Discípulos misioneros se inspiran en la vida de sacerdote Maryknoll en Houston, Texas.
Hace más de tres décadas, Arturo y Esperanza Monterrubio dejaron su natal México para hacerse un nuevo camino en Estados Unidos.
Esperanza tenía un título de odontóloga y Arturo planeaba obtener una maestría en Ingeniería Química. Llegaron a Kingsville, Texas, con sus hijos Daniela, Omar y Fátima.
Para ellos la Iglesia fue su primer refugio. La comunidad de St. Martin of Tours y el Centro Newman de la Universidad Texas A&M para Estudiantes Católicos les dieron la bienvenida y los apoyaron espiritualmente. Aún recuerdan la vez que recibieron una caja llena de alimentos en su primera festividad del Día de Acción de Gracias.
Estas muestras de acogida fortalecieron la fe de Arturo y Esperanza. Empezaron como voluntarios en varios ministerios parroquiales como catequistas, lectores, ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión y patrocinadores de parejas en preparación matrimonial.
Escucharon al Padre Maryknoll Rafael Dávila por primera vez en 1991 cuando asistieron a una charla suya en Houston. “El Padre nos inspiró a participar en nuestra comunidad y nos hizo sentir miembros activos y vivos de la Iglesia. Fue algo muy impactante en nuestras vidas,” dice Esperanza. “Me invitó a pertenecer al comité de vocaciones en la diócesis de Galveston-Houston. Con un bebé en acogida en brazos, era la única mujer laica que asistía a esas reuniones. Me sentí acogida.”
En el camino que han recorrido los Monterrubio, se ve cómo el hilo misionero se ha tejido desde su niñez.
Arturo recuerda escuchar las historias de su tío, un misionero marista en Nigeria. Le atraían las fotografías en blanco y negro de su tío sonriente y rezando con la gente en capillas sencillas. Siguiendo ese ejemplo de una vida alegre en misión, Arturo pasó tres años en el seminario con los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María en México antes de discernir su llamado a formar una familia y hacer una carrera profesional.
Arturo y Esperanza Monterrubio con sus hijos, parientes políticos y nietos en la Misa de Navidad en la parroquia Saint Paul the Apostle en Texas. (Arturo y Esperanza Monterrubio/Texas)
Por su parte, Esperanza encontró inspiración en la misión cuando sus tíos la llevaban a visitar el seminario de los Misioneros de Guadalupe en México, fundado por el misionero Maryknoll Monseñor Alonso Manuel Escalante. Esperanza conoció a seminaristas y escuchó historias que la inspiraron a servir.
Participar activamente en la Iglesia en Estados Unidos llevó a los Monterrubio a sentir que Dios los estaba llamando a la misión. “Este llamado se fue dando como fruto de una oración por las vocaciones que nos comprometimos a rezar diariamente como familia”, dice Arturo.
A través de Caridades Católicas, los Monterrubio decidieron ser padres de acogida temporal de 10 bebés. De éstos adoptaron a tres hermanitos: Theresa, Joseph y Phillip. “Gracias a esta decisión, la familia creció no sólo en número, sino también en retos y alegrías”, dice Esperanza. “Se fortaleció nuestra iglesia doméstica al recibir a estos pequeños, quienes nos enseñaron a compartir, a ser más compasivos y a amar de una manera distinta”.
Mientras Arturo trabajaba en una compañía petroquímica en Houston, decidió iniciar el proceso de diaconado permanente y fue ordenado en 2003. Durante su formación en el Seminario Santa María, la cual emprendió con su esposa, el Padre Dávila fue profesor y director espiritual de ambos.
De izq. a dcha.: Arturo, el diácono Eddy Valbuena, el Padre Rafael Dávila, Alejandro Aguilera-Titus, director asistente del Ministerio Hispano, y Esperanza asisten a la Conferencia Anual de los Ministerios Hispanos. (Arturo y Esperanza Monterrubio/Texas)
El Padre Dávila, de 93 años de edad, considera a Arturo y Esperanza como discípulos misioneros. “En la clase al diaconado los participantes escribieron un ensayo sobre un aspecto que les interesaba y ambos escogieron temas sobre la familia”, dice.
