Por Joanne Miya, MKLM
XIV Domingo Ordinario
Domingo 7 de julio del 2024
Ez 2, 2-5 | 2 Cor 12, 7b-10 |Salmo 122, 1-2a. 2bcd. 3-4|Mc 6, 1-6
“El Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie”. Con estas palabras Ezequiel describe como llegó a ser un profeta para los israelitas durante su exilio en Babilonia. Dios lo llamó y el Espíritu no solo lo hizo ponerse en pie, sino que también guió sus pasos. Y en caso de que Ezequiel fuera tan ingenuo de pensar que sería una tarea fácil, Dios le explica que “te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”. Quizás es una linda manera de decir: “No se sabe cómo terminará esto”.
¿Cuántas veces hemos sido “llamados” a confrontar a un pariente, amigo o colega que creemos que está equivocado? Estamos tan seguros de que nuestra lógica es perfecta y nuestros argumentos convincentes. La mayoría de veces, en vez de convertirlos a nuestra manera de pensar, el resultado es más alienación. ¿Por qué falló nuestra estrategia?
Quizás la respuesta está en el salmo de esta semana, un lamento de humildad y un ruego por la misericordia de Dios. ¿Estamos dispuestos a admitir nuestros propios pecados? ¿Nuestras interacciones con otros reflejan la misericordia de Dios? El Papa Francisco dijo que “un verdadero profeta es aquel que es capaz de llorar por su pueblo y también de decir las cosas fuertes cuando debe decirlas”. Nuestros egos están más que listos para darnos el incentivo para confrontar a otros, pero sólo el Espíritu pude darnos la humildad y la misericordia para hacerlo con compasión.
Como misionera laica Maryknoll sirviendo en Tanzania, parte de mi ministerio consiste en trabajar con huérfanos y niños vulnerables en Uzima Centre. Los niños típicamente continúan con nosotros hasta graduarse de escuela secundaria. Pocos llegan a la universidad; otros se dedican a la capacitación técnica.
Sandy era la excepción. Al ser un joven con necesidades especiales, sólo llegó al séptimo grado. Le encantaba venir al centro donde era respetado por los otros adolescentes. Un fin de semana, alguien robó de nuestra oficina el dinero para nuestro proyecto. La policía determinó que Kulwa, un exestudiante del centro, era el responsable. Todos conocíamos y amábamos a Kulwa, lo cual lo hizo aún más doloroso. Hice una reunión con el grupo, les expliqué lo que había sucedido y los invité a compartir sus emociones o sugerencias.
Fue una discusión difícil, pero Sandy finalmente dijo: “Necesitamos rezar por Kulwa para que él vea que lo que hizo está mal y devuelva el dinero”. Nos quedamos sin palabras. Ninguno de nosotros había sugerido rezar por Kulwa. Sandy demostró la compasión y misericordia de un Dios que siempre nos acoge. Nosotros hablábamos desde la cabeza. Sandy hablaba desde el corazón.
Aunque las cosas no sucedieron como Sandy lo esperaba, aprendimos una lección valiosa de un improbable profeta. En la carta de Pablo a los corintios leemos: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. Ese día fuimos testigos de estas palabras con Sandy.
En el Evangelio de esta semana, Marcos explica que, aunque la multitud escuchaba fascinada a Jesús, ésta no lograba sobrepasar su noción preconcebida de cómo un profeta debe ser. ¿Qué podría enseñarles el hijo de un carpintero? Leemos que Jesús está tan agobiado por su falta de fe que “no pudo hacer allí ningún milagro”. Incluso el Hijo de Dios, el ejemplo definitivo de compasión y misericordia, fue rechazado. Me esperanza el hecho de que, en vez de renunciar, Jesús se puso a “enseñar en los pueblos vecinos”. Es decir, haz lo que puedas hacer.
En esta semana que se celebró el Día de Independencia, debemos recordar que nuestra diversidad es nuestra fuerza. Vamos a deshacernos de nuestros sesgos, prejuicios y nociones preconcebidas acerca de quién puede tener algo que dar y quién no. La verdad es que todos nos necesitamos los unos a los otros. El Papa Francisco describe a un profeta como aquel que puede “resanar las raíces, resanar la pertenencia al pueblo de Dios para ir adelante”. Debemos comprometernos a resanar esas raíces que tenemos en común y crear un mundo compasivo todos juntos.
Joanne Miya se unió a los Misioneros Laicos de Maryknoll en 1983. Es directora del Centro Uzima en Mwanza, Tanzania, cuya misión es brindar esperanza, atención médica y educación a adultos y niños que viven con el VIH.
Esta reflexión se publicó previamente en el 2021. Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales de Maryknoll, haga clic aquí.
Imagen destacada: La misionera laica Maryknoll Joanne Miya ayuda a un grupo de niños a completar un rompecabezas Uzima Centre, donde ella sirve. (Cortesía de Joanne Miya/Tanzania)