para difundir el Evangelio de la esperanza”, especialmente hacia los migrantes y “aquellos que, en el cuerpo o en el espíritu, necesitan ser alentados y consolados”.
Antes de rezar el Ángelus con los congregados en la plaza, el Papa señaló cómo Trieste tiene una “vocación de hacer encontrar gente diversa” por ser un importante puerto y estar situada en la encrucijada de Italia, Europa Central y los Balcanes.
“En esta situación, el desafío para la comunidad eclesial y para aquella civil es el saber conjugar la apertura y la estabilidad, la acogida y la identidad”, dijo. Trieste está preparada para afrontar este reto porque, “como cristianos, tenemos el Evangelio, que da sentido y esperanza a nuestra vida y, como ciudadanos, tienen la Constitución, ‘brújula’ confiable para el camino de la democracia”.
Imagen destacada: El Papa Francisco saluda al Cardenal Italiano Matteo Zuppi de Boloña, presidente de la Conferencia de Obispos de Italia, mientras celebra Misa en Trieste, Italia, el 7 de julio del 2024. (CNS photo/Vatican Media)