El misionero Maryknoll, ordenado en 1958, sirvió en misión en Venezuela y Estados Unidos, y fue miembro del Consejo General de la Sociedad Maryknoll. “Formamos un equipo arquidiocesano llamado Provomiresa (Promoción Vocaciones Misioneras Religiosas y Sacerdotales) que creó un retiro de discernimiento vocacional llamado ‘Ven y Ve’”, añade. “Retiro que continúa gracias a esa semilla sembrada”.
Para los Monterrubio fue una gran bendición cursar las clases como pareja. “Esta clase cambió nuestra perspectiva para comprender la naturaleza, el propósito y la dignidad del ser humano”, dice Arturo. Él recuerda un curso que el misionero dio de Antropología Cristiana. “Con él aprendimos el ciclo pastoral de ‘ver-juzgar-actuar’, un método de movimiento de observación a acción que usamos en nuestro Programa de formación de discípulado misionero”.
Los Monterrubio dirigieron un taller el pasado abril para ministros de preparación matrimonial en la parroquia Sagrado Corazón en Conroe, Texas. (Arturo y Esperanza Monterrubio/Texas)
Después de la ordenación de Arturo en el 2003, ellos continuaron estudiando para una maestría en Estudios Teológicos.
Después de 24 años, Arturo dejó su carrera en Ingeniería Química y siguió el llamado a ser asociado pastoral y diácono en la Iglesia St. Jerome en Houston. Aunque esta decisión implicó una reducción de salario, les permitió a Arturo y Esperanza trabajar juntos. Como directora de educación religiosa, Esperanza colaboró con Arturo en el ministerio de preparación sacramental y vida familiar.
Arturo además sirvió como director de la Oficina de la Vida Familiar en la Arquidiócesis de Galveston-Houston, posición que le permitió trabajar con el Padre Dávila para apoyar al Movimiento Familiar Cristiano Católico (MFCC).
El MFCC se inició en Chicago en 1943 con la misión de promover el matrimonio y la vida familiar centrados en Cristo, y a ayudar a familias a vivir la fe y mejorar la sociedad a través del amor, servicio, educación y el ejemplo. Pequeños grupos de familias se reúnen en parroquias y cada tres años asisten miles de familias a una conferencia nacional.
El Padre Dávila sirvió como asesor espiritual nacional de este movimiento por muchos años. En 2005 el misionero Maryknoll y los presidentes del MFCC implementaron el Plan FUE (Fortalecer, Unir y Extender). El movimiento experimentó un notable crecimiento, alcanzando a más de 7.000 familias registradas en EE.UU.Además contribuyó a la actualización del manual del curso básico y manuales de acompañamiento del MFCC en 2010.
A lo largo de los años, el Padre Dávila ha acompañado a los Monterrubio en varios ministerios. Más estrechamente en los últimos seis años, cuando los Monterrubio aceptaron trabajar como formadores y educadores misioneros de los Padres y Hermanos Maryknoll. “El Padre Dávila ha sido nuestro guía, mentor y un modelo de discípulo misionero”, dice Esperanza. “Hemos admirado su disciplina, su organización, su sabiduría y sencillez”.
En su trabajo en Maryknoll, los Monterrubio se reúnen regularmente con el Padre Dávila planear misiones cuaresmales y programas de formación para discípulos misioneros. También apoyan el ministerio para migrantes del Padre Dávila. Organizaron a un grupo de feligreses de la parroquia Saint Paul the Apostle para servir y brindar alimentos a Casa Juan Diego, una casa de hospitalidad para inmigrantes y refugiados del Movimiento del Trabajador Católico.
Este año, Arturo y Esperanza celebran su 43º aniversario junto a sus seis hijos, sus yernos, nuera y 12 nietos. Para ellos, la familia y la misión son pilares fundamentales de su vida. “Estamos llenos de gratitud por la oportunidad que tenemos de formar parte de la comunidad de discípulos misioneros Maryknoll”, dice Arturo. “Nuestra misión es seguir acompañando, formando y compartiendo el amor de Dios con el pueblo de Dios”